Guadalupe Urbina y Sergio Garraví
miradasdesdeelinvisible@gmail.com
"Al minero no se nos califica, se nos descalifica porque eso le conviene a más de uno[1]"
Carlos Meneses. Minero de Tradición
Lo primero que aseveramos es los pequeños mineros no fueron considerados como potenciales aliados del desarrollo minero en el marco del AMO. Y eso tuvo su expresión mediática cuando durante el lanzamiento del mismo[2] en la elegante sede del BCV, no hubo representación de la pequeña minería en el acto. A diferencia de empresarios y gestores de trasnacionales. De forma, quizá, ingenua, los pequeños mineros organizados han defendido el proyecto AMO porque este, para bien o para mal, empezó a visibilizar de alguna manera los retos asociados al desarrollo de la minería en el país. Cualquier politica que pudiera surgir a favor de ellos, ellos y ellas la han luchado. Los 40007 kilos de oro arrimados al Estado han sido producto del trabajo de la pequeña minería. Sin más ni menos. Así de simple. Pero los mecanismos que permiten su regularización, así como la compra justa del material, están lejos de ser aclarados. Esto nos confronta con un elemento poco debatido. Los pequeños mineros continúan hoy siendo objetivos del llamado "matraqueo" operación que deja profundas heridas en los ámbitos de trabajo por configurarse ya en una forma arraigada de maltrato psicológico, así como pretexto para ejercer violencia sexual contra mujeres trabajadoras en las minas [3] y que es ejecutado desde diferentes actores que hacen vida en las zonas mineras (bandas armadas, algunos efectivos de cuerpos de seguridad, terratenientes del oro, contrabandistas, y todo aquel que apoyado en armas se le ocurra improvisar una "alcabala" etc).
Por otra parte, ya centrándonos en el campo de las críticas contra el AMO, amplios y documentados han sido la mayoría de los artículos que últimamente se han escritos sobre el AMO, siendo el enfoque activista ambiental-académico[4]el de mayor difusión, seguido de la investigación sobre bandas armadas presentes en el territorio. Violencia, contaminación, corrupción, trasnacionales, pranes y prostitución son los campos analíticos que contextualizan el debate sobre el AMO.
Sin ánimo de increpar ninguna de las perspectivas predominantes en el tema, necesario es precisar que en la inmensa mayoría de estas, prevalecen la descalificación del minero y/o la ausencia de referentes que comuniquen la existencia de un movimiento de pequeños mineros mineras organizados con propuestas destinadas a buscar una solución a la compleja realidad en Bolívar. Ya sea por ignorancia, comodidad analítica o necesidad de demostrar una postura ecologista aséptica, muy académica y erudita por cierto, lo cierto es que todas esas visiones denotan un férreo clasismo velado que recae sobre el minero-minera.
Explotados por el poder económico en la zona, subestimados por la lógica institucional para la cual solo la "gran minería" es la solución, ocultados por académicos y culpabilizados de todo el daño ambiental por parte del movimiento ambientalista urbano, si tienen "suerte", los mineros son apenas asomados como una masa homogénea, sin voz, en cuyo contexto ocurre violenta, viven los malandros y se matan unos a otros con bandas armadas. Tímidamente, por allí, hemos visto, alguna que otra referencia que los reconoce discursivamente como quienes arrimaron X cantidad de oro. Y esto, se debió en parte a que durante la brevísima gestión de Arreaza como rector de Minas, los pequeños mineros afirman que tuvieron la oportunidad de ser escuchados y de alguna manera ser visibilizados a través de algunas asambleas en el territorio, caso Tumeremo, El Callao. Pero de allí no pasó. Aconteció un cambio repentino de ministro. Los mineros continúan produciendo el oro que reportan las autoridades con orgullo nacional, y a su vez, siguen marginados pues no cuentan con un marco de protección legal en sus áreas.
Existe un movimiento de mineros y mineras organizados que reivindican su trabajo demostrando su capacidad no sólo para producir oro, sino por resistir a la violencia en sus comunidades; violencia que con premeditación se fue instalando en la zona desde la década de finales 80-90 (ver referencia del grupo armado los 24, sector 88) y progresivamente se ha ido enraizando en las zonas mineras (ver proceso de dominio banda El Topo). Al respecto Antonio Acosta[5], hoy de 68 años, nacido en Las Claritas, nos dice "en la mina [Sector El Dorado] donde llevo más de 20 años trabajando no había violencia. El 98% de los mineros somos gente de trabajo, honesta y hemos sido bien pobres. Eso nos hizo presa facilita de las bandas. Cuando el Estado abandonó esto, [en testimonio anterior hace referencia a Plan Caura] poco a poco fuimos viendo que entraban las bandas y empezaron a someternos. Ustedes saben bien de donde viene verdad. El que hable de eso sabe lo que le pasa", agrega "todo el mundo dice somos los malandros, minero malandro, y eso no es así, ¿hasta cuándo?".
Por medio de una revisión periodística de medios locales, así como entrevistas de campo, podemos concluir la existencia de un grupo de pequeños mineros y mineras que han estado a lo largo de muchos años exigiendo la creación de un Ministerio de Minas[6] que permitiera romper con la ambigua y peligrosa relación de conflicto de interés que ha predominado como consecuencia de su carácter de apéndice de PDVSA. Lejos estamos de una idealización del minero, pero si queremos develar que existen diferentes tipos de mineros y mineras, siendo el pequeño minero-minera tradicional quien por años ha estado ejerciendo la actividad en algunas áreas de El Callao, El Dorado y Las Claritas, el sujeto diluido en las representaciones sociales del minero, las cuales, como sabemos son dominantes y no se han construido en el vacío, sino que son producto de un amplio marco de interacciones sociales desarrollas en contextos de disputa.
El pequeño minero-minera del cual nos referimos y que hoy reivindicamos y defendemos, es el trabajador-trabajador de tradición, organizado en diferentes formas asociativas, y que sin embargo, continúan siendo "ilegal" por no contar con la regularización de sus áreas y como consecuencia, son los que se exponen al robo de su trabajo, al matraqueo, al pago de vacuna, a la violencia, además de estar obligados a adquirir alimentos y demás bienes y servicios a precios de 200 a 2000 veces más costosos frente al mercado regular. Separamos así este pequeño minero-minera del garimpo, del trabajador extranjero como el guyanés, brasilero, colombiano que por diferentes razones, muchas por control del territorio, se hacen "mineros" no porque lo hayan sido y tengan pertenencia identitaria de minero tradicional, sino por la necesidad de imponer su dominio en el territorio impactando severamente dinámicas sociales de trabajo y conquistando cauces de ríos en áreas de difícil acceso. De igual forma, están los venezolanos trabajadores que por la coyuntura económica han emigrado a Bolívar con miras a trabajar una temporada y que luego regresan a su hogar en determinadas épocas del año.
"Soy pequeño minero, con orgullo lo digo, lo fueron mis padres y mis abuelos"
El pequeño minero-minera organizado, ha estado por años demandando políticas públicas que le permitan arrimar su producción a las arcas del Estado, invertir una parte en el desarrollo de sus comunidades, mejorar los mecanismos de producción con tecnologías a pequeña escala que prescindan del mercurio, entre otros aspectos.
Antes de caer el sarcasmos provenientes de lecturas académicas privilegiadas desde lo urbano- alternativo, no se trata de tomar la postura de que ahora el pequeño minero es bueno perse, sino de entender que tanto su ocultamiento o estigmatización esencialista, no permiten develar aspectos fundamentales que rigen las relaciones de poder en Bolívar, que se hacen extensivas al país, e incluso se puede observar que gracias al contrabando de extracción, algunos países sin minas[7], han reportado una acumulación del preciado metal que sí se averigua la ruta de origen aparece sin duda, el estado Bolívar. Repetimos, esto es gracias al contrabando de extracción y precisamente, a una violencia ejercida sobre el comunidades mineras. El estigma o la supresión de la perspectiva de los mineros organizados, colaboran también con el encubrimiento de la violencia originaria que estalla al Sur.
Dada las relaciones de poder que se imponen el territorio, se puede concluir, al menos para este momento, que con la declaración del AMO, el pequeño minero no fue considerado como fuerza de trabajo con potencialidades propias sujetas a ser fomentadas con un plan de inversión construido con ellos y ellas. El pequeño minero, ha sido considerado como un estorbo para la instalación de las empresas, pues al no discriminarse las tipologías de mineros, y en general sentenciarlos como "depredador", "anarquico","violento", esto establece un punto de coincidencia entre quienes defienden el AMO y quienes lo adversan.
La categoría de pequeño minero tradicional ha sido construida desde la posición subalterna de sus protagonistas como respuesta a las definiciones de sectores con capacidad de vocería dominantes, ya sea la institucionalidad o de quienes tienen acceso a comunicar las posturas contra el AMO.
Hay debates obligados que ameritan un tratamiento profundo y detallado como lo son los referidos a los impactos ambientales y la salud. El fenómeno de las bullas. A estos se suma el intentar explicar el fenómeno que va en aumento relacionado con la minería ejercida también por indígenas en sus zonas ancestrales hoy parques nacionales al Sur. Estaremos contribuyendo al análisis de estos en futuros escritos.
Pero lo más importante, es habilitar espacios para que en las próximas discusiones sobre la minería al Sur, los mineros organizados estén presentes, planteando sus realidades y testimonios.Ojalá se acelere lo que debe acelerarse.
____________________________
[1] Se suprime el nombre real del informante por razones de seguridad
[2] http://www.cnip.pdvsa.com/index.php/noticias-cnip/89-decretada-zona-de-desarrollo-estrategico-nacional-arco-minero-del-orinoco
[4] Hay una ausencia en el análisis la discriminación de los impactos de la minería realizada por las grandes empresas anteriores al gobierno Chavista como antecedentes innegables de los impactos ambientales que se ven hasta hoy. Por otra parte, si hay algo que agradecerle al AMO, al menos desde la perspectiva investigativa, es que despertó el interés de un movimiento ecológico y académico, poco interesado hasta la creación del AMO, en lo que acontece en el Sur desde hace muchos años.
[5] Se suprime el nombre real del informante por razones de seguridad
[6] http://minci.gob.ve/2016/06/creado-ministerio-para-desarrollo-minero-ecologico-y-su-titular-sera-roberto-mirabal/. La gestión de Mirabal, no solo fue deplorable en términos organizativos, sino que representó los más puros intereses de empresas y solo acudió a los pequeños mineros cuando desesperado debía hacer un acto público con el Presidente para demostrar la capacidad de arrime de oro del Ministerio.
[7] Ver Datos oficiales de las reservas de oro de los bancos centrales difundidos en Informe del Consejo Mundial del Oro (World Gold Council – WGC) publicado el 2 de mayo del 2017. Ejemplo Aruba 3,1 toneladas