EL GOLPE NECESARIO
La derecha es el status y la conservación de lo que hay y siempre ha habido en una realidad política: una sociedad piramidal, por no decir absolutista, de origen visceral, donde el fuerte vive del débil y, de hecho, más allá de enfoques darvinistas, hace de él, del lisiado, su alfombra. Monarquía, emperador, monarquía, emperador, el poder de uno y su séquito
La izquierda es demolición de estructuras, del tal formato conservadurista, aniquilamiento de historias, necesariamente tendencia ideológica libertadora. No más la esclavitud. Necesariamente propuesta revolucionaria. La nueva sociedad, el hombre nuevo, y eso por el estilo.
Burguesía es la nueva fuerza política y económica que surge al calor de la evolución tecnológica y política del mundo, del nacimiento del capitalismo, de la producción en serie de insumos en virtud de los cambios de épocas y hallazgos científicos; es el nuevo poder económico, la nueva clase social, superior a reyes y emperadores con sus nuevos valores y platas. Hizo posible las revoluciones en Francia, y concretó en el mundo lo que se vive hoy: el poder del don dinero disfrazando viejas y originarias estructuras de fuerzas, esto es, la de los reyes y emperadores mismos, con mimos verbales de apariencia revolucionaria. Un burgués es un advenedizo que sueña con ser rey, no obstante su sangre oscura. Véase el proceso de las revoluciones francesas, madre de lo que hoy cabalga políticamente en el planeta.
El proletario es la carne de cañón. Gente asalariada y sin pan, siempre bajo el reto de no vender su alma por un mendrugo, requerida, por consiguiente, de una guía e ideologización permanente. (¡No, no: no es insulto, es realidad!). Acompañó a la burguesía durante las revoluciones e hizo posible lo que otra vez vivimos en esta Tierra: el poder de uno, esencialmente reyes y emperadores en el poder, pero bajo formatos acallantes izquierdistas. Y así no es descabellado oír: un rey (presidente o lo que sea) revolucionario, contra sí, marxista, proletarista…
Es decir, se vive un engaño. La nueva clase social, la burguesa, se hizo emperadora con el concurso de unos engañados y harapientos, y les calla el pico a estos con la presunción de que responden a sus exigencias de cambios, de hombre nuevo, de nueva sociedad, equidad, justicia y otros atributos que costaron revueltos históricos y mucha sangre.
O sea, se vive a lo derecho, bajo sitio, y la izquierda siempre ha sido una promesa, un sueño, un ideal, la revolución necesaria que nunca llega. Se llevó el burgués a los de la izquierda proletaria al poder, en formas y palabras. Les dijo: tomamos el poder, tumbamos a los reyes de sangre, hay prensa y libertad de expresión, habrá igualdad, derechos humanos, democracia, repúblicas, y se instaló la bandera sobre el cénit de la flamante nueva era de la manipulación humana. Y la izquierda, aquellos que se sentaban al lado zurdo del parlamento, mordió el polvo quizás con la ilusón de que a futuro mordería pan e igualdad. Siempre requerida de guía y realidad, de ideología, de juntura, sistema y organización. Hay que seguir diciéndolo.
En Venezuela hay una revolución; en otras palabras: la derecha está en problemas, a punto de perder su prevalencia eterna. Significa también que Venezuela, con tantos años de capitalismo y conservadurismo, es un país estructuralmente reaccionario. Se defienden los burgueses, adentro y afuera. Se rebela al poder que se pretende instaurar durante ya dos décadas: esta vez hay el peligro de que los burgueses no puedan otra vez engañar con sus misiones emperadoras a las masas, y las masas, comunidades organizadas, comunas, consejos comunales, harapientos con más clara vista, pernocten en estado de alerta a lado del fuego y eventuales barricadas.
Y hay dos cosas, necesarias de mirar: que la izquierda a la que se le responde con tanta guerra y reacción en el país de tripas burguesas, no se deje otra vez usar, como en las revoluciones pasadas (¡vaya: historia de bolcheviques y mencheviques!); y que para evitarlo tenga que dar lo que tiene dar lógica y necesariamente: un golpe de Estado. Otra vez el cuento del gendarme necesario, pero está vez revolucionario, proponente, en custodia de las losas puestas sobre el camino labrado.
No existe manera, no hay documentación histórica sustentada, de que la izquierda y la revolución prevalezcan sin golpes estructurales sobre el material derechista, aunque tampoco existe documentación de cómo es que la izquierda tiene que conservar el poder sin traicionarse ni hacerse rey. ¡Véase que se dijo "conservar", y que las mismas palabras preservan su tinte ideológico! ¡Ni hablar de cuando un revolucionario alcanza el poder! ¿En qué se convierte: en un destructor o rehacedor de sueños?
Se lee con los manuales sobre cómo realizar la revolución (no sólo con Marx), pero no de cómo sostenerla en condición de Estado en medio de una jungla mundial e institucional burguesa. Tal circunstancia hace que Venezuela, al sol de hoy, con una propuesta de poder transformador en primer plano, sea un país amenazado, desestabilizado, desestabilizador, asediado, en guerra, amenaza a su vez para el status quo, amenaza inusual (cuando no regional) para las potencias, rodeada peligrosamente por los picos y palas, aristas, cabillas y concretos de las estructuras sociológicas demolidas. De manera que el golpe militar de la izquierda, a falta de historia ilustrativa que lo desdiga, no sólo luce lógico, sino inevitable.