El vacío de poder, ¿o el poder del vacío?

Aunque las dos expresiones que intitulan este artículo se escriben y suenan muy similar, la primera es un mero argumento jurídico para defender lo indefendible; la segunda se corresponde con una ley física que se usa cada día, sin que muchas veces sea percibida. La primera representa, a su vez, dos vacíos que nuestra historia patria resaltará: el de valor para asumir la responsabilidad por las acciones emprendidas y el de capacidad mental, por parte de sus ejecutores, para encontrar una convincente justificación política, jurídica, histórica y social que pueda explicar las causas para su reprochable acción y el por qué de su fracaso.

Quienes continuamente desafían a los oficiales activos de nuestra Fuerza Armada, para que muestren los “colgantes apéndices corporales” con una nueva intentona de golpe de estado, deberían actuar similarmente con aquellos que pretendieron deponer a Chávez el 11 de abril. Si, para los desafiantes, las “esferas” son un símbolo de valentía; entonces, es a los fracasados golpistas a quienes le deberían exigir que las muestren asumiendo la responsabilidad por sus acciones y no continuar pretendiendo eludirla con un argumento jurídico insostenible, como es el del “vacío de poder”.

La sugerencia se formula para evitar que, por desconocimiento de anatomía, política y jurisprudencia, se interprete que sus objetos de presunción carecen del poder del cual presumen; porque, a pesar del odio visceral que le profesan ·tal vez, por esta misma razón·, nuestro actual Presidente si demostró “abundancia y buena colocación” al asumir públicamente su responsabilidad por el “fracasado” golpe del 4 de febrero y atreverse a realizar los cambios estructurales que el país ha estado clamando desde hace muchos años.

Como la indignación que produce la desfachatez mostrada impide callar, a pesar de la ignorancia ·esa en la que, quienes continúan viviendo su “realidad virtual”, dan por hecho que está sumido la mayoría del pueblo venezolano·, se pretenderá dar una interpretación que no podrá resultar más absurda que el argumento con el que se defienden los que promovieron, planificaron, financiaron, ordenaron, dirigieron, participaron y justificaron el golpe contra Chávez; en caso contrario, esa misma ignorancia será la mejor justificación por la incapacidad de lograr el propósito. En todo caso, es preferible manifestar la  ignorancia que evidenciar la falta de valor.

Dos acciones que a diario se observan, por televisión o en la vida cotidiana, explican el poder del vacío; la primera es la de una inyectadora que se utiliza para conservar la salud o salvar una vida: succiona el contenido del recipiente porque al desplazarse el pistón crea un vacío en el interior del cilindro, permitiendo que el aire empuje el líquido para cumplir con la noble función de combatir las causas de la enfermedad. La segunda es moralmente opuesta a la anterior, porque es destructiva: es el estallido de un artefacto explosivo con la finalidad de matar seres humanos y destruir sus propiedades, no es más que un consumo violento de todo el oxígeno del área; entonces, de manera también violenta, el aire trata de ocupar el vacío creado y produce la acción pretendida sobre el área donde se haya utilizado.

Aquí es donde surge la discusión filosófica sobre qué produce la acción: ¿el vacío, o el aire? También surge una pregunta existencial sobre quién debería asumir la responsabilidad moral y legal del daño causado por el artefacto: ¿Quien lo requiere? ¿Quien lo sugiere? ¿Quien lo diseña?¿Quien lo promueve?¿Quien financia su fabricación? ¿Quien lo fabrica? ¿Quien lo aprueba? ¿Quien ordena su uso? ¿Quien lo usa? ¿Quien justifica su uso?

Es en esta serie de preguntas donde parecen haber disipado su inteligencia los golpistas: se supone que debieron de haberse planteado la necesidad de crear una situación en la que pareciera que se hubiera creado un “vacío de poder”, para poder eludir su responsabilidad si se producía un fracaso de la acción emprendida; de esta manera podrían argumentar que la situación no era consecuencia del procedimiento empleado para crear “el vacío”, y que ellos sólo habían sido impelidos por el elemento político que debería llenarlo.

Cuando se razona sobre elementos virtuales se corre el riesgo de olvidar las leyes naturales, sociales y políticas; como ocurrió con el golpe del 11 de abril, porque hasta no hace mucho se creyó que el elemento “políticamente natural” para llenar un vacío del poder ejecutivo era la Fuerza Armada, y como tal se pretendió actuar. El hecho de que no haya sido un militar activo quien se haya auto designado Presidente de la República, no los libera de la responsabilidad implícita en la violación constitucional.

Su pretensión de ejecutar una habilidosa jugada política colocando una marioneta para ocultar jurídicamente su actuación ilegal, sólo la acentúa e incrementa el número de los culpables; puesto que en una democracia participativa, en la que el pueblo elige a sus representantes, en ausencia de ellos, es el mismo pueblo el que retoma el poder, y fue este hecho “socialmente natural” él que ocurrió.

El pueblo venezolano se movilizó con la velocidad de una inyectadora, y actuó como tal, para llenar un vacío de poder artificialmente creado por el “gobierno mundial” y ejecutado por sus testaferros locales que pretendieron ocuparlo con la velocidad y consecuencias con la que el aire llena el vacío creado por una explosión. Es este mismo pueblo el que hoy en día manifiesta ante el Tribunal Supremo de Justicia para asegurarse de que juzguen a los militares participantes; tal vez, no por haber destituido a un presidente constitucionalmente electo, sino por haberle usurpado su derecho de pueblo como depositario del poder constituyente y haber traicionado la patria a la cual juraron servir, al pretenderla entregar a un gobierno extranjero.


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Luis E. Rangel M.


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