Los recientes hechos del 4 de agosto del 2018, con toda su carga de violencia y acciones inesperadas, develan lo que Zygmunt Bauman calificó como sociedad del miedo; explicaba Bauman que la sociedad se pervierte, se coleriza, crea sus cinturones de violencia y se establece como modo de vida. Lo más lógico que hubiera pasado ante el acto terrorista del 81 Aniversario de la Guardía Nacional, era que la tropa se pusiera a resguardo y que hubiera nerviosismo, alteración, temores; eso es lo normal. Esa frialdad a lo James Bond, de agente especial de inteligencia; esa actitud de dominio frío de la situación, no es un mensaje positivo, menos aún una demostración de valentía, es más bien una muestra de que los liderazgos políticos del país se están acostumbrando a la violencia y eso no es garantía de paz. Estamos desenvolviéndonos sobre un barril de dinamita (o C-4, como está de moda), en cualquier momento nos volamos todos de una buena vez. Lo que pareciera una solución fácil no es solución; nunca el magnicidio ha logrado recuperar la libertad o la paz de los pueblos, todo lo contrario, lo que han logrado es desatar los fantasmas de las guerras civiles y años de confrontación entre hermanos en sociedades cuya desesperación los hizo perder la brújula y la esperanza.
El asesinato de Yitzhak Rabin, en1995, primer ministro de Israel, cuando estaba a punto de dirigirse a una multitud que celebraba un acuerdo de paz entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina, desencadenó una ola de violencia que aún se mantiene en la vida política de Israel; el asesinato de Ernesto "Che" Guevara, en 1967, tras ser capturado por el ejército boliviano en colaboración con la CIA, creó un ícono que ha marcado los movimientos revolucionarios hasta el presente. El asesinato de John F. Kennedy, en 1963, vino a crear toda una mitología de la confabulación en la llamada democracia americana que, a pesar de su éxito en lo económico, ha sido un fracaso total en lo estabilidad política y en su imagen en el mundo planetario.
Otro triste e impactante asesinato, el de Mahatma Gandhi, promotor de la independencia de la India y gran defensor de la protesta pacífica, asesinado por Nathuram Godse, en 1948, levantó una ola de violencia que aún sucumbe en los estratos marginales de la India; o el asesinato del líder de los derechos civiles de norteamérica Martin Luther King, en 1968, rompió la paz que se venía ganando entorno al racismo, manteniéndose aún una confrontación entre los distintos grupos étnicos y sobre todo entre los miembros de una sociedad que se ha dejado tomar por los objetos producidos desechables a corto plazo, creando una dependencia enfermiza hacia ellos y manteniéndose atado a un materialismo estéril asociado a la felicidad con una comprensión absurda de que la forma de vida está rota, ya que no hay una continuidad entre los instantes que vivimos, sino que los sentimos y pensamos como algo efímero que no tiene ni tendrá trascendencia. Los EE.UU., y el mundo capitalista global, desde el magnicidio a Kennedy y Luther King, se transformó en lo que Bauman califica de "tiempo del desastre": "…resulta muy difícil (expone Bauman) encontrar una persona feliz entre los ricos: una persona pobre que logra desayunar, comer y, con suerte, cenar… es automáticamente feliz. Ese día ha logrado su objetivo. El rico -cuya tendencia obsesiva es enriquecerse más- acostumbra a meterse en una espiral de infelicidad enorme. La gran perversión del sistema de los ricos es que acaban siendo esclavos. Nada les sacia, se colapsan, ¡catástrofe!".
En la Venezuela de hoy, se dan una serie de situaciones que hacen que uno observe con cautela la propia existencia humana en el concierto de incertidumbre en que vive el país. Expresa una forista del sitio de internet https:// es.quora.com, Génesis Rodríguez, que: "…Venezuela me enseño que no existe el fondo. Siempre se puede estar peor, y aquellos que no creen en esto, es porque viven en un país con democracia. Si en países latinos es difícil convencer a la gente común de la gravedad que viven los venezolanos y de nuestra urgencia, imagínense en países anglosajones. No cabe dentro de su estructura mental, no lo procesan, para ellos es ciencia ficción. No lo toman en serio. La negación como recurso. Supongo que para la gente normal es difícil procesar un mundo postapocaliptico tipo Mad Max y aceptar que es real en estos tiempos y mucho más en Latinoamérica…"
Se siente exageración en las palabras de la forista, pero no pierde sentido en cuanto a que "en países latinos es difícil convencer a la gente común de la gravedad que viven los venezolanos", pero no es una gravedad producto de la ausencia total de bienes y servicios, eso está claro que por más que se haga no alcanzan las políticas de Estado para mejorar las condiciones de vida de los venezolanos, el Presidente Nicolás Maduro ha dicho dos años para equilibrar ciertas cargas; lo que realmente sucede en el país es que se está en el sustrato de una sociedad consumista que se come a sí misma, perforando cada espacio de su integridad humana y social. Estamos auto produciendo nuestros males, como el cáncer. Nos estamos envenenando nosotros mismos. Esa actitud débil como sociedad y unos cuadros políticos invadidos por "politiqueros de oficio" que están minando la confianza del pueblo en sus instituciones democráticas, han dibujado un futuro incierto en cuanto a minimizar la violencia y transformar en normal el asustarnos ante la explosión de un petardo o de una bulla accidental.
La situación socio-política que vivimos en la actualidad está marcada por la corrupción; sea quien sea el personaje intelectual o material detrás de los eventos violentos, todo cuanto se está generando es producto de la corrupción; y la peor corrupción es la que viene de los traidores al modelo republicano patriótico; en esto si se equivoca el ciudadano Presidente, al incluir en su equipo de Gobierno a verdaderos pillos, gente que todos conocen (y no por informes de los gringos); y todos los conocen porque eran seres humanos que se criaron como uno y ostentan un nivel de vida "vulgares" en el sentido de la capacidad de recursos económicos y bienes que poseen. Uno ha trabajado todos los días por más de treinta años y lo máximo que ha podido tener, como profesional universitario, es una casita y unos libros, incluyendo poder sostener una familia, pero eso es ya un asunto limitado en la actual realidad del país. Estos personajes no tienen esa carta de presentación, se dan el tupé de decir que todo ha sido fruto de su trabajo. El día en que, por esa senda de malversación, tráfico de influencia y robo descarado al erario público, sea allanada con la Constitución y con las Leyes de la república y se ponga orden, ese día podemos comenzar a creer que la violencia se irá y que es posible construir un país igualitario, incluyente e independiente.
Hoy somos dependientes del consumismo; el país está sucumbido y dominado por el capitalismo global; hay un abuso de la autoridad, mezclado con una anarquía de una buena parte del pueblo que ya no tolera la arrogancia de un liderazgo que pide sacrificios pero que como uno no tiene que andar lidiando con la falta de transporte ni con la ausencia de medicamentos y alimentos de primera necesidad.
Todo no es negativo aguas adentro del proceso revolucionario, hay voces que son calificadas y tienen moral para expresar sus desacuerdos y para impulsar políticas públicas desde lo honesto de la sinceridad y la conciencia democrática; pero es tiempo que desde las propias filas del Gobierno comience hacerse la purga a todos aquellos que conocemos que obran con barbarie, que viven destruyendo los valores institucionales y morales del proyecto de país social, participativo y protagónico. Si no se comienza por los detalles terminaremos en un "canibalismo consumista salvaje" que acabará con las pocas reservas de integridad y valores de nuestra sociedad y allí si no tendremos manera alguna de apaciguar la violencia, acostumbrándonos a las explosiones y al sonido de las ametralladoras, ya sin sustos, porque volvemos la violencia parte integral de nuestra cotidianidad.
En una palabra, no queremos acciones que lleven a la destrucción de nuestro papel histórico de sociedad democrática pacífica. ¿Qué hubiera ganado alguien con el magnicidio al Presidente? Sea auto-infligido o magnicidio real y silvestre, hubiera desatado la violencia. Todo proceso de cambio necesita diálogo, acercamiento, concreción de ideas; a ninguna parte nos llevará la violencia que no sea a más violencia. Nuestra sociedad debe comenzar a enmendar heridas y a erradicar cualquier postura que nos desdibuje como seres humanos espirituales y condescendientes con el excelso valor del amor y la paz.