Dieciocho años después de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), liderada por nuestro presidente Hugo Chávez, tanto opositores como chavistas, reconocen la voluntad política, las bases fundamentales, así como el protagonismo y participación del pueblo venezolano para el llamado a una Constituyente. Por supuesto que la oposición hoy día reconoce esa iniciativa a su manera y por eso pretenden desvirtuar la naturaleza de la misma, pero les costó reconocer 18 años después que ésta es la mejor Constitución del mundo, aunque la violen constantemente. No obstante, hay un sector del país: la Conferencia Episcopal, que se quedó en las catacumbas y nunca reconocerán el papel que al Poder Originario le otorga la Constitución mediante la ANC que, como otrora lo hizo el comandante, hoy lo hace Maduro para romper las barreras antidemocráticas de esta sociedad capitalista. Aún tardará mucho para que la iglesia católica acate la voluntad de un pueblo, para que se enrumbe de una vez y para siempre hacia nuevos caminos de justicia, de paz y de libertad, tejiendo la nueva Constituyente de las manos de estudiantes, campesinos, la clase trabajadora, aborígenes, negros, adultos mayores, personas con condición especial o discapacidad, esa misma población a quienes ellos consideraron poca cosa (a pesar de que han vivido a costa de ellos), por no ser de clase burgués y con quienes ellos se codean diariamente.
Es la misma lucha de clase que siempre ha existido, y seguirá en pie mientras permanezca en esta sociedad este tipo de instituciones que ha dominado por muchos siglos este planeta para controlarlo, esclavizarlo y peor, engañarlo en nombre de Jesús, del Cristo (nombre que ellos inventaron), de la cruz, del pecado y del infierno, fingiendo ser representantes de un dios en la tierra. Su postura al manifestar que la Constituyente "es innecesaria y peligrosa para la democracia venezolana, para el desarrollo humano, integral y para la paz social", es entendible, dado que el poder popular tiene el derecho constitucional de participar y protagonizar directamente como Constituyentista, como una unidad, para fortalecer la actual Carta Magna, como manifestación de todo cuerpo político, social, económico y cultural del país, para generar las condiciones objetivas y subjetivas del cambio del sistema económico burgués por el socialismo humanista científico, cuyo actor principal en esta lucha de clases, es la clase obrera, el campesino, dignos de reivindicar como especie humana. Fue esta misma clase la que la iglesia más usó para lucrarse, para esclavizar en función de su fe o creencia y hoy engañan nuevamente argumentando que el comunismo y el socialismo son sistemas que atentan contra la humanidad, cuando en realidad el neoliberalismo es antihumano, generador de violencia, de hambre, guerra y destrucción; pero ellos son parte y cómplices de este sistema, por eso bendicen a los muchachos de Baltazar Porras para ir a bombardear a los niños en las guarderías, a los que van a destruir las bases militares, a policías y guardias (como si no fuesen seres humanos o no tuvieran dolientes), a los que queman personas de color, a los que destruyen este país dañando o matando al hermano; también se alegran de la medida humanitaria para Leopoldo López, pero no dicen nada de los daños que han causado a infraestructuras los "muchachos pacíficos", ni de los muertos que pesan sobre los hombros de la MUD. Por esta razón la constituyente es peligrosa para la "alta jerarquía" de Diego Padrón, Jorge Urosa, Baltazar Porras, Ubaldo Santana, José Luis Azuaje y demás miembros de esta secta.
Parafraseando a Alí les aseguro que "No basta rezar para pedir por la paz de Venezuela señores de la Conferencia Episcopal, mucho menos si no rezan de buena fe, si no rezan de corazón o si rezan solo por conveniencia del bando que ustedes aplauden. Nada se puede lograr si no hay revolución, si rezan los curas, rezan los empresarios, rezan los perros de la guerra, pero maltratan al campesino, a la clase obrera, si aumentan los productos de primera necesidad, desaparecen la comida y buscan una guerra entre hermanos. En el mundo no habrá paz mientras haya explotación del hombre por el hombre, mientras la iglesia sea el artífice de esa desigualdad entre la humanidad. Cuando el pueblo se levante y que todo haga cambiar, ustedes, seguramente, seguirán rezando para que ese pueblo no se despierte nunca, pero se quedarán como su vestimenta, en la oscuridad". Es innegable el papel que juega hoy en el campo de la política en Venezuela la cúpula de los púrpura, similar a la época del fascismo en la II Guerra Mundial, o a la del Golpe de estado de 2002, en pro de un sistema capitalista que persigue el bien individual para generar una polarización en la sociedad. Sin embargo, más temprano que tarde este pueblo reaccionará en contra de la conducta irracional de los que visten de sotanás. Es fácil concluir, entonces, que si el episcopado se opone a la Constituyente es porque ésta es sana, buena, nos conducirá hacia el cese de la violencia y el entendimiento, defenderá al colectivo, al bien común, al proyecto socialista de Bolívar y de Chávez: romper las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder de los esclavistas. ¡La Constituyente va!
(*)esmeraldagarcia2309@yahoo.com
Licenciada en Administración