El miércoles 23 de agosto, a pocas horas de disponernos a tomar vuelo de retorno a Maiquetía recibimos notificación, vía mensaje telefónico, que la Aerolínea suspendió el vuelo. Al comunicarnos telefónicamente nos indican que a la brevedad se nos reintegraría el dinero cancelado por concepto de boletos y que podríamos formular cualquier reclamo vía correo electrónico.
Mantuvimos la agenda y según lo previsto llegamos al Santiago Mariño el jueves 24 a las 3:45 a.m. Allí encontramos un considerable número de viajeros quienes entre desconcertados y rabiosos no cesaban de injuriar al personal que permanecía incólume en su lugar de trabajo, repitiendo que la Empresa reembolsaría el costo del boleto una vez tramitado y que los afectados podían formular denuncia escita vía electrónica.
A los pocos minutos alguien se acercó a las oficinas del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC) y explicó que debíamos recoger las firmas que acompañarían la denuncia de los pasajeros. Algunas pocas personas reclamaban ofuscados. Muchos comenzaron a salirse de la cola y cada cual se fue acercando a las taquillas donde otras aerolíneas ejecutan sus operaciones de verificación de boletos y de recepción de equipajes.
Apareció un funcionario del INAC que después de balbucear algunas palabras lo único que dejó claro fue que apenas recibiría la denuncia, como lo indicaba la ley, y que los pasajeros varados no eran su responsabilidad. No le volvimos a ver la cara durante las próximas 17 horas, tiempo que permanecimos ese día en el aeropuerto.
Fue una jornada intensa para los que decidimos insistir en abordar otras aerolíneas con vuelos a Maiquetía ese día, asumiendo el pago de nuevos boletos. La verdad fueron muy pocos quienes lograrlo hacerlo. Ni siquiera considerando la posibilidad de dar prioridad a los adultos mayores fue posible que adquiriéramos dos boletos.
Después de 17 terribles horas de desasosiego volvimos al plácido lugar que durante 9 días nos acogió. Entre desesperados y ansiosos decidimos al día siguiente insistir en el propósito de partir de la isla o al menos poder abordar a los adultos mayores en cualquier vuelo del día 25.
A las 4:45 del 25 llegamos de nuevo al Santiago Mariño, esta vez con menos desespero pero con no menos ansias de lograr el objetivo del día anterior. A pesar de las diligencias, adelantadas por trabajadoras de la Aerolínea responsable de nuestro infortunio, a fines de abordarnos en otras aerolíneas, fueron muy pocos los pasajeros que pudieron hacerlo en el primer vuelo. Al ser incorporados a pasajeros en lista de espera las esperanzas parecían renacer. Al constatar a las 10:00 am que ninguno de los "pasajeros varados" fue abordados, las esperanzas comienza a difuminarse. A los minutos de considerar desistir del objetivo corre el rumor de que la aerolínea reanuda las operaciones y al día siguiente tendrá vuelo a las 6:00 a.m. Confirmado el rumor, una simple llamada permite confirmar nuestros boletos para el día siguiente y así después de 6 horas en el aeropuerto, que sumadas a las 17 horas del día anterior totalizan 23 horas perdidas, volvemos a disfrutar de un grato almuerzo y de una última plácida tarde en la isla. Finalmente el 26 partimos del Santiago Mariño y llegamos a Maiquetía.
Esta breve crónica de 23 horas de infortunio en el Santiago Mariño no menciona gastos adicionales que significó para una familia de 6 personas la suspensión de operaciones comerciales de Aeropostal (cafés, tequeños, pizzas, etc.). Entre los cuales es necesario incluir además el traslado desde el extremo norte de la isla al aeropuerto durante dos días.