1. En México cada tres años cambian los 500 diputados y cada seis a los 124 senadores en las llamadas cámara alta y baja del poder legislativo; cobran mensualmente de 100 a 150 veces el salario mínimo diario de un trabajador que es de 84 pesos y sólo sirven para levantar el dedo para apoyar al gobierno en turno. Lo mismo puede decirse de los ministros, jueces o integrantes del poder judicial, del INE o de decenas de comisionados de “vigilancia”, “transparencia”, “legalidad” o lo que sea, que son seleccionados por recomendación presidencial y por acuerdos entre los partidos PRI, PAN, PRD.
2. Sin embargo, entre los 624 legisladores que cada mes se llevan decenas de millones de pesos a la bolsa, sólo he visto en los últimos 10 años a tres legisladores levantarse con todo la dignidad y valentía del mundo para elevar la voz y hablar con claridad y con razón contra el presidentes de la República, los secretarios de Estado y contra sus mismos compañeros de bancada porque sólo acuden a aplaudir al funcionario, a gritar contra el orador crítico o de plano a lanzar insultos. Siempre me he preguntado: ¿Para qué sirven los otros 90 legisladores socialdemócratas, los 120 panistas y el resto del PRI? ¿Pero es que sirve para algo el parlamento?
3. Algunas veces pienso que los dos o tres dignos y valientes diputados (incluso 20) en el congreso de nada sirven para hacer avanzar en serio los procesos de cambios radicales que necesitamos; que sólo son objeto de burla de sus colegas y de la clase política en general. Que nada de lo que hagamos en la lucha de las calles o lo que escribamos sirve para algo. Pero tampoco han servido de mucho los levantamientos armados. Alguien me diría que todo sirve y que hay que ser muy paciente. Lo que sucede es que después de casi sesenta años en las mismas batallas no puede alguien seguir esperando “que pase frente a la puerta el cadáver del imperialismo”.
4. Como la firmeza, la convicción, la valentía, la inteligencia, la oratoria, de Layda, Bartlett y Noroña, no conozco a otros legisladores; más aún no conozco la voz, ni los gestos, ni las palabras (con excepción de dos, tres del partido Morena) de otros diputados o senadores. Conocí al padre de Layda –Carlos Sansores Pérez- un altísimo político del PRI de los años sesenta y setenta muy conocido como corrupto; pero después de escuchar 25 intervenciones parlamentarias de su hija, me parece que es radicalmente distinta a su padre y pienso que ese camino lo seguirá recorriendo si logra la oportunidad de continuar por él.
5. Manuel Bartlett no ha dejado de cargar el desprestigio que logró como jefe priísta, como secretario de Gobernación del presidente De la Madrid y por la llamada “caída del sistema” electoral de 1988. Sin embargo al romper con el PRI y el gobierno, ha demostrado tener más valor e inteligencia en la tribuna que supera con creces a la mayoría de los autocalificados de izquierda. A Noroña se le ha calumniado de ser muy personalista, que sólo busca la foto, pero sus debates contra Calderón en su sexenio, contra los secretarios del Estado, su defensa de AMLO y demás, lo convirtieron en el único diputado que levantó la voz en serio durante sus tres años.
6. Noroña es mi amigo, a Bartlett le he entregado un libro mío y Laida me invitó una vez a dar una charla en una concentración de la plaza de Campeche; he estado lejos de ellos, pero no puedo dejar de comentar que en los videos de sus discursos de denuncias contra los gobernantes del PRI y del PAN he reconocido que valen mucho, por lo menos en la tribuna. ¿Por qué personajes como Mario Delgado, Miguel Barbosa, Alejandro Encinas, Dolores Padierna, Rocío Nahle, Virgilio Caballero y demás amloístas no ayudan a Layda y Bartlett que parecen estar solos frente a 620 legisladores? Obviamente PRI y PAN, aunque parezca que se oponen, de noche duermen juntos. (2/IV/17)
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