Todo hacer humano es una formación que involucra la transformación como parte de su verdad e identidad, donde innova y cambia lo que tiene que cambiar y se mantiene lo que le pertenece, que es invariable y debe permanecer en el tiempo. El hacer creativo, en los diversos mundos circundantes del vivir y no solo en lo estético, el arte, le es propio a todo ser humano en su existencia, en la vida.
Una nueva obra es un pensar, hacer, sentir y compartir que involucra al ser humano, en su desarrollo integral de los aspectos: físico motriz, cognitivo, afectivo y social. Junto al desarrollo integral esta el saber, la comprensión de un tiempo pasado, la interpretación en el tiempo presente y la aplicación en la consolidación del hacer la otra obra nueva, que instala mundo, confirma el ser histórico, creador, transformador y abre un horizonte en el devenir. El no hacer obra implica la negación de la formación y transformación humana, su crecimiento en el saber pertinente a la reafirmación del ser histórico, político y cultural con su tradición.
El no hacer, no producir, es similar a detener el mundo, el tiempo y entrar en un estado de caída, si el ser humano solo se ocupa de sobrevivir, buscando el alimento y medicamentos para mantener el cuerpo humano, por su condición orgánica, física-motriz, pensando que solo es un momento y todo pasara. .Lo personal singular es también colectivo y en un país donde no hay obras, no se construye, no se transforma, no se produce, la preocupación es mayor. Solo está el sobrevivir ,impidiendo la creación de obras ,entrando a la negación de la vida, de los derechos humanos, del buen vivir al cual solo tiene una oportunidad, por cuanto solo se vive una sola vez y no hay otra posibilidad.
Al hacer una obra le es pertinente la imaginación, el ideal, el deseo, la esperanza, el sueño, junto al aspecto físico-motriz, del desarrollo integral, en la consolidación de un proceso que implica la experiencia estética, propia del ser humano, con sus inicios inciertos, tambaleantes y perfeccionamiento en el tiempo. El hacer la obra, manipular sus elementos y dar forma, etc. le compete el activar el cuerpo, el sentir, la afectividad y el saber de las partes físicas que hacen, como el saber de la manos, del cuerpo, que manipulan o construyen, diseños de viviendas, puentes, urbanismos, diseños industriales, tecnológico, científicos o sonidos, pintura, escultura, personajes, mimos, cine etc. El hacer implica el contenido procedimental, lo práctico con la aplicación y la técnica.
La obra creada, a la vez tiene su referente o pensamiento del aspecto cognitivo, el contenido conceptual, que es ir a la comprensión de lo que se hace con su sentido común. El pensar es tan importante como el sentir que implica la interpretación frente a un problema en el tiempo presente, que es el contenido actitudianal, lo ético, que responde al operar, el intervenir lo pensado y pasar al hacer a la creación de lo nuevo que previamente no está. En la obra se pone en vigencia el sentimiento, gusto, sensibilidad e intuición y armonía interior del aspecto afectivo, junto al compartir la obra del aspecto social, donde ella sigue latente, para la continua transformación y no desaparece.
La obra, una producción creadora, obtenida por un proceso que abarca el sentir, pensar, hacer y compartir, se retoma, desde otra perspectiva menos convencional, por cuanto forma parte de la estética humana como proceso creador transformador, personal singular y colectivo en el ámbito social e histórico político. Una evidencia más directa es el arte como producto y la estética, como proceso, donde se reafirma el ser humano creador con su complejidad, su ser transformador como verdad y su ser histórico que cambia el mundo en el tiempo. Una obra es parte y habla del ser humano y de los conglomerados humanos en las aldeas, las ciudades de una nación, de los países que juntos conforman el planeta con su globalización y pluralidad en el siglo XXI.
El retomar la estética en la producción de la obra creadora, junto con el arte y abrir otro horizonte desde nuevas perspectivas se le debe a Nietzsche, Heidegger y Gadamer, en tanto ello centraron como principio el ser humano creador en el mundo, en el asumir el vivir. Se propicia con Nietzsche, que va a la tragedia, el mito con el saber de la poesía-filosofía del mundo griego presocrático y es parte del tan importante aporte de la incertidumbre del Romanticismo que abrió numerosas posibilidades. Los grandes aportes de Nietzsche continúan con Heidegger y la existencia del estar ahí en el mundo, asumiendo el mundo sensible, frente al mundo de las ideas y el platonismo con su posterior filosofía convencional. En el siglo XX e inicios del XXI lo aborda Gadamer con la hermenéutica filosófica, a quien le debemos, el poner en suspenso lo convencional: platonismo, idealismo, Kantianismo, objetivismo, subjetivismo o humanismo
Gadamer hace sus aportes en torno a la obra creada y sus eventos, como fiesta, el juego, lo simbólico, la representación, la experiencia estética y el acto hermenéutico. Estos eventos abren la posibilidad del encuentro con lo infinito partiendo del lo finito oculto, lo que está sin obviar, lo que puede ser posible y ahora es un presente desconocido por el ser humano. La fiesta amerita de un tiempo de preparativos, de un suspenso de lo cotidiano para el encuentro con lo otro desconocido, que reúne, al lado del juego lo incierto y el disfrute, el deleite y la satisfacción placentera.
El juego está presente en toda obra creada del ser humano. El juego que aun sabiendo que es un suspenso, que no afecta, desvía o cambia lo cotidiano del vivir, involucra lo más intimo el ser humano, sus expectativas, los sentimientos y forma parte de una verdad oculta. El símbolo que es más que un puente entre lo que es acordado, el código y lo que no es, pero a la vez posible de ser con pluralidades significados. Conexiones desconocidas pero presentes en las obras creadas y necesarias al ser humano, que se evidencian en una representación, que supera la copia de lo que fue previamente conocido. Es lo otro novedoso de la obra creada, del arte, gracias a la experiencia estética del factun, del hacer, de la aplicación, posterior a la interpretación y previa comprensión, propio del acto hermenéutico más cercano a un diseño hermenéutico.
En Heidegger se expone lo oculto de la obra creada, que se muestra, gracias a ser obra distinguida, de arte, que amerita laborar con la cosa, la materia, de lo que está hecha la obra y que no es el producto técnico de copiado o artesanal, en tanto supera la artesanía. De la confrontación entre la tierra, materia, que se oculta y el mundo que se muestra emerge la obra que no es posible sin el hacedor, el artista, el ser humano estético y creador. Un ser obra que está en ella, a la vez esta en el hacedor de la obra y en el que comparte la obra. En el compartir sigue latente, mantiene el impulso la obra creada al generar otra obra y en ella está el sentido de ser obra distinguida, de arte que instala mundo. La obra creada es, mantiene su impulso, sigue latente, en el compartir con los otros seres humanos. El desconocer la obra, al pasar desapercibida por ser solo un intento y no obra en su totalidad, es olvidar, desconocer y permitir que ella se oculte hasta llegar a ser tierra de nuevo.
Nietzsche aporta, desde el retomar la tragedia y la comedia griega, la lucha de fuerzas, de contrarios, de Dionisio y Apolo que permiten lo genésico de la obra creada, donde opera el pathos, el sentimiento y el logos, lo mesurado. Toda obra creada con su pulso latente que incita, que provoca en otros, se da a partir de esa lucha de contrarios, donde se hace presente el logos y el sentimiento humano. Es la obra que propicia la experiencia estética, del ser estético que es propiedad de todo ser humano, vivencia que activa el cuerpo humano, que a la vez implica e incita el proceso creador. La experiencia estética favorece el crear la obra, que es pertinente a todo ser humano.
Se inicia la obra, gracias a la incitación de la creación humana, en sus primeros pasos y la experiencia, por el proceso, permite la perfección de la obra, del ser humano creador que hace la obra y el que la comparte. Incorpora Nietzsche el gran aporte de la sensibilidad estética, con su ser perspectivistico, donde la obra tiene que ver con el cuerpo humano, los sentidos con su sensibilidad y la percepción, la verdad y no verdad de la vida, con la embriaguez, como un cumulo en creciente que al llegar al tope se hace obra latente con su caudal de sentimientos. Los pueblos con su cultura no nacen solos, estos son parte del la obra creadora de los seres humanos creadores incitados por el ser estético: sentimientos, afectos, pensar, imaginar crear con el hacer y para compartir.
Una obra musical puede incidir negativamente por cuanto le ataña al cuerpo también un obra urbanística, tecnológica, cientifica o industrial etc. La obra musical puede afectar negativamente una parte orgánica y generar rechazo y otra no, por los sentimientos que activa que ya están en la obra creada. Una obra revive experiencias de la infancia, por los sentimientos que remueve, y puede cambiar el estado de ánimo en tanto gusta y produce placer. Una obra creada puede generar otra obra que no es la misma pero que parte de ella, viene de una embriaguez y genera otra embriaguez creativa.
El arte y la estética, al igual que toda obra creada por el ser estético humano, son parte de la cultura con su contenido actitudinal, ético, referido al compartir con los otros para el bien social, el colectivo de una nación. En consecuencia por su contenido actitudianal, ético, el arte y la estética conforma una política pública cultural. Es una política que tiene un fundamento y actúa desde un referente, pertinente a un contenido conceptual que es abstracto, lo que se piensa, el piso teórico.
Es necesaria la comprensión de ese contenido conceptual, que sustenta o sirve de fundamento al obrar práctico del hecho, al contenido procedimental de una política pública cultural, del tiempo presente. A partir del contenido conceptual se entiende y explica el comportamiento o actuación política. El contenido conceptual político-cultural puede ser abierto liberador y creativo, transformador o al contrario convencional y conservador, perteneciente a otro tiempo del siglo pasado a pesar de que se defina e identifique supuestamente con una política revolucionaria, que le sirve para mantenerse en el poder, mediante un populismos y la manipulación de las necesidades humanas, de una pobreza material y cultural de una mayoría de la nación. Una comprensión conceptual permite interpretar las políticas culturales, con sus hechos o sus aplicaciones en el tiempo presente del siglo XXI.
A partir de las aplicaciones, de los hechos culturales, que se realizan desde las instituciones, con sus propios programas y contenidos, se muestra un comportamiento político. Se parte de lo que se muestra, del comportamiento, para dar una aproximación que permite tener una version de tales fundamentos de contenido conceptual de la política pública cultural. El obrar, el comportamiento dice lo que está oculto tanto de la estética, el arte que conforman parte de la cultura, como de la política que la sustenta. La política y la cultura pueden responder a una visión convencional, conservadora, cerrada, que impide cambios en el tiempo, con la consolidación del ser histórico., tanto personal, singular como en la construcción colectiva de la sociedad Por otra parte puede responder a una política y cultura liberadora y creativa, en estado de apertura que favorece la construcción y transformación del siglo XXI, donde se reafirma el ser histórico
Teniendo como referencia el arte transformador y la estética, desde los aportes novedosos de Nietzsche, Heidegger y Gadamer, es considerable pensar que las políticas culturales, vigentes en el tiempo presente de las primeras décadas del siglo XXI, la mayoría con algunas excepciones, son contrarias y no se insertan en ella. Las políticas públicas culturales, con sus instituciones y programas, se han venido convirtiendo en referentes de una versión del arte y la estética más convencional, conservadora, cerrada, que se ha quedado aferrada a un tiempo ya pasado del siglo XX. Son políticas que no responden al siglo XXI que impiden una formación integral transformadora, creando, enfrentando y resolviendo problemas, donde se reafirma el ser histórico.
En la política pública se pasa desapercibida la visión del ser estético, dada su propiedad creativa y el crear obras, vinculadas con el saber de la tradición. Una propiedad y saber que se evidencia en la obra creada que es una reafirmación del ser humano con su ser histórico y la transformación, como verdad. Está ausente la tradición identificada con el obrar transformador y la estética capaz de instalar mundo con sus nuevos horizontes y otro devenir. No se considera la tradición que contempla el obrar transformador, como un arte y la estética referida al sentimiento, al phatos, incorporado con el logos más cercano a la poesía filosófica, de la existencia humana que implica la experiencia que forma y perfecciona en la generación y el compartir la producción creativa.
No se toma en cuenta la integración y la experiencia estética, en la mayoría de los casos, de la construcción colectiva, que se inicia en la construcción singular personal. Una experiencia singular y personal donde el uno aporta al todo con sentido común, con sensus comunis, que hace evidente una auténtica Democracia Constructiva y Transformadora correspondiente con el siglo XXI. La referencia es a una construcción colectiva que es histórica, tiene su origen en el contrato social como acuerdo y la separación de poderes del Estado. Así un poder debe tener autonomía y ser independiente uno del otro de tal manera que cada uno aporte en esa construcción colectiva que implica un Estado, sus instituciones.
Si un poder abusa el otro pone la mesura y un solo poder no puede pensar en nombre de todos los poderes y ser único, por cuanto desconoce la razón de ser de los otros en esa construcción colectiva, por carencia del saber. Si un poder domina y controla el resto de poderes, la relación es vertical y se trastorna la Democracia, tambalea el contrato social y el poder constituyente de la mayoría de ciudadanos de una nación de revela, entra en lucha, se puede retomar el estado natural, por carecer de justicia.
Si un poder ejecutivo, el presidente, controla el poder Judicial no hay justicia en tanto es parcial. Similar situación puede suceder con el poder legislativo, que le toca laborar las leyes, aprobar presupuestos etc y si se subordina al poder ejecutivo pierde su sentido, no sabe y se ignora a sí mismo. Otro es el caso de un Poder Moral o el poder Electoral que puede llegar a obedecer al poder ejecutivo y se pone a su servicio, maniobrando en función de dar el triunfo a quienes señale el Poder Ejecutivo. La perdida de la Construcción Colectiva en el Estado, debido al control de poderes, logrado históricamente desde su Contrato Social se traduce en negación de la democracia e imposición del autoritarismo. Es una negación que trae como consecuencia la decadencia de un país carencia de saberes, carencia de obras creadas, perdidas de producción, pérdidas económicas y deterioro humano sin formación y transformación con un horizonte imprevisible. Frente a un devenir incierto queda el aferrase al ser estético y asumir la labor de levantarse para realizar el aporte con la obra creada.
Un aporte proveniente de la lucha entre lo latente oculto con lo aparente, de lo que se muestra, para transformar y crear lo otro novedoso e integrado a la vida. Es la experiencia estética que abre nuevos horizontes, las vivencias integrales interdisciplinarias correspondientes con la existencia, la vida, donde el centro es el ser humano, pertinentes con una cultura liberadora y creativa.
No solo el ser estético y la obra creada, como arte, ha perdido su sentido de ser en el siglo XXI al mantenerse sometida a lo convencional y el ser conservador, también la política se ha desviado por el camino convencional, aferrada a la cultura de la cadena de la opresión y conservadora. Es una política que no responde al bien común de la ciudadanía, que lo sustituye por los intereses partidistas y de poder, centrado en los intereses económicos que ignora a los otros. Necesario es el retorno a lo político y su sentido de ser similar al retomar el ser estético y la obra creada, como arte, para la transformación, sinónimo de verdad.
Las instituciones correspondientes con la estructura de la superestructura social y política, de la II década del siglo XXI, tienen las divisiones del arte por disciplinas que cada vez se hacen más especialistas y no desde una visión integral más cercana al ser estético humano y su vida. Al arte se le otorga mayor prioridad sobre la estética o se mezclan haciéndolos confuso. Así las instituciones enfocan el arte, por separado y se encuentran los institutos de artes escénicas, visuales, arte musicales etc.
Existen las instituciones más en apariencia como instituciones culturales burocráticas, donde el presupuesto se diluye en personal de servicio, administrativo, mantenimiento de planta física etc. Generalmente, con pocas excepciones, se desplaza el saber contentivo del sentido de ser del hecho de la estética como proceso humano creador, transformador y el arte o producto creativo la obra creada, como parte de la cultura de una nación.
Se labora eventualmente o accidentalmente en las instituciones, por referencias confusas, donde se destaca la genialidad del artista y la consulta a los expertos con permiso para innovar o seres especiales con dones celestiales. Es una genialidad propia del genio de Kant o la inspiración platónica, idealista y la conciencia estética con sus determinantes. Genialidades, inspiraciones o idealismos celestiales donde no todos los seres humanos pueden ser creadores y perfeccionarse por la experiencia estética. En las instituciones se muestra, se expone, un hacer y pensar, que en lo oculto, está más cercano a la política y cultura de la cadena de la opresión, convencional y negadora de la democracia.
La presencia, en el siglo XXI, de la cultura y política convencional y conservadora que niega la creatividad y libertad del ser histórico con su ser de la tradición, incita a laborar para transformar. Es un laborar conceptual, procedimental y actitudinalmente-éticamente, con las nuevas generaciones en pro de los estados de apertura para la transformación y el retomar la estética del ser humano por derecho a la creación.
La cuestión es preocupante y orienta a pensar en la posibilidad de comprensión para el interpretar y un aplicar para producir creativamente, obtener el hecho efectual. Es un aplicar, un hacer a partir de lo que fue y los aportes del tiempo presente donde se des-oculte la verdad, entendida como una transformación que consolida el ser estético, histórico y de la tradición creadora. Derrumbar la cadena de la opresión convencional y conservadora, negadora de la democracia, es la gran lucha para ir consolidando, desde la experiencia estética en proceso, otro devenir sustentado en la cultura liberadora y creativa para el desarrollo social e integral, del colectivo global con sus complejas relaciones horizontales y plurales del siglo XXI.
La cultura liberadora y creativa para el desarrollo social del siglo XXI no viene sola y esta de la mano con la Democracia Constructiva y Transformadora. Esta es posible con la labor de todo ser estético, que es cada uno de los seres humanos y la obra creada, como el arte, activando lo afectivo junto al sentimiento, la sensibilidad, la intuición, el gusto lo intrapersonal y su control armónico, el saber, el compartir y el hacer creador desde lo singular personal de cada uno del ser humano a lo social, de la construcción colectiva. Se inicia la labor en el ser humano desde lo singular, pertinente a cada persona, retomando su ser estético e histórico, con su propio derrumbe de convicciones, nutridas por las experiencia de lo que fue en el tiempo pasado. Si esa labor tiene sentido se darán los primeros pasos de cambio que continuara en proceso hasta lograr la transformación y abrir el horizontes del devenir del siglo XXI.
Gadamer no logró la transformación del mundo mas su aporte, con la hermenéutica filosófica, nos permite hoy asumir su pensamiento y laborar para contribuir en la transformación. Gracias a Heidegger y Nietzsche se abre el horizonte de Gadamer y da sus contribuciones al siglo XXI. Nietzsche el buen hombre, repleto de valentía a pesar de sus condiciones físicas, partió de sus propios padecimientos para hacer nuevas elaboraciones filosóficas.
Nietzsche despertó el encuentro de contrarios que se confrontan para la creación de la obra, lo Dionisiaco y Apolíneo y mantuvo la fe, la creencia en su propio condición de ser humano, frente al pensar convencional. Nietzsche fue asumiendo su correspondiente experiencia de su buen vivir con su voluntad de poder para la consolidación del superhombre, como parte de su filosofía del porvenir. Hoy nos aferramos a él para retomarlo y continuar con su labor por considerarlo parte de un proceso de cambio, de transformación en el siglo XXI.
El buen Heidegger no paso desapercibido a Nietzsche, lo abordo invirtiendo el mundo ideal de Platón, dándole prioridad al mundo sensible vinculado a la vida del ser humano. Heidegger, desde el Dasein y el estar ahí en el mundo, innova con la filosofía de la existencia, donde el ser humano se hace enfrentando viviendo y entra en lucha. Gadamer incorpora el camino estético y el lenguaje en la hermenéutica filosófica donde la verdad es y está en esa palabra, en ese lenguaje, que está por des-ocultarse, por decirse y surgirá de la lucha que tiene el carácter genésico por transformar e instalar un nuevo horizonte en el devenir
Si bien el ser humano es finito, deja de existir en el tiempo, la obra que responde a lo transformado y creado a partir de la aplicación, que comparte con los otros, sigue vigente. La transformación es un continuo en el tiempo que requiere de la obra fáctica, del hacer productivo creativo del ser humano en su respectivo mundo circundante. Involucrarse y el logro de la obra creada es asumir la formación y transformación, personal, singular y social, colectiva. Acontece una situación vivencial de formación, gracias a la obra creada, pertinente a la formación estética auditiva-musical, visual- plástica, audiovisual-medios de comunicación, corporal-escénica y constructiva-piezas estéticas y funcionales La formación es el proceso que le atañe al ser humano y la obra creada el producto, el arte. Así la obra musical es el producto del proceso de la formación estética auditiva cuyo centro es el sentido auditivo.
Es de la música popular, pertinente a la formación estética auditiva, originaria en el saber de la tradición de los pueblos con su mirada filosófica, de donde se intenta brote, en el Romanticismo, la creación. Tradición que corresponde con la memoria oral, similar a los tiempos del mundo griego con algunas excepciones que asume el phatos, el sentimiento. Es una música, la lid, campesina o popular con su concepción contraria a la música sacra que dominaba en la época y lo que se considera la no filosofía, bien lejos del camino de la filosofía convencional.
Es factiblemente un brote creador, desde la sensibilización auditiva, el perspectivismo en la toma de decisión, frente a la apariencia, verdad y no verdad de Nietzsche, donde se retoma el camino del esteticismo heroico, que es sinónimo de ser creativo y transformar el mundo. Es una opción como posibilidad de verdad filosófica que intenta desprenderse de la ontología filosófica, del definir el ser, para asumir la realización del ser en la vida, en la existencia con su confirmación en la creación, en el hecho estético que transforma al propio ser humano y al mundo, para avanzar en el horizonte del devenir.
Apocadamente se vislumbra y nos atrevemos a concebir y unirnos al pensar la posibilidad de la opción de un sendero del Ser Estético, por donde se encamina la filosofía y política del siglo XXI. En el mundo circundante filosófico podría señalarse de Estética Filosófica. Sendero estético en el que ha indagado el profesor Mattera de la Universidad de Los Andes de Mérida-Venezuela quien sutilmente, en sus clase del Doctorado de filosofía en noviembre 2017, lo ha manifestado.
La estética filosófica, que puede abrir el horizonte de un política del siglo XXI, es un camino que no se desplaza del que abrió Nietzsche y su filosofía del porvenir, a partir de su retorno a los griegos presocráticos, del saber de la filosofía y poesía, estética, arte y lenguaje. Un retomo que Heidegger con el Dassein, del ser y estar ahí en el mundo, fue consolidándose en su filosofía de la existencia. Continúo Gadamer con la Hermenéutica Filosófica y la transformación como verdad. Un gran legado para el siglo XXI que posibilita el sendero de la Estética filosófica con su acoplado Diseño Hermenéutico, para la comprensión, interpretación y aplicación con la elaboración de la obra creativa y transformadora de la vida del ser viviente.
Toda obra es un producto creador formador y transformador que proviene del proceso de cada ser estético humano. Un ser que experimenta frente a la vida como problema, que conforta en su existencia, como hacedor constructor del mundo en un continuo infinito. Con la obra personal, singular, social-colectiva se va consolidando el ser histórico y de la tradición en el tiempo, donde no se puede desconocer y tampoco repetir lo que fue, el pasado. La obra es un continuo de saber filosófico desde los presocráticos. Se retoma y sigue vigente en la filosofía del devenir de Nietzsche, se consolida en la filosofía de la existencia con Heidegger. Pasa y conforma la hermenéutica filosófica en Gadamer que abre el sendero para abordar la estética filosófica en el siglo XXI que continuara su transformación infinita en el tiempo.
Lo creado, el producto es el arte que pasa a ser el cómo, el contenido procedimental, del proceso estético de ese pensar filosófico, de contenido conceptual, donde no está ausente lo ético, el compartir con los otros, el acuerdo del contenido actitudianal. Es parte de una filosofía de la práctica, que supera la abstracción con su palabra vacía. Es la filosofía de la praxis de la vida, del diario vivir creativamente, de la filosofía de la vida como problema continuo y siempre presente en el tiempo.
Una Estética filosófica que aborda el ser humano y la vida como problema, que implica una transformación permanente en un mundo incierto, con la verdad y no verdad junto a sus pluralidades. Es un contenido que no va ausente de lo ético, del compartir, del acuerdo con los otros que es parte del contenido actitudianal, pero que es fundamental acentuar lo originario en el singular del ser humano, parte de un uno que se integra a la totalidad del colectivo, del ser social
Si no cambia la cultura, asumiendo el respectivo ser estético de todo ser humano, no cambiara la política con las correspondientes instituciones superando las relaciones verticales autoritarias, amparadas en leyes y reglamentos pertinentes a otros tiempos y sustituyéndolos por la relaciones horizontales, la construcción colectiva e integrales para la transformación, por el bien común de todos los ciudadanos. Todos los seres humanos son creadores, desde su correspondiente necesidad y para ello tiene en potencia las condiciones fisiológicas de su cuerpo, para iniciar y perfeccionar en la experiencia. El artista es un ser humano creador con sus propias condiciones fisiológicas de su cuerpo y a él le es pertinente por su ser estético, el hacer obra, lo transformado.
Un ser estético además de ser afectivo, sensible, tener gusto, sentimiento e intuición con espíritu, condiciones propias de su interioridad, sabe, piensa para activar sus condiciones físicas motrices en el hacer la obra y compartir en tanto es un ser social e histórico. En el pensar, el ser estético va al tiempo pasado, asume la comprensión de lo que fue para interpretar y aplicar para no repetir y avanzar. Todo ser humano es un ser estético que construye y transforma lo que fue, para ello apela al diseño hermenéutico con la comprensión del pasado, interpretación del presente y aplicación en el ahora para instalar el devenir. Un partir de la nada y ser creador puede ser un repetir lo que fue por desconocimiento e ignorar el tiempo pasado, donde pasa desapercibido el ser de la tradición y se niega el ser histórico.
Si se vive, se transforma al estar en el mundo y pasar desapercibido de la vida, del mundo, es ser buen obediente, repetir, cumplir con lo convencional del que impone, ordena y manda para multiplicar el ser conservador contribuyendo en afirmar lo presente como política y cultura de la cadena de la opresión, negadora de la democracia. La decisión la toma y es el derecho de cada ser humano que asume su autonomía de ser, que es sentir, pensar, hacer y compartir, dentro de la política y cultura liberadora y creativa para el desarrollo social del siglo XXI, labor prioritaria para la transformación del mundo.
Elabora por: Betty Osorio.
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