Estaba en la catedral, allí vi y oí rezar a un humilde hombre con tal fuerza que sus palabras parecían casi gritos en toda la iglesia. Era un lunes en la tarde el recinto estaba lleno, quizás era por los que no pudimos ir el domingo y tratamos de cubrir la falta ese día de la semana. El creyente en cuestión vestía con una franela roja identificada en la espalda con el nombre de una marca de bujías "Champion", seguía la misa al mismo paso del cura, entonaba todas las canciones y rezaba todas las oraciones a la perfección, la gente volteaba a verlo. Definitivamente era un campeón del catolicismo, por segundos cerraba los ojos y parecía elevarse en una nube y estar en contacto con el Todopoderoso. Lo veía pensando, por lo menos fue monaguillo. En el ínterin, un niño que estaba en el banco de enfrente, colocó los pies sobre la madera y el hombre de la franela le llamó la atención porque los zapatos ensuciarían el sitio donde la gente se arrodilla. En eso me doy cuenta que él como tal no se arrodillaba en la madera que llevan los bancos, sino que lo hacía en el propio piso de la iglesia acompañado de una reverencia impresionante. Todo un devoto que a la hora de darnos la paz se levantó del banco y fue hacia otro sitio dándole la paz a una sola persona a mas nadie, se regresó continuando con su concentración y entrega a la santa misa. Cuando el sacerdote llama a la Comunión, se levanta y se aparta hacia un rinconcito, arrodillándose para rezar con aquella reverencia y humildad característica. Entendí que era un adiós particular, sin romper con la armonía de la eucaristía. De golpe sin esperar la bendición se paro marchándose a paso apresurado. La fe con que ese hombre de franela roja siguió la misa me causó envidia, seguro estoy que Cristo vive en él. Quizás será eso lo que nos ha faltado a los venezolanos para resolver los problemas, será esa misma falta de fe la que hace que nuestros hermanos se marchen a otros países. Esa misma falta de fe se convierte en falta de confianza en los dirigentes políticos, porque cuando les entregamos nuestra solidaridad nos engañan, ya que se ha convertido en una cultura aprovecharse de las necesidades de los demás creando falsas expectativas. Se burlan de los votantes, en Venezuela nunca podrán justificar las muertes en las protestas, mucho menos la muerte de los neonatos. Aquí ya no se cree en Mesías, esos son los primeros en engañarnos. Será que vez de invasores gringos debemos rogar con la fuerza del hombre de franela en la iglesia para que Dios solucione. O en caso contrario de seguir Maduro, tendremos que pedirle a Dios que lo ilumine para resolver los problemas. Como si es el único camino que nos queda, sobre todo en la cercanía de la Semana Santa, rezar para que Dios nos ayude evitando peores males en la patria de Bolívar. En la actualidad la oposición no piensa ir a votar, esperando una intervención. Y el pueblo qué hará, saldrá a votar o se arrodillará a rezar con fe.