Existen muchas maneras de elevar el espíritu de nuestros líderes, porque es necesario reafirmar en público y a viva voz, que ese liderazgo pertenece a un colectivo y que es un músculo fuerte para enfrentar las adversidades, lo que si no se puede permitir un ser humano con conciencia y valores propios, es caer en la exageración y en la inflexión moral ante un ser tan igual que uno y quizás con mayores defectos que uno. La actitud de curvatura, desviación o torcimiento de lo que es la rectitud de un ser humano ante la necesidad de ser reconocido por el otro, lleva a la desconfianza y, en el caso más radical, a la anulación de ese personaje que piensa que adulando, que masajeando el ego de quien ostenta circunstancialmente el liderazgo, obtendrá beneficios o conquistará un lugar privilegiado en el séquito del líder. Este tipo de comportamiento anormal y con marcada características de un ser con baja autoestima y poca fortaleza en cuanto a lo que piensa y desea hacer con su vida, termina por difuminarse en la dimensión del líder y su auto-anulación es evidente, hasta que por situaciones de la vida despierta de su letargo y se impone ante sus semejantes, ocupando su espacio y ratificando que el ser humano por razón natural es líder de sí mismo.
En la obra de Peter Senge ("La Quinta Disciplina en la Práctica", 2006), el autor, en la introducción de la obra, cuenta la historia de una Tribu Sudafricana, llamada Natal, la cual tiene como saludo común, equivalente al "hola" nuestro en Occidente, la expresión "Sawu bona", la cual significa literalmente "te veo", a lo que la persona receptora del saludo contesta: "Sikkhona", estoy aquí. En concreto, es un acto de reconocimiento de que alguien existe, de que está ahí y de que quien es reconocido asume su realidad de que existe, de que es alguien valioso. Eso debería ser la actitud de la masa ante el líder, reconocerle que está ahí, que existe, pero a su vez que el líder asuma que existe tanto para él como persona como para beneficiar, con su buen juicio, a todos los que le están reconociendo.
Esto lleva a teorizar un tanto acerca de una conducta muy latinoamericana y mundial, que hemos conocido como "jalas bolas", en el Medioevo se decía "acariciar los testículos" causando sensación de adormecimiento y placer vital, condición perfecta para que el líder tomara decisiones a favor de quien acaricia. La modernidad le ha dado un sentido más despectivo, la califica de "jalabolismo", arte de humillarse para conquistar afectos y prebendas de su líder. En el pensamiento cristiano ha existido por años una incógnita: ¿Cómo puede Dios arrodillarse delante de los hombres? Y eso nos lleva a la semántica hebrea, donde el nombre "berej" signifiva rodilla, relacionado con dicho nombre es "baraj", que indica una acción de ese verbo reconocida como "arrodillarse"; un primer significado, de arrodillarse, implica el término "bendecir" a Dios y al hombre; es decir, la palabra "arrodillarse" no necesariamente tiene que ver con adoración, como aparece reflejado en el libro del Génesis, capítulo 24, versículo 11; no significando necesariamente que tenga que ver con Dios, sino con un acto de reconocimiento a la divinidad; también en el libro Segundo de Crónicas, capítulo 6, versículo 13, se dice: ". . . se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo . . ." Ese acto no es de inflexión ni de rendición, menos de humillación, es un acto de reconocimiento y bendición. Hoy día entendemos que el que bendice está de pie y los bendecidos de rodillas, por lo tanto actuar hacia el líder desde una conducta débil y de sumisión, no nos hace partícipes, como en el caso de Dios, de una bendición sino de una extremaunción, producto de nuestra incapacidad de reconocernos a nosotros mismos en ese acto de reconocimiento que hace el líder.
El escritor Agustín Arzola, en el espacio web denominado "El nuevo Cojo Ilustrado" (http://www.elnuevocojo.com), publicó en el 2005, un atrevido artículo de opinión titulado "Tratado sobre el jalabolismo", en el cual decía: "…El jalabolismo o jalamecatismo es una disciplina practicada por el ser humano a nivel mundial, que consiste en el acto de adular a alguien que tiene cierto o mucho poder, ya sea político, económico, social o de cualquier tipo, a fin de conseguir ciertas dádivas o beneficios personales o grupales…" En un aspecto puntual, el ser humano es aleccionado, física como mentalmente, en el arte del jalabolismo, ya que "…se les coloca una serie de objetos colgantes en las cunas, llamados móviles, para que estos desarrollen los músculos que les servirán en el posterior acto de jalar y guindarse durísimo. También se les aplica la técnica pavloviana del reflejo condicionado, por lo que al momento en que ven a la persona que puede satisfacer sus necesidades fisiológicas, principalmente el hambre, el niño llora hasta que alguien sacia cualquiera que sea la necesidad de la que es objeto en ese momento".
En ese marco de la teorización del jalabolismo, Arzola alcanza destacar que su articulación no es negativa para quien lo practica, siempre y cuando logre sus objetivos de ser "visto"; la importancia, recalca Arzola, es tener en mente que, "…el acto de jalar bolas, nunca debe ser detenido por cuestiones morales o éticas. Muchas personas se cohíben de jalar bolas porque creen que van a caer en un plano en el cual pueden ser considerados menos que insectos. Todo lo contrario, el jalabolismo debe ser visto como una conducta ejemplar que permite alcanzar rápidamente altos niveles de vida. Basados en esta reflexión, enunciamos la ley fundamental de esta disciplina: Jalar bola puede que denigre tu integridad física y moral, pero piensa en todo lo que obtendrás a cambio de tu dignidad…"
A todas estas, coincido con Arzola de que "…el jalabola no nace, sino que se hace". Ni el descubrimiento del fuego, recalca Arzola, "…ni la invención de la rueda, ni la escritura, el tornillo o el clavo han sido tan trascendentales para la historia de la humanidad como la invención de la práctica humana de jalar bolas, la cual ha contribuido profundamente al desarrollo de los grupos humanos, una persona a la vez, sin importar la características particulares propias de cada individuo, o lo que es lo mismo, del jalabola, en sociedad…"
En un sentido puntual, el jalabolismo es ya una cultura de nuestro Sistema Democrático de partido, acá sobresalen figuras importantes y en los sendos discursos políticos los vemos haciendo parte de un público que asienta con la cabeza posturas agrias, rebeldes o locas, que intuimos legítimas proponer por parte del líder, pero que cuestionamos poder expresarlas nosotros mismos, ante nuestra propia anulación como personas y como electores.
¿Cuál debería ser nuestra postura ante esta teoría de la realidad? Asumir la responsabilidad de ser "jalabolas"; permanecer anclados en un silencio profundo, donde la mirada siga la guía de ese líder del cual aspira ser reconocido y que, quizás, solamente termine siendo el bulto de masa humana que sirva de escenario y legitime el mitin o actividad pamfletaria en nombre de la libertad y autodeterminación de quienes dirigen, porque a la masa, al pueblo, esa autodeterminación aún no llega y se teme, ante tanta inflexión, que no llegará.