Dedico este comentario a los que odian sin tener razón, como dice la canción, a los que voltean la bandera, su bandera, enloquecidos y vidiotizados. Una señora y su esposo me increparon frente a un cajero automático bancario, “¿cómo es posible que usted todavía defienda esto?, nosotros lo oímos por la radio, a veces…”. Mi respuesta aparte de agradecerles la sintonía fue una pregunta que sorprendió a ambos, -a juzgar por la expresión-. “Disculpen, pero ¿ustedes no se han dado cuenta cómo es posible que haya quienes defienden a los terroristas guarimberos que provocaron esto…?
Sin jaquetonerías ni alardes de intolerancia agregue cordialmente en forma breve que me parece una perversidad haber engañado al país cuando inventaron el cuento de “la última cola” en Diciembre 2015, y se engañan a sí mismos por la equivocación de encuestadoras chimbas, que les aseguraron un triunfo aplastante de opositores en los comicios para Gobernadoras y Gobernadores. Por fortuna nos salvó de una posible discusión estéril, que mi esposa, desde la cola contigua me llamó porque había llegado su turno en el cajero, aproveché para saludar y retirarme.
En el regreso a casa, comentamos un razonamiento sin vergüenza en tiempos de adecos y copeyanos pitiyanquis, que no toleraban críticas y ejercían censura disimulada o despiadada, arremetiendo contra sus adversarios “comunistas”. El Diputado José Vicente Rangel, defensor de derechos humanos a carta cabal, en declaraciones censuradas por muchos medios en la democracia representativa, afirmó “si es verdad lo que dicen los adecos de los copeyanos, y resulta verdad lo que afirman copeyanos acerca de los adecos, ninguno de los dos partidos tiene autoridad moral para ocupar la Presidencia de Venezuela”. Hoy podemos verlo en las descalificaciones que se hacen tras la derrota del 15 de Octubre 2017.