Contra el poder

La impotencia es perjudicial para la humanidad

¿Cuántos desearían tener el poder para detener a Israel en su masacre a los pueblos de Libia y Palestina?, ¿cuántos tienen el grito ahogado para decir la verdad a los cuatro vientos y clausurar para siempre el monopolio “informativo” tan contaminado por una visión mercantil de la noticia?. Y ya en la profunda desesperación, ¿cuántos desearían hacer con la Casa Blanca lo que una vez hicieron a Hiroshima?.

El mundo está lleno de seres impotentes, aislados, neutralizados. Cuanta injusticia con los desplazados colombianos. A cada discurso hipócrita que pretende perdonar la maldición paramilitar, le sucede el silencio impotente de miles de campesinos cuya rabia contenida evita la muerte, precisamente porque no son asesinos sino víctimas.

Pero la rabia es creadora y el mundo está lleno de ejemplos de quienes vencieron la aparente impotencia y doblegaron a los malos. Escribir la verdad, retar al monstruo desde una ingenua columna de opinión. Estrellar el televisor de las mentiras contra el suelo y salir al encuentro con aquellos que desean trabajar por cambiar los males del frente de su casa, de su barrio, de su patria. Hay quien dispara con su guitarra y deja en ridículo una hojarasca de idiotas detrás de una hojalata llamada Grammy. Existe el que graba en su videocámara lo que no se atreven a dibujar en los estudios de Disney. El que siembra una yuca debajo de la química maldad norteamericana. El que intercambia petróleo por la salud de su pueblo dejando atónitos a los corredores de bolsas de Wall Street. El que pasa la frontera mexicana y se limpia el culo con la fotografía de Arnold Schwarzenegger. El que ora en un santuario y desnuda la bajeza del sionismo israelí. El que vela por la salud de un viejo sin seguro social y enfrenta el monopolio farmacéutico. El que camina por un parque con su novia despreciando el imperio automotriz. Toda la miseria y grandeza humana está relacionada con hechos pequeños, diminutos, imperceptibles, pero que al tomar conciencia de ellos, planificarlos, enseñarlos, y motivarlos en valores y principios erosionan las columnas de la impotencia.

¿Por qué hacerlo?, ¿acaso tiene sentido conducir en un Ferrari en el abismo o compartir una amburguesa envenenada con 20 millones de hambrientos?. Ah, pero se necesita poder, ¿y qué tipo de poder, a qué llamamos poder, cómo ir contra el poder?. En la literatura, un autor tiene poder cuando cientos de años después un maestro como Borges dedica un libro al estudio de su obra “Las mil y una noche”. La opinión pública es poder, la dignidad del campesino colombiano asesinado es poder, la voluntad del pueblo palestino es poder. La rebeldía del pueblo mexicano ante la traición de quienes dirigen sus instituciones públicas. La decisión del pueblo boliviano de controlar sus reservas de gas. Todas esas acciones significan poder y un esfuerzo importante para vencer la impotencia.

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David Javier Medina


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