Cuando oímos en las noticias a líderes políticos de la Venezuela contemporánea decir frases como: "No voy apoyar al candidato este, prefiero esperar seis años más", "…si el pueblo no consigue medicinas es por culpa del imperio no del Gobierno", "…acá no hay crisis humanitaria, lo que hay es interés por dominarnos", "…el Gobierno responde al pueblo con cajas de comidas, con bonos y con transporte solidario Yutong", "…esto es una crisis económica inducida…" En fin, sobran las frases de ejemplo, se está ante una actitud cínica frente a eventos de la realidad que influyen en grandes grupos de seres humanos. Pero el cinismo también se da en pequeño, cuando tu supervisor te hace cualquier reclamo con sonrisa burlona y con argumentos sacados de los cabellos; o cuando te dicen con ironía que tal o cual cosa es de una manera cuando tu bien sabes que ese procedimiento no es el adecuado y luego, al evidenciarse que tu tenías razón, te achacan a ti el error con una media sonrisa y una mirada de sentencia. El cinismo se ha convertido, como lo expresó Zygmunt Bauman, en el lenguaje del hombre en la modernidad líquida; el hombre ha perdido su palabra, se ha vuelto egoísta, egocéntrico, burlón de sí mismo y de quienes comparten su morada.
Esa actitud "cínica", no viene de una personalidad atrofiada, menos de un ser humano minimizado por la vida y el inmenso sacrificio que implica vivir en la sociedad moderna urbana; sino que viene de una Escuela filosófica antigua llamada "cínicos", donde prevaleció la figura de Antístenes, filósofo griego de principios del siglo iv antes de Cristo; se les llamó los "cínicos", porque se reunían en el gimnasio de Cinosargo, en donde sus miembros manifestaban un desprecio a todo convencionalismo. Antístenes, estudió retórica bajo la dirección de Gorgias y más tarde se hizo discípulo de Sócrates, de quien aprendió que ser virtuoso tiene más importancia que ser rico, ejercer influencia o llevar una vida libre de aflicciones; que la virtud supera a la ciencia, al don de gentes y a la lógica. Así mismo, aprendió que la felicidad sin virtud es imposible y que el hombre justo obedece los dictados de la virtud aun a costa del desvío y de la hostilidad de la sociedad.
Para la Escuela Cínica, la virtud es la oportunidad de afirmar la responsabilidad que tiene cada individuo, en esa existencia de su vida, de consagrarse como depositario de un interés personalista, el cual carecía de valor y lógica, evidenciando lo absurdo de las afirmaciones sobre cualquier asunto, pues para ellos todos los asertos eran simples tautologías cuando no falsedades. A la postura de esta Escuela se opuso una serie de filósofos que venían en ese individualismo a ultranza de los cínicos una actitud contraria a la virtud y a la moral de los hombres, porque el hombre debe obrar con honradez para merecer ser honrado. Aparecen Diógenes, Crates, Estilpo y Zenón, con su Escuela Estoica. Los cínicos, sin embargo, no se amilanaron ante la Escuela Estoica, por un tiempo estuvieron en secreto pero resurgieron en la Roma Imperial, con Séneca, Oenomao y Démonax, fieles a los principios de Antístenes, se mostraron más comedidos, pues los romanos también entendían la fuerzo de la Escuela Estoico; se hizo una especie de convenio de tolerancia, pero al fin y al cabo la confrontación siempre ha prevalecido.
Con los tiempos modernos el cinismo ha proliferado, ya no se cuenta por individuos, sino por países. Los Estados Unidos de Norteamérica son un país de conducta cínica contra el resto de la humanidad; Venezuela, en su política interna, tiene un discurso cínico (del Gobierno y de la Oposición); hay una fractura en los valores y una profundización en la pérdida de dignidad y respeto al papel del hombre en la sociedad.
En este aspecto, Bauman hace referencia a un individuo capitalista cínico, cazador y critico de la ansiedad moderna; un individuo al que le hace falta entender que la felicidad viene por las cosas que podamos hacer por los demás y no los beneficios que podemos recibir de ellos. El cinismo moderno, se asume como la mala conciencia, busca la senda de la felicidad pero en un sendero de imperfección, como se expresa G. Benn: "…Ser tonto y tener trabajo, eso es la felicidad"; el cinismo se asume como una actitud inteligente para cumplir la tarea que supone una conciencia personalista de las situaciones o asuntos que le toca lidiar en sus relaciones humanas. Un cínico es un exponente perenne de la burla a las cosas que se dan para bien de un colectivo o grupo humano; porque en su interior, en el "ser" cínico, se anida como interés supremo lograr el máximo de beneficio en contra de los intereses de los demás.
Los griegos relacionaron el cinismo con "el perro", por ser éste un animal impúdico por excelencia; por ello se calificó como "perro" al cinismo, evocaba ante todo ese franco impudor del animal que caracterizaba a los miembros de esa logia cínica; para ellos era un insulto apropiado motejar de "perro" a quienes, por afán de provecho o en un arrebato pasional, conculcaban las normas del mutuo respeto, el decoro y la decencia.
En un aspecto puntual, al "perro" se le caracterizaba por su falta de aidós, que es respeto y vergüenza; simboliza también la anaídeia bestial, franca y fresca; esto se observa en el Canto I de la "Ilíada", cuando Aquiles se enfurece contra
Agamenón, que le ha arrebatado su cautiva con despótica desfachatez, le llama "revestido de desvergüenza", "cara de perro", y "tú que tienes mirada de perro…" Agamenón, que sin el menor reparo ofende a sus aliados, merece el epíteto de gran desvergonzado, un grave baldón para un jefe de las tropas y señor de pueblos.
Extrapolando esta postura, al ahora histórico, encontramos lo que a juicio de Alexander Cruz, es un cínico moderno: Francis Fukuyama (el norteamericano-japonés, experto en ciencias políticas); éste pensador fue uno de los cuarenta firmantes de un documento que puso en marcha el andamiaje ideológico que culminó en la invasión de los Estados Unidos de Norteamérica a Afganistán, en supuesta respuesta a los atentados de las Tórres gemelas en Septiembre 11 del 2001. Fukuyama impulsó el movimiento de los Neocons, nuevo conservatismo, o la nueva derecha Estadounidense. En una entrevista que le realizaran en el 2008, en un programa de televisión australiano, que trata de temas políticos que nos permitirán ubicar la posición de lo que Cruz considera un cínico moderno. El entrevistador menciona un extracto de la carta que justificaba la invasión a Afganistán: "Incluso sin pruebas que conecten a Irak con los atentados del 11/9, es necesario un cambio de régimen". Acto seguido, pregunta a Fukuyama, si se siente "moralmente responsable por los ataques que suscitó la misma"; a lo cual éste responde que él no pensaba que en realidad el Estado Americano podría llevar a cabo el plan de implantar una democracia en Afganistán efectivamente. Que el Presidente se dejó llevar.
La división entre la palabra y la conducta (el cómo se asume lo dicho), en el ejemplo de Fukuyama, es evidente, son dos posturas distintas (falta la risita burlona) es lo que Diógenes denunciaría como "Hipocresía", una característica que no estaba presente en los cínicos de la antigüedad, pero que en los cínicos modernos pareciera estar inmersa en el discurso disociado de quienes todavía ven que hay ganancia en actitudes hostiles de los pueblos latinoamericanos contra el capitalismo global.
En política y en el ahora histórico de esta sociedad hipermoderna, sobresale el cinismo como una enseñanza renovada para mentir y minimizar a los semejantes, lo triste de esta historia es que el cinismo se aprendía y se tomaba de sus conductas aquellas que representaran cierto rechazo al conservadorismo, pero hoy día los cínicos "nacen", vienen con esa carga genética malvada, segregadora, y se incrustan en cargos de toma de decisiones acabando con todo cuanto se haya ganado en nombre del humanismo puro y los valores humanos. ¡Cínicos del mundo, morid antes de que la historia los olvide!