En Altamira todo el mundo anda encapuchado

Sábado 20 de mayo. El día que quemaron al joven Orlando Figuera. Lugar: Caracas, Altamira.

El gentío venía cruzando por la avenida Francisco de Miranda hacia Chacao, justo frente al Centro Lido. Nosotros habíamos bajado ya de la buseta que vino serpenteando desde la Casanova, evadiendo piquetes de la Policía Nacional Bolivariana en funciones de orden público. No había paso hacia Chacaíto. Otro sábado de "plantón", la grosera "protesta" opositora, violatoria de la Constitución porque nos impide movernos libremente en nuestro propio país.

El chofer conocía la zona y no hubo recoveco que no buscó para ganarle a la adversidad. Íbamos como en círculos. Dos veces pasamos por el centro comercial El Recreo. La autopista Francisco Fajardo estaba ya tomada por la Guardia Nacional Bolivariana. Eran casi las 3 pm. El conductor retomó la Casanova y decidió subir hacia la avenida Libertador cruzando por Sabana Grande a la altura de Chacaíto. Pude ver ríos de gente tratando de llegar a su destino a pié porque las estaciones del Metro estaban cerradas, por resguardo a sus instalaciones.

Al fin llegamos a la Libertador. La buseta tomó a toda velocidad por el nivel inferior y salió de allí en el segundo desvío, buscando la Francisco de Miranda. Desde la ventana divisé a la estólida oposición que venía desde el Centro Comercial Sambil y ya llegaba a la MIranda. El colector fue franco: "Hasta aquí llegamos, mi gente. Además este carro es rojo y ellos (refiriéndose a los manifestantes) son muy democráticos. Ni de vaina pasamos pa’allá".

Pues nada. Tocó bajarse y fue allí cuando nos encontramos de frente con la glamorosa marcha de la MUD. Ya a pié nos metimos entre el gentío que caminaba decidido, dueño de la calle. Un ambiente de intimidación dominaba la escena. Ni siquiera nos miraban y avanzaban atropellando a quienes íbamos en sentido contrario.

Bien vestidos, con ese inconfundible look playero: sombreros, gorras y "tenis" de marca. Un aroma de bronceador/bloqueador endulzaba el aire. "Se ahorraron un realero en bronceado artificial", pensé, porque ya con 50 días de relajo la piel está "tostada", con ese tono estupendo que antecede al cáncer de piel. Los jóvenes llevaban sus rostros cubiertos hasta los ojos y de su pecho colgaban las máscaras esas de la segunda guerra mundial. Las hay desde Bs 39 mil hasta Bs 250 mil. Casi todos llevan cascos de diferentes colores aunque predominan el amarillo y el blanco cuyo costo oscila entre los 8 mil y los 15 mil bolívares, dependiendo de la forma, dimensión y accesorios. La nota ahora es andar con la cara encubierta, y dejar a la vista unos hermosos ojos claros. Otros tratan de emular al mítico Comandante Marcos, con las distancias del caso, claro…Las chicas ponen flores en sus cascos. Todos llevan cámaras, emplastes de pasta dental en la cara y morrales llenos de bastimento. Esos mismos glamorosos opositores fueron los que alentaron el linchamiento de un joven venezolano por su color de piel y por decir que es chavista.

A lado y lado de la marcha había motorizados atentos, encapuchados todos; unas camionetotas identificadas con banderas blancas y una cruz verde; equipos de médicos y paramédicos y también la Cruz Roja Internacional. Otros carros cargaban la "hidratación" y muchas bolsitas de gel de esas que se meten en el freezer y se usan para los dolores de cabeza. De pronto me confundí y pensé que aquello era el maratón de Nueva York…Dos horas duró la travesía desde Colinas de Bello Monte hasta Altamira, donde vive nuestra amiga y a quien quisimos visitar. Ahora sé que ese olor a quemado que inundó el apartamento como a las 4 y media de la tarde, fue el momento en que un guarimbero enfermo prendió a Orlando Figuera. Desde el balcón veíamos a encapuchados pidiendo plata ("martillando") a los carros que pasaban…Ni siquiera respetaron a una enorme limousina.

El regreso no pudo ser peor. Al salir a la calle, en pleno corazón de Altamira, el miedo rondaba en sus calles. La Francisco de Miranda trancada. No había transporte público y el que se conseguía cobraba a Bs 300 el pasaje. Antes habíamos evaluado la posibilidad de pedir asilo en la casa que visitamos pero nos arriesgamos. Parece que por esos lares andar encapuchado ya es normal. Emprendimos a pié un penoso trayecto por la transversal. El restaurant Miga’s repleto de gente, como en un mundo paralelo.

Cada rato había una corredera, sonaban detonaciones, olía a humo y a gas lacrimógeno. Más encapuchados. Tres chavistas caminando a las 6 de la tarde por esa zona y, además, con pinta de chavistas. Pensé en César Miguel Rondón…Un silencio sobrecogedor en el pequeño grupo, nadie hablaba sino para dar precisas instrucciones: "camina rápido" "vamos por aquí" "no tomes más fotos" "apúrate"…Habíamos desandado el camino a pie, otra vez. Cuando llegamos a la altura del Centro Lido aquello parecía una ciudad en guerra: vidrios a lo largo de la avenida, paradas de autobús destrozadas, barricadas humeantes, muchas bombas regadas en la calle, un aroma que golpeaba la dignidad porque había "puputovs" por todos lados, botellas llenas de pintura estrelladas en paredes y autos. Me comenzó a arder la cara. Apareció una buseta mandada por los dioses. Mis pies ya no daban y nos subimos en ella. Cuando llegamos a Sabana Grande y vimos otro gentío pero alegre y relajado, paseando, comiendo helado, cotufas, o mirando a los artistas espontáneos pensé: ¿Venimos de una guerra?…Que se quede allá esa guerra, en el "este del este"…

Evoqué la última imagen que tuve de esa guerra: los opositores, tomaron los envases ya usados de las bombas lacrimógenas (me dijeron que cada bomba cuesta 25 mil dólares) y construyeron con ellos un letrero en la calle (para la visual de drones): "Aquí está tu paz. SOS"… ¿La de los sepulcros?



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Luisana Colomine

Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista.

 @LuisanaC16

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