En mi época de liceísta, casi finalizando el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, comienzo a participar en actividades políticas promovidas por la Liga Socialista a través de su frente estudiantil: Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo (Meup). Desde el propio liceo Pedro Emilio Coll (Coche) y en contacto con compañeros de centros educativos circunvecinos de la Parroquia El Valle: Diego de Lozada. José Avalos, Gregorio MacGregor (Técnica), impulsábamos distintas actividades de protesta para defender los derechos estudiantiles y denunciar las injusticias y los atropellos del régimen de turno.
Claros y reveladores recuerdos de un periodo que afina la sensibilidad social y abre cauce a los sueños e inquietudes de una juventud rebelde, colmada de ideales, y con un claro talante crítico-contestatario. Ese grupo estaba conformado por jóvenes en su mayoría entre 15 y 17 años, aunque había algunos que apenas rozaban los 14 años: Nicolás era uno de ellos, aunque muy alto de estatura. La lista, no tan abundante en número, pero si elevada en el cumplimiento de una agenda intensa de actividades que incluía los fines de semana jornadas de círculos de estudios, batidas para recoger fondos económicos, pinta de pancartas y murales en Alta Vista (Catia) donde se encontraba la sede nacional de la Liga Socialista. Con algunos de ellos pude coincidir nuevamente en la U.C.V., con otros solo el recuerdo de aquel tiempo
Una de las consignas emblemáticas y más vitoreadas tanto en actividades de calle como en jornadas de agitación y de promoción del "Basirruque"- periódico de la Liga Socialista - decía: ¡¡El pueblo lo dice y tiene razón, Carlos Andrés es hambre, miseria y represión!! Este lema se convirtió prácticamente en uno de los mensajes de mayor calado en el accionar político de la Liga Socialista, porque resumía y desnudaba en pocas palabras la esencia de un gobierno corrupto, autoritario y entreguista que le incomodaba ampliamente las críticas, las protestas callejeras, la defensa de los derechos humanos y la tenacidad de la izquierda radical. Tan es así que para esa misma época ordenan, desde las alturas del poder, el vil asesinato del fundador y secretario general de la Liga Socialista Jorge Rodríguez.
Curiosamente y con el transcurrir de los tiempos, la dinámica política voltea la tortilla y pone en vigencia nuevamente esta consigna en los barrios, en comunidades populares, en la clase media venezolana y en las colas de todo el país, sustituyendo, el nombre del ex presidente Pérez por el de Maduro, quien fue paradójicamente uno de los más enérgicos voceros de ese mensaje en sus primeros años de militancia política. Quien iba a pensarlo. ¿Entonces? ¿Qué pasó? ¿Qué queda de izquierda y de revolucionario en el gobierno de Maduro? ¿En qué momento se bajó del tren del socialismo del siglo XXI y se montó en la versión más salvaje y despiadada del neoliberalismo salvaje y del autoritarismo como forma de gobierno?
Como miembro de esa generación que soñó un mundo mejor, esperaba al menos una actuación más coherente, más humana y responsable en la conducción del país. Un dejo de decepción me abruma al constatar que alguien que pisó el mismo asfalto y levantó las mismas banderas tenga un desenvolvimiento tan nulo y tan patético; una práctica tan alejada de principios humanísticos y democráticos, y sobre todo de espalda a las necesidades de un pueblo que está siendo estrangulado hoy como ayer, como apunta la remozada consigna, por el hambre, la miseria y la represión.