"La persona más sabia
confía en el proceso.
Sin tratar de controlar
toma todo como se presenta.
No vive para lograr poseer
Sino simplemente para ser
todo lo que puede ser
en armonía con el Tao".
VIDA: no hay, ni habrá otro momento. Es aquí y ahora, cuando puedo devolverte algo de lo tanto que tú me has dado. Me diste la oportunidad de conocer a mucha gente. Gente buena, comprensiva, solidaria, generosa y compasiva. Todos, absolutamente, todos, son mi gente. No importa que cosas hayan dicho de mí, no importa cuánto mal me hayan deseado, lo que importa es como los siento dentro de mi corazón. "Todos somos uno", fue el título de un libro que leí hace muchos años atrás. Recuerdo su autor: William Schutz. Presentó al lector, una cita en el comienzo del libro: "Comprender el cuerpo es, en la filosofía del encuentro abierto, capital. El hombre es de hecho una unidad; y el cuerpo, la mente, los sentimientos, la conducta interpersonal y el espíritu son todas manifestaciones de plena esencia única. Toda idea, gesto, tensión muscular, sentimientos, ruido en el estómago, ademán de rascarse la nariz, flato, melodía entonada, desliz verbal, enfermedad: todo es significativo y lleno de sentido, y se relaciona con el presente. Es posible conocer y comprender en todos esos niveles, y cuando uno más se conoce más libre es de determinar la propia vida…".
Todos somos uno. Por lo tanto es vital, comprendernos y brindarnos una tolerancia mutua, aceptarnos y reflexionar con paciencia. Esa actitud, libre, espontánea y única, nos ayudará a relacionarnos mejor con nuestro semejante, y, por ende, se más feliz de lo que somos. La frase, en sí, no es poca cosa. Tiene un sentido muy amplio. Soltarla es muy fácil. Pero, antes o después, tenemos que ahondar en ella para llegar al sentido que le quiso dar William Schutz, así como quienes han tocado el tema, bien desde un punto de vista religioso, bien desde un punto de vista espiritual. Por ejemplo: "Todos somos hijos de Dios". Todos formamos parte de este mundo. Integramos, o formamos parte, de la humidad. Cada quien con sus ideas, con sus pensamientos, con sus creencias religiosas, políticas y sociales. Pero al final: Todos somos uno. Y eso es lo que cuenta.
VIDA: me diste la oportunidad de conocer más profundamente al ser humano. Y eso me ha ayudado a ser más tolerante, a ser mejor persona. Dejemos que Leo Buscaglia, nos apoye en nuestras pretensiones de buscar aristas en eso de ser mejor persona, en contexto de que "Todos somos uno". Él dice en su libro "Ser persona, o el arte de ser plenamente humano": "Al igual que la araña, algunos de nosotros nos negamos a dejar de hilar, aun cuando parecería mucho más lógico carecer de esperanza. Nuestro hilo, aunque tal vez sea frágil, puede seguir tejiéndose con optimismo, curiosidad, admiración, amor y el sincero deseo de compartir un viaje a las estrellas. Nuestro objetivo merece la pena, puesto que, en este caso la estrella a la que aspiramos es toda la Humanidad". Cuenta Walter Riso, autor de muchos libros, que alguna vez, paseando por las montañas de Colombia se topó con un campesino que iba sobre una mula. Le dio ganas de hablar con el hombre de la mula. Lo primero que observó fue la serenidad del hombre. Cuando le preguntó acerca de su vida, dijo:
"Usted quiere saber ¿por qué ando tan despreocupado? Pues bien, un día decidí que sólo haría lo que quiero hacer… No fue fácil, porque primero tuve que tener claro qué era lo que quería, y después solamente desear eso que quería… A veces flaqueo, pero no dejo que la debilidad me gane…"
Me llamó mucho la atención esa sólida decisión del campesino. Decidió "no desear lo que tenía" (Y menos lo que tenía el otro). Él decidió tomar el control de las riendas de su vida. Dejó a un lado las mentiras del rumor, de los dichos y del bla, bla, bla de las "comadres" y eligió una ruta de vida, cuidando de las tentaciones y las debilidades. El campesino aprendió de la vida que Dios le había dado, pero se dejó llevar por lo que la vida misma le estaba enseñando… Atrapó la señal, se montó en su mula y se dejó llevar, sin preocupación alguna. Le dieron una vida, se la contaminaron, pero él mismo la descontaminó, a tiempo.
VIDA: es eso lo que te agradezco, infinitamente, el de haber podido tejer y tejer, como la araña, y, aún hoy día, sigo en esa actividad, contribuyendo a la persecución de todos de esa estrella que es nuestro mundo, nuestra exquisita e incomparable humanidad. He tejido, al lado de quienes creen en un mundo mejor. He tejido al lado de quienes son capaces de hacer cosas para que sucedan cosas. He tejido al lado de los que sueñan… ¿Qué más se puede pedir? Un día la vida, a través de Aporrea, ese portal odiado por unos, y amados por otros, me permitió conocer a través de mis artículos a un tal Gabriel Garrido, de Barquisimeto. Él, no comulga con las ideas políticas mías, pero es persona. Tal como la describe Leo Buscaglia. A él, a Gabriel, no le interesó si yo era de izquierda, chavista o comunista. Le interesó saber de cómo estaba yo de salud, y si podía seguir escribiendo. Su generosidad llegó a tanto que me envió por internet el Mantra de la salud de Buda. Un video maravilloso, lindo y hermoso. Y siguió interesándose en mi salud. Eso es ser persona. Otro día, me escribió a mi correo electrónico, un señor, quien, por arte de la magia escrita, hoy lo considero un amigo, tal como lo es Gabriel Garrido. Se trata Julio Francisco Cornejo. Sólo me refiero a estas tres personas, por razones de espacio, pero son muchas más. Han disentido de mi posición política, pero ellos han visto más allá de la orilla… Han hurgando en el fondo, donde están todas las respuestas a nuestras interrogantes. Dónde está el tesoro que tanto hemos buscado. No podía quedarse afuera la tercera persona. ¿Cómo olvidar el gesto generoso de Dios dado Cabello Rondón? Un día recibí una llamada, era la voz de él. Me dijo: "Se de tu enfermedad. Te envío un frasco de remedio, con el mismo contenido que tomó mi hermano cuando sufrió de algo parecido a lo tuyo. Solo tienes que mantenerlo refrigerado y tomar una cucharadita tres veces al día, con cada comida". Y recibí el frasco a las puertas del edificio donde vivo en Puerto Ordaz.
VIDA, has sido tan condescendiente…, conmigo, que estoy apenado por deberte tanto, por lo tanto que he me has dado en mis casi 80 de edad. Los cumpliré Dios mediante el 22 de julo. Son 29.200 días .En cada día recibí un regado de mi vida. Por lo que le estoy altamente agradecido. De esos 29.200 días podrían salir muchos libros si me pusiera a escribirlos. Libros llenos, unos de pobreza, tristeza y dolor; otros de riqueza espiritual, de alegría, de cantos melódicos, de actos de reconocimiento y generosidad, que han venido hacia mí y que han salido de mí. Así es la vida. Tiene de todo. Pero mi VIDA, es distinta. Ha sido demasiado BUENA, demasiado vida para un ser como yo; humilde, sencillo e ignorante. Gracias a mi VIDA, soy como soy. Nunca use máscaras. Fui auténtico. Fui fiel a mí mismo. Gracias a mi madre que era analfabeta, absoluta. No pudo meterme cosas en mi cabeza. Crecí siendo yo mismo, y sintiéndome libre como el viento que acaricia a la sabana. Ni en mi niñez ni en mi adolescencia fui contaminado con mentiras. Me desarrollé creyendo en la buena voluntad de la gente. Nunca me sentí pobre. Era pobre, pero en mi mente no tenía asiento esa palabra. No creo que Dios haya creado a una sola persona pobre. No puede ser. Mejor dicho no pudo ser. Dios creo riqueza para todos sus hijos. Por lo tanto, yo soy parte de esa riqueza, de esa abundancia, de ese tesoro. Entonces, ¿cómo podía sentirme pobre? Jamás. La pobreza la impusieron otros, con el fin de que fueran los otros los pobres, los falto de todo. Pero uno es libre de aceptarla o no. Es nuestra elección. Esa es otra cosa.
VIDA, me has dado tanto, que me siento abrumado. Me permitiste conocerme a mí mismo, no tanto como Sócrates, pero sí en esa línea. Todo se me facilitó por mi soledad. Viví una niñez en soledad. Una adolescencia en soledad. Y parte de mi adultez, también en soledad. Pero gracias a esa soledad he podido leer. He podido oír la música de grandes compositores. He aprendido a meditar y a reflexionar. A través de esa soledad me ocupado de mí mismo. De averiguar quien soy, y para que estoy aquí en el planeta tierra. Esa soledad me ha conectado con Dios. Nunca mi madre me habló de Dios, más de lo que ella podría repetir de lo que otros decían. Fue, muy tarde, como descubrí que Dios existe. Siempre ha existido, y nunca murió con dijo un pensador: "Dios ha muerto", sentenció Friedrich Nietzsche. Tal vez murió para él. Pero igual descubrí que siempre ha estado a mi lado: en las malas y en las buenas. Y he sentido su apoyo en más de una oportunidad. El me dio la valentía para trasformar mi rebeldía en revolucionario. Me hice revolucionario. Esa decisión me ha generado tortura, vejaciones y cárcel. Pero si volviera a nacer, escogería ser revolucionario. Tú, me permites conocer en vida y cerca de mí a hombre fuera del mundo donde nos desenvolvemos. Un hombre fieramente auténtico, original hasta en los huesos, y fieramente amoroso por su pueblo: Hugo Chávez Frías. Gracias, por todo, VIDA. A ti te debo eso y mucho más que eso.
VIDA, te agradezco infinitamente que desde que era niño me hayas enseñado lo bueno y lo malo, pero también lo débil y lo fuerte. Precisándolo mejor: el fuerte y el débil. Que es otra cosa. Siendo adulto, leí sobre el filósofo inglés Thomas Hobbes, quien me aclaró un poco aquella confusión que tuve cuando fui sirviente, o esclavo, como suene mejor, siendo un niño entre los 5 y siete años, en mi pueblo de origen, Sabana Grande de Orituco, un rincón apartado y abandonado del estado Guárico. El filósofo define o legitima la esclavitud, como un pacto entre un vencedor y un vencido. Es decir, yo, débil debía someterme a Los Pérez (Niña María), pues así lo establecía el pensamiento del señor Thomas Hobbes. "El más débil debe plegarse a los intereses del más fuerte". Hablando socialmente, el más pobre, el que no tiene nada, tiene que someterse al que más tiene, al que más ha acumulado riqueza. En aquellos días de mi vida, tal como me la había dado Dios, silenciosa e ignorante, yo no sabía establecer un parámetro entre un sirviente y un pudiente. Yo veía aquel asunto como natural, si se quiere. Pero tenía un corazón. Y mi corazón no aceptaba eso. Algo tenía que hacer para descubrir porque las cosas se me presentaban de esa manera. Había que buscar la raíz del asunto.
La VIDA me hizo, desde temprana edad rebelde. No conformista con el establecido, en esos momentos, ni siquiera en lo actual. Y en eso me ayudó mucho el haberme desarrollado sin aceptar mentiras de nadie. Ni de mis maestros. Ni de mis profesores. Ni de mis amigos contemporáneos. Ni siquiera de mis familiares. Ese desarrollo hacia la madurez fue producto de no creer las cosas que me decían. Por eso, sigo siendo un rebelde. No creo en partidos políticos, menos en los políticos y sus rosarios cargados de verbos activos, pero mentirosos, pues ellos fueron envenenados con las mentirías, desde que nacieron, y quieren perpetuarse engañando a las personas, mientras trepan hacia el poder. Entonces, ¿en que creo, cuál es mi línea, a quien sigo? Creo en mi conciencia. Mi conciencia es mi guía. Sigo a mi conciencia. Mi conducta y mi actitud, están modeladas por mi conciencia. No obedezco a nada más que mi conciencia. Y comprendí que no hay vida sin contienda, sin lucha, sin problemas que resolver. Génesis 13:7-11, dice: "Hubo, pues, contienda entre los pastores del ganado de Abram, y los pastores del ganado de Lot, y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en aquella tierra (dificultando más todavía obtener forraje). Y Abran dijo a Lot: Te ruego que no haya contienda entre nosotros, ni entre mis pastores y tus pastores, porque somos hermanos…".
La VIDA me enseñó a mar y a ver a los demás como mis hermanos. Entonces, no puedo avalar contiendes entre nosotros. Pero hay gente desquiciada que busca la contienda. Que amenaza. Que hiere para ver brotar la sangre. Que vende a su patria por un pedazo de poder. Digo un pedazo, porque nunca, óigase bien, nunca, un hombre tiene el poder absoluto. Ni varios hombres. Ni muchos hombres. Siempre habrá una rendija por donde se asoman los rebeldes. Y son los rebeldes quienes enfrentaran a quienes se creen con el poder absoluto. Están engañados por su propia avaricia. Y esa avaricia será su perdición. Mientras que los rebeldes, plenos de conciencia, siempre estarán atentos y prestos para reflexionar. Nuestra vida, queramos o no, depende de nuestra decisiones, aquí y ahora. Y actuar de manera original, de manera auténtica, siempre es posible, siempre y cuanto haya reflexión. Hay que vencer la resistencia. Siempre hay mucha resistencia cuando hemos de cambiar. Cuando el cambio es necesario para que la vida fluya, como fluyen las aguas del río hacia el infinito.
VIDA: llegó la hora de darte algo de mí, en pago a lo que tú, desinteresadamente me has dado en casi 80 años de edad. Te regalo un árbol recién nacido. Lo puedes trasplantar al lugar que más te guste. Este arbolito es silencioso, pero lleva la sabiduría por dentro. Este arbolito, ya nació, es vida pura. Ahora crecerá, poco a poco. Irá enterrando sus raíces en la tierra en la medida que su copo busque al cielo. "Desde siempre, el árbol y el hombre han tenido un vínculo estrecho. No sólo porque el árbol provee alimento, medicina, abrigo y combustible, sino porque funciona como un espejo que develó progresivamente al hombre aspectos suyos esenciales. Muchos santuarios se gestaron en torno a un árbol sagrado, porque ese es un ser viviente que auténticamente inspira al hombre en su desarrollo". Buda, por ejemplo, dicen que nació al pie de un árbol. No sé si es verdad. Pero lo que sí es verdad es que al pie de un árbol, se entregó a la meditación, y cuando despertó era otro: era Buda, iluminado. En fin, el árbol vive a través de las mismas estaciones que el hombre: nace, crece, se desarrolla, maduro y muere. La diferencia es que un árbol, si el hombre lo deja vivir, puede llegar a los 400 años y más de vida. Mucho más. Y recogen, en esa trayectoria, toda la historia del hombre en la tierra. Las inspiradas en el bien, o las inspiradas en el mal. VIDA, que eres como yo, dejó en tus manos este arbolito que con el correr de los años se convertirá en un árbol de raíces profundas y copos altísimos, como tocando al cielo. Soy yo mismo, representado en ese árbol, su rebeldía se manifestara en completo silencio. El absoluto silencio, pero sin aceptar lo que no debe ser aceptado, tal como corresponde a un rebelde. Gracias, por haberme dando tanto. Y perdón por darte tan sólo un arbolito por crecer. Gracias por la energía que me has inyectado para poder hilvanar estas ideas y plasmarlas en este escrito. Esto es parte de ti. ¡AGRADECIDO!
-