Alquimia política

Verdades y medias verdades

La Venezuela que me ha tocado vivir es sumamente compleja: ¿cómo entender que se está en una crisis profunda institucional y económica, y el venezolano aún no haya tomado la calle y puesto fin a este calvario? Esa interrogante aparece en unos documentos que se filtraron por el portal WikiLeaks y que retrata la visión que el Departamento de Estado Norteamericano tiene sobre Venezuela. Es inexplicable tanta sumisión y aguante de un pueblo que cuando no más se enfrenta su día a día en la calle, tiene que gastar un tercio de su salario en desayuno y transporte. Nos hemos acostumbrado a pasarla difícil, a no tener tranquilidad en cuanto al mañana; a vivir el día a día y esperar que se cansen los bandos que llevan las riendas del poder político y de oposición, para que nos dejen respirar un poco y así tener la posibilidad de sobrevivir con dignidad nuestro breve paso por la tierra.

He sido un convencido de que el camino no está en reforzar el capitalismo salvaje ni ofertar salidas utópicas de igualdad y fraternidad plena; la sociedad moderna, esa sociedad Líquida que nos nombró el filósofo polaco Zigmund Bauman (1927-2017), la cual se diluye en un mar de incertidumbre y contradicciones, donde el individualismo es cada vez más asfixiante y depredador, hoy está en franca confrontación con los valores del bien común y del socialismo. La estrategia de Revisión, Rectificación y Reimpulso (las tres R propuestas por Hugo Chávez), cada vez son más necesarias pero a su vez son las más ignoradas. No existe un puesto clave en el gobierno nacional en que la figura de un funcionario oportunista, corrupto y contrarrevolucionario, no esté. Los aduladores de oficio han logrado completar su inmigración al PSUV y a las bases del Gobierno Bolivariano.

A todas estas, hay escaramuzas significativas, por parte del Presidente Nicolás Maduro, en revertir el daño de esa masa de funcionarios que están aprovechándose de las circunstancias para cometer sus fechorías y debilitar aún más la capacidad de respuesta del Estado ante problemas puntuales como el abastecimiento y la normalización del suministro de combustible en el territorio nacional. Al mencionar que hay corrupción, que se está dilapidando el erario público no me refiero a la figura de quienes han sido cuestionados por el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. Esas sanciones del imperialismo son tan manipuladas como las posturas revolucionarias de algunos funcionariados que hacen vida en el país; me refiero a todo un complot organizado por años, y que luego del fallecimiento de Hugo Chávez (en el 2013), tomó más espacio, convirtiéndose en una pandemia que corroe los cimientos de las políticas públicas bolivarianas.

Ahora bien: ¿qué explica la postura pasiva del venezolano? Simple es la respuesta: los venezolanos hoy tienen mayor consciencia ciudadana y no tienen un liderazgo alternativo que les motive una actuación radicalmente transformadora. Sigue impregnado el legado de Hugo Chávez, que si demostró abarcar un liderazgo transformador, aunque en las filas del chavismo no se ha modelado una figura en la que converjan todas las cualidades de Chávez. El liderazgo está repartido en cinco o seis cabezas fundamentales, pero cada una tiene una parte del pastel, no logran integrar un pastel completo que sea atractivo e invite a profundizar el proceso. Eso sí, sigue siendo la opción de Gobierno ante la ausencia de un liderazgo opositor inteligente y moralmente incuestionable.

¿Qué hacer? Asumir un cambio radical de todo este concierto de situaciones es complicado, sobre todo cuando a los revolucionarios como uno le cuesta un mundo ser escuchado a lo interno del movimiento político de partido revolucionario. Existe un muro de contención hacia quienes somos disidentes del tipo de funcionariado que se le ha permitido la toma de decisión en puestos claves. En el caso de las Universidades Experimentales es un ejemplo fehaciente: se eleva a Rectores a personalidades de verdad convencidos de su papel histórico revolucionario, pero se coloca en las jefaturas de programas o vicerrectorados, a verdaderos segregacionistas y perseguidores del talento y los valores humanistas, impidiendo que los compañeros excepcionales, y con cualidades para concentrar un liderazgo transformador, puedan ocupar espacios y por ende demostrar qué tanto son capaces de hacer por la academia. En los cargos de dirección, es necesario, inmensamente necesario, personas comprometidas con el proceso de transformación, no con intereses bastardos y capitalistas. Cuando un funcionario de estos se preocupa más por su condición salarial y la posibilidad de cambiar su vehículo, o conseguir una batería o caucho para su carro, estamos ante la condición que marca la diferencia: un revolucionario transciende esas circunstancias materiales y se entrega, en cuerpo y alma, a su vocación de servicio.

En concreto, no dejo de ser revolucionario por llamar las cosas por su nombre; es necesario aceptar que se está pasando un duro momento. No voy a decir (dado que esto que escribo se leerá por el mundo) que Venezuela está en la quiebra o en el desastre total; esas matrices de opinión mal intencionadas no retratan lo que ocurre en el país. En el país hay necesidades, mala administración del erario público, falta de coordinación y diálogo entre los sectores productivos y el gobierno; hay una política de Estado que vive en constante defensiva, ante ataques despiadados de la derecha. Pero también hay un esfuerzo brutal por parte de los pocos funcionarios comprometidos con este proceso de transformación, por adecentar la administración pública y por lograr una visualización más productiva y tenaz en un mundo que va contracorriente de los valores fundamentales que respaldan los derechos humanos y la dignidad de las gentes.

Estamos en tiempo de verdades y medias verdades; ya no es posible asumir una línea de acción que no esté, antes de asumirse, contaminada por la crítica y la mentira. Se ataca, sin cuartel y sin medida, a quienes tienen la tarea de cumplir su responsabilidad de servidores públicos. Es tiempo de valorar, crear y construir, pero sobre todo, no caer en las tentaciones de la adulancia y pedantería burocrática. La historia nos juzga en tiempo real, no habrá futuro que nos absuelva si dejamos que nuestras tareas las cumplan otros, debemos dar un paso al frente y terminar de asumir que el mañana solamente será nuestro si lo luchamos con dignidad en este presente tan volátil y dinámico.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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