En el marco de las relaciones humanas laborales en las instituciones públicas y privadas, ha sobresalido, desde siempre diría Peter Senge, los conflictos y contradicciones. Es natural que entre seres humanos unos pensemos en alfa y otros en omega; que algunos consideramos ética alguna postura y otros la consideremos no-ética. En concreto, las diferencias es parte intrínseca de la cultura laboral, y no-laboral, de las personas.
El experto en inteligencia emocional, Daniel Coleman, expresa que las diferencias entre seres humanos debe entenderse como un asunto de la vida cotidiana, de ese hacerse a diario en razón de metas personales que coinciden en algunos que otros objetivos, pero no se imponen ni se manipulan para obtener respuestas inducidas que sean favorables a tal o cual interés personal.
Lo más cuestionado en nuestras emociones es ese papel de imposición, manipulación y orientación sesgada que intentamos hacer hacia quienes conviven con nuestra cotidianidad; ampliando esta reacción propia de los seres humanos, extrapolándola desde un individuo hacia la masa de personas, estamos ante un liderazgo mesiánico que irrespeta la naturaleza heterodoxa de los seres humanos.
Pareciera una inmensa contradicción, a todas estas, que el hombre siendo el animal con una capacidad racional de entender su frágil existencia, pasemos buena parte de ella luchando y enfrentándonos; manipulando descaradamente las relaciones humanas para doblegar voluntades y falsear escenarios, no importando para nada el sentido de la vida que es vivirla a intensidad aprovechando cada uno de sus espacios.
Recuerdo hoy más que nunca a don Arturo Uslar Pietri que en una entrevista cedida al diario "El Nacional" de Caracas, expresara, acerca de la literatura venezolana, que el siglo XX, tuvo excelentes exponentes, pero sobre todo tuvo una generación en extremo talentosa que se perdió entre vicios y despropósitos de vida. Fue una generación que vivió en el oscurantismo de las tabernas, desapareciendo tan sutilmente como vivieron, ahogando la posibilidad de una obra más acabada y completa. Esta misma visión de Uslar Pietri la hemos tenido algunos nuevos escritores pero a veces la reacción llega tarde, ya hay daños considerables en la humanidad de los poetas y terminan su existencia apresurados por completar una obra que ellos saben que llevan por dentro y que se hace necesario dejar como legado.
En fin, la vida significa un instante o un momento de lucidez; la vida necesita implosionar, revertir finitud en legados, en creaciones, y dejar de ser concebida como una oportunidad para minimizar la vida de los demás. En las instituciones públicas y privadas, la vida se va en los "chismes", estos tienen las características de ser frágiles en evidencias pero muy certeros en imaginación y masificación de su contenido.
En acepción de Víctor Hugo Manzanilla, experto en temas empresariales y de comportamiento organizacional, las organizaciones son imperfectas y en ellas se da un ambiente propicio para el chisme, definido como "…el hecho de hablar de la situación de otra persona con alguien que no tiene ninguna forma de influir para mejorar dicha situación..." Las consecuencias que trae el chisme, expone Manzanilla, son negativas: baja la moral de la organización, las personas en vez de hablar sobre la visión y metas de la organización teniendo una mirada en el futuro, tienen la mirada en el chisme; hace a las personas improductivas; y disminuye el potencial de las organizaciones.
El chisme, a todas estas, argumenta Manzanilla, es un tema que ha prevalecido en las organizaciones de todo el mundo a través del tiempo como una forma de comunicación informal; más allá de lo trivial que pueda parecer, representa un fenómeno socio cultural, inherente al ser humano, inevitable en el escenario organizacional, que debe ser analizado desde diversos puntos de vista para poder entenderlo y saberlo manejar dentro de los lugares de trabajo.
A todas estas: ¿tiene algún sentido atacar las condiciones de chisme en las instituciones públicas y privadas? En todos los escenarios de la vida organizacional en los cuales he laborado, he visto que el chisme surge del ocio, es decir, de la "no acción laboral". Las personas con alto grado de disposición al ocio tienden "hablar mal" para recrearse en ese sin sentido laboral, no midiendo el impacto que eso generaría en las relaciones humanas y en la manera de intercambiar información en las organizaciones modernas. Por ello es fundamental erradicar esa situación de ocio y crear una conciencia de principios y valores que rompa el cerco del chisme y lo que es un acto indignante de ataque desde el anonimato, se transforme en un diálogo productivo en las organizaciones.
Ya se destaca en la Sagrado Biblia: "…El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla…El que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo…" (Proverbios 11:12-13). Es indiscutible que quien no valore a su prójimo no se valora así mismo; se traiciona, se doblega, se hiere. Es por ello que el "guardarlo todo" no es un acto acá de ser cómplice o callar las cosas, es asumir la prudencia de entender que ese todo que se sabe ha de salir a flote cuando se necesite y no cuando se busque intimidar el corazón y alma de un semejante. La palabra puede causar muchas cicatrices y hasta es posible que termine por desorientar la verdad, imponiendo lo falso que es la contradicción misma a la vida.
En un aspecto puntual, no hagamos del chisme un acto alegórico y anecdótico; aprendamos a entenderlo como una caricatura de las cosas que suceden en la vida real y que más allá de informar y convencer acerca de alguna situación, pervierte la paz y la tranquilidad del alma que se ha visto comprometida ante tantos juicios infundados que aspiraran doblegar la capacidad de aguante de los hombres. Se hace necesario recurrir a la consciencia y transcender de ese orificio oscuro en el que está la autoestima del chismoso.