La inconsecuencia es obsesiva en la dirigencia opositora venezolana. Desde la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia en 1999 se multiplicaron las torpezas que en materia de elecciones habían aprobado adecos y copeyanos en 1998, cuando el último CNE de la Cuarta República, en la campaña electoral aprobó separar los comicios de Gobernadores y Alcaldes, para evitar la "barrida" que sabían por encuestas, les iba a propinar el Comandante del "4 de Febrero", mediante votos del pueblo.
Repetitivos en sus desaguisados, contando con: influencia de matrices mediáticas, ocultar logros revolucionarios y darle prioridad a sectores que no gozan de simpatías en el colectivo votante (FEDECAMARAS y la Conferencia Episcopal), persisten en dejar de lado oportunas convocatorias a elecciones, para culpabilizar al Poder Electoral. En 2005 no acudieron a la consulta para la Asamblea Nacional, luego anunciaron desconocer el resultado de citas comiciales donde ganó ampliamente el chavismo, ofreciendo "pruebas de fraude", que nunca concretaron.
En el 2017, luego de 3 años de intentar desestabilización, prohijar violencia terrorista el 2014, guerra económica acrecentada en 2016, y pedir por el mundo derrocar al gobierno constitucional que culminará en 2019, creen que el pueblo es bruto y no les conoce las mañas. Porque el timo de "la última cola" que hizo no votar por el chavismo a casi dos millones de sufragios revolucionarios, ha servido para delatar el fracaso oposicionista visto en desgastadas convocatorias, y el rictus que les marca la faz con una "H" de… hipocresía. Sin propuesta creíble desde la otrora MUD.