Pudo llamarse Juan, Pedro, Antonio, Manuel, Luis o José, pero su madre prefirió llamarlo como ese gran pintor renacentista autor de las estancias vaticanas, que cinco siglos después de realizadas no dejan de deslumbrarnos.
Lo único en común que este chico tuvo con el pintor y arquitecto italiano, Rafael Sanzio fue el nombre que su madre le escogió, que quizás sería algunas de las pocas que pudo escoger para él porque a pesar de lo tanto que quiso hacer por él, parece que la vida, o lo que algunos prefieren llamar destino, le trajo, quizás como a todos, rigurosamente detallada cada cosa que haría desde su nacimiento hasta despedirse de este mundo.
A pesar de no nacer en un hogar plenamente establecido, su madre encontró esa figura paterna que intentó cumplir cabalmente el rol del padre que modela y corrige en la adolescencia temprana, para hacerlo un hombre de bien. Pero volviendo la mirada atrás, los hechos indican que esto también sirvió de poco contra lo que parece más una fatalidad.
Estudió hasta donde su madre pudo lograr que lo hiciera o hasta donde su destino lo establecía, bachillerato completo. Lo que deseaba estudiar le permitiría portar chapa y armas y representaría supuestamente la ley y la justicia, parece que las armas lo seducían, como a muchos niños, pero ese sueño se desvaneció pronto. Comenzó a trabajar, como todos para ganar dinero, pero hasta allí parece que pudo llegar la supuesta influencia materna en este Rafael. Comenzó a pensar y actuar con cabeza propia o su destino a imponerse para evitar que cualquier cosa se saliera del curso previsto.
Un día oí que estaba integrado a una banda criminal. Al principio me pareció una exageración y habladurías de gente envidiosa de que un chico tan joven anduviera en moto propia y bien vestido, pero con el paso del tiempo y con evidencias más sólidas, se confirmó la versión.
Nunca entendí que lo hiciera por ser un chico pobre, al menos no hablando de pobreza material; apenas sabía de él que era trashumante y que su madre sufría de manera indescriptible por su causa o por su terrible destino.
Ayer supe, sin mayores detalles, que fue abatido. Pienso que el destino de este tocayo de Rafael Sanzio vuelve a mostrar que existe y que es implacable e inexorable.