En mi lejana infancia, mi padre, por razones de salud, se había retirado a un vecindario campesino conocido como "Guayabal" en la carretera que va de Santa Fe a Píritu, en el Estado Anzoátegui. Allí instaló una pequeña pulpería y un huerto; en las vacaciones escolares sus hijos íbamos a visitarle. Era una zona gran productora de "ciruelas de huesito", cría de bovinos y en las cercanías maíz.
Todos los días en horas tempraneras, mi padre ansioso esperaba al transportista, que llevaba al mercado de Puerto la Cruz, distante alrededor de 60 kilómetros, a los lugareños con sus productos del campo; cosa que aprovechaba para encargarle el diario "El Nacional". Lo recuerdo tan gozoso al caer la tarde, recostado en un chinchorro disfrutando de aquel periódico. Él querido viejo se había vuelto un gran comunicador y de manera natural, en un enlace de aquella comunidad con el mundo.
Años más tarde, ya crecidito, cursando bachillerato en el Liceo Cagigal de Barcelona, me enteré´ quién era Miguel Otero Silva, (MOS) y que además había nacido en esa ciudad procera, donde en sus calles imagino, aún se siente el fragor de aquellos feroces combates y, en donde en su último bastión de la "Casa Fuerte", los patriotas pelearon hasta el último aliento. Este sacrificio humano se dio en el marco de confusas y deplorables discrepancias políticas entre importantes líderes que incidieron negativamente en la estrategia bélica. Sin embargo Piar, Bolívar, Cedeño y otros no perdieron el rumbo y de allí la liberación de Guayana y la III República.
A mediados de la década del 70 bajo el mandato de Carlos Andrés Pérez, el país recibe fuertes ingresos petroleros, se hablaba de la "Venezuela saudita" y el país fue envuelto en la onda nacionalizadora del Petróleo y las industrias básicas y, también como era de esperarse, eso también movilizó a los intelectuales, quienes vieron la posibilidad de darle consistencia nacional al hecho político-económico, y en ese tiempo se avanza hacia la creación de nuevas instancias culturales.
En las gobernaciones comienza un proceso de separación de la Cultura de las complicadas y poco eficientes estructuras burocráticas de las "Direcciones de Educación, Cultura y Deportes". En Caracas, un grupo de sólidos intelectuales con formación en nuestras academias y en el exterior, coinciden en la creación de un ente, que recoja, reafirme, investigue y promocione el arte venezolano de todos los tiempos, entre ellos: Alejandro Otero, Juan Calzadilla, Manuel Espinoza y Miguel Otero Silva (MOS).de allí surge la Galería de Arte Nacional (GAN)
Andando en los caminos de la Cultura, tuve el privilegio en sus comienzos de formar parte del personal se la GAN y contribuir con mi modesto aporte a su desarrollo y consolidación. Esta Institución fue en su momento una creatura de nuevo tipo, no solamente por sus altos fines de asunción del Patrimonio Artístico (Plástico-visual) con la finalidad de fortalecer la Identidad Nacional, sino que además se estructuró como un modelo organizacional horizontal donde la participación y el protagonismo de los trabajadores alcanzó notable relieve, todo en verdadera comunión con los creadores nacionales y la comunidad venezolana.
Durante años, estuvimos fajaos en esas salas expositivas, y recorriendo aquellos pasillos con sus hermosas columnatas, y relieves de Narváez, era un privilegio desplazarse en el mundo creativo de Carlos Raúl Villanueva, arquitecto de huella profunda en la cultura venezolana. y era igualmente grato toparse con frecuencia con creadores como Miguel Otero Silva (MOS)
A comienzos de la década del 80 fuimos invitados a un importante evento cultural en Barcelona, y nos alojaron en un hotel en Puerto la Cruz, MOS, gentilmente nos convidó a su habitación donde compartimos un momento muy agradable, donde no faltó en la conversación, la situación que atravesaba el Diario, "El Nacional" del cual era uno de sus artífices, cuestión que no solo atañía a lo económico sino también a problemas conceptuales, motivo por el cual se mantenía distanciado.
En la historia venezolana, en todos los ámbitos, profesiones y oficios ha habido personajes consistentes, cuyas obras permanecen en nuestra memoria. Es innegable que "El Nacional", ha sido uno de ellos y los domingos era un acontecimiento cultural en el seno familiar, pero como suele ocurrir con los actos humanos, todo ello está sujeto, a los vaivenes de la vida, a las ideas y visiones, es decir a la historia. No siempre los legatarios, tanto en las empresas, Instituciones, como en los procesos revolucionarios, mantienen líneas gruesas de continuidad con el pensamiento grandioso de los creadores.
En estos días a propósito de la precaria presencia de Medios impresos en este pueblo de San Joaquín, aunque estamos apenas a 30 kilómetros de Valencia y Maracay, un grupo de viejos conversadores abordamos estos tópicos ,y recordábamos que "El Nacional", además de haber sido un destacado medio informativo, fue durante algún tiempo una verdadera tribuna del pensamiento político venezolano, y en esa conversación hablé a mis contertulios de mi padre Pedro Manuel, asiduo lector de ese Medio, de quién heredé tan grato hábito y, a quién a mediados de la década del 80, en Puerto Píritu, al inhumar a tan perseverante lector, mi despedida fue colocarle en el féretro, un ejemplar de la edición de ese día.
LA REVOLUCIÓN ES CULTURAL