Ante el cúmulo de ataques que internacionalmente se producen a diario y sin descanso contra el gobierno venezolano y su sistema económico socialista, es acertada aunque algo retardada la respuesta del Ejecutivo Nacional. Planes gubernamentales muy bien intencionados, pese a fallas naturales de algunos de los motores para el desarrollo, víctimas del descuido oficial por la nefasta costumbre que corroe el accionar desde las esferas del poder, imposibilitados de superar trabas burocráticas, y culto a la flojera que refleja la frase "como vaya viniendo, vamos viendo" de la telenovela "Por Estas Calles", a mediados del Siglo XX.
La defensa comunicacional de la revolución es mayor y mejor ahora, que cuando expulsaron a Hugo Chávez en 2002, pero tropezamos con demasiadas cadenas presidenciales, aunque algunas sumamente necesarias. El problema es el excesivo enfoque propagandístico de alabanza al Jefe del Estado, minimizando la potestad legal para informar por radio y televisión -también en cadena-, acciones oficiales de beneficio general, defensa ante los brutales ataques contra nuestra soberanía, o por qué se llevan a la justicia civil y militar, terroristas que destruyen, queman y dejan pérdidas materiales, junto a un reguero de muertos y heridos. En otras palabras, menos adulancia presidencialista, y mayor información de la revolución.
Con la estrategia del oficialismo revolucionario, un tanto descuidada y a ratos innecesariamente empleada, será más difícil demostrar al mundo que Venezuela no está viviendo la desgracia humanitaria en la cual nos describen, particularmente en el exterior, sino que sufrimos una guerra de misiles publicitarios y mediáticos llena de engaños acerca de la presunta "dictadura de Maduro", antes la "dictadura Chávez". Enfrentamos desde el 2 de Febrero 1999, señalamientos para hacer creer que nos rige una presunta Chávez-dictadura o Madu-dictadura, solo que esta situación anómala es doble "F", dictaduras doble "F", fabricadas y fabuladas.
