Colombia, lacras, gasolina y droga

"Una de las grandes batallas de la Revolución es la revolución moral, para reinstalar los valores y la dignidad del ser humano".

Hugo Rafael Chávez Frías (Misión Negra Hipólita, Teatro Teresa Carreño, 14 de marzo de 2006)

En los últimos días hemos observado como de una manera creciente se ha exacerbado la situación fronteriza con Colombia (cosa que no es nueva) y que tiene profundas raíces históricas asociadas al odio y la envidia cultivada desde hace mucho tiempo por algunos conciudadanos neogranadinos, herederos del legado de Francisco de Paula Santander.

En realidad los que nacimos en estados fronterizos de Venezuela (Táchira) y en especial con Colombia, hemos visto la evolución de problemas como el contrabando (Gasolina, gasoil, alimentos y medicinas) la trata de blancas, el narcotráfico, secuestros y el paramilitarismo entre otros.

Crecer en los últimos años bajo la inspiración de unos líderes colombianos quienes han tomado el poder por asalto y tratan de mantener una nueva oligarquía, bajo la inspiración del Virreinato de la Nueva Granada, es comprender que el contrabando está mucho más allá de los pimpineros o de las gandolas cisternas que repletas de combustible cruzan nuestras fronteras y nadie las ve.

Esta conducta reiterada ha tenido diferentes matices y en algunos casos la balanza se ha inclinado a uno y otro lado de la frontera, gracias a la presión de unos líderes quienes en los últimos años provienen no de las tradicionales familias de la oligarquía colombiana sino de una mezcla de ellas, quienes se unieron a los carteles de la droga y negociaron pistas de aterrizaje a la sombra del Estado neogranadino, hasta llegar más tarde a apoderarse por asalto de la Casa de Nariño.

El karma para Venezuela ha representado un viacrucis de diferentes signos los cuales pasan por la violación de tratados limítrofes, irrespeto a las leyes internacionales, amenazas reiteradas con secuestros, invasiones de tierras, migraciones forzadas, millares de desplazados y perseguidos políticos desde la muerte del prócer Jorge Eliezer Gaitán.

En nuestro país residen más de 6 millones de colombianos quienes han venido a nuestra Patria a buscar refugio y residencia y han encontrado buen trato y lazos de confraternidad. La mayoría de ellos han venido huyendo del paramilitarismo, del acoso de los narcotraficantes y son víctimas y desplazados por las guerras internas entre las fuerzas del Estado y la guerrilla (FARC EP, ELN, etc.).

Todo este cuadro se acentuó y se hizo más dramático con la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez (1998), pues en el pasado reciente con la IV República, las emigraciones existían pero en especial los colombianos eran extorsionados y tratados como víctimas por nuestras fuerzas policiales y de extranjería, muchos eran confinados a los trabajos considerados de poca monta como los de servicio doméstico o los de trabajadores del campo (peones de haciendas o labriegos al Sur del Lago de Maracaibo).

Paralelamente al continuo maltrato del pueblo por el Estado colombiano y su política de hostigamiento hacia Venezuela a través de su Cancillería y la Fuerza Militar (caso Magnicidio), también se han aupado la persecución en caliente y otras políticas de "seguridad democrática", arreciadas en los gobiernos de Pastrana, Uribe, Santos y ahora con el de Iván "El Uribito".

La paciencia del Estado venezolano ha desbordado todos los límites de la convivencia posible y del estoicismo que cualquier frontera en el mundo pudiera soportar. Mientras ello ha ocurrido, Colombia y su oligarquía han orientado su estrategia a desplazar su paramilitarismo y violar los tratados internacionales (Caño Bayonero, Corbeta Caldas, Isla de los Monjes y reclamos fallidos en el Golfo de Venezuela).

En fin, existe todo un rosario de "falsos positivos" como resultado de una política que no es genuinamente colombiana sino ha sido una copia al carbón de la política y diplomacia del imperio norteamericano, aplicada en algunos estados del medio oriente como Irak, Libia, Afganistán y actualmente en Siria.

Para Venezuela y en especial para el gobierno revolucionario del Presidente Nicolás Maduro (acusado por la burguesía parasitaria venezolana de colombiano como lo hicieron antes con CAP), "no es concha de ajo" la situación sino una papa caliente que busca una salida inmediata para contenerla.

Ya existen antecedentes como los cierres de frontera ejecutados por parte de los gobiernos del Comandante Hugo Chávez y también - muy recientemente - con Nicolás Maduro pero con medidas que en diplomacia y en relaciones internacionales son muy transitorias.

La verdad verdadera es que Venezuela y Colombia están condenadas a vivir juntas "hasta que la muerte las separe" y más como unas naciones hermanas e hijas de un mismo Padre quien dio - bajo la inspiración de Miranda - el nombre a Colombia en el Congreso de Angostura de 1819.

Medidas como las inspiradas en la nueva política contra la guerra económica para frenar el dólar Cúcuta, el contrabando de gasolina, el de alimentos y medicinas es perentoria y de inmediata aplicación; aunque ya los mutantes tratan de robar las máquinas capta huellas digitales y los billetes soberanos a su territorio, cosa que "está en pleno desarrollo" (Walter Martínez).

La raíz de estos males se ha sembrado hasta los tuétanos en los 2.219 kilómetros de frontera colombo- venezolana. "La culpa no es del ciego sino de quien le da el garrote".

El Estado venezolano sabe que con un gobierno vecino, con las actuales características del colombiano no se puede encontrar una salida satisfactoria a un problema creado para subsidiar otro problema, como lo es el hambre del oriente colombiano que busca una solución a precio de gallina flaca.

La estrategia debe centrarse en políticas que defiendan nuestra soberanía, integridad territorial y estabilidad de la vida social y política de los venezolanos y más allá nos atreveríamos a afirmar, hasta de los propios colombianos.

Si bien existen lacras de mafias que se manifiestan en las políticas dictadas por el imperio a los gobiernos de la oligarquía santandereana, la cual ha secuestrado y humillado al propio pueblo colombiano, también existen lacras de nuestro lado quienes se visten de cualquier color e incluso de verde oliva, para facilitar el contrabando de extracción de combustible, alimentos y medicinas hacia el vecino país.

Todo ello no es de carácter humanitario sino más bien de carácter mercantilista y neoliberal, por el cual han suspirado desde siempre la oligarquía de Bogotá, arropada por los sueños de una herencia del virreinato español de Nueva Granada como un complejo y legado histórico.

Mientras en la frontera mantengamos de los dos lados gendarmes sin Patria y sin escrúpulos y bandoleros, la situación se mantendrá igualita por los siglos de los siglos.

No bastan las buenas intenciones del Palacio de Miraflores mientras en el Palacio de Nariño se sigan acatando órdenes no del pueblo colombiano sino de la Casa Blanca. El problema no es fácil pero la historia nos reclama voluntad y una claridad política que ponga el dedo en la llaga.

Si el gobierno revolucionario del Presidente Nicolás Maduro quiere acabar con las lacras colombianas del narcotráfico y del contrabando, también tiene que acabar con algunas lacras venezolanas quienes también se alimentan del contrabando de la gasolina y del gasoil (Concesionarios de estaciones de servicio).

Se suman a ellos la fuga de los billetes soberanos, la medicina y los alimentos en la frontera junto a traidores a la Patria como Julio Borges y Pedro Carmona, quienes encontraron allí refugio.

Las mafias en la frontera colombiana y brasilera se pasean por un espacio donde poco importa la Patria y los ideales bolivarianos, porque por encima está el dinero, la droga y el paramilitarismo. La mafia fronteriza necesita combustible para la droga y para mercadear a precios internacionales, con la venia del Palacio de Nariño y así poder seguir abasteciendo al mayor consumidor de droga en el mundo: los EEUU.

Con la llegada del compatriota Freddy Bernal y del capitán bolivariano Vielma Mora en el Táchira, unidos al coronel Ramón Carrizales en Apure; el economista Omar Prieto en el Zulia y a Miguel Leonardo Rodríguez en Amazonas se han despejado muchas dudas e incógnitas.

Ya son harto conocidas estas acciones por parte del Comando Estratégico Operacional (CEO) y el Alto Gobierno liderado por el Comandante en Jefe de las FANB y Presidente de la República Nicolás Maduro Moros.

Ya lo dijimos y lo repetiremos hasta el cansancio; "no tiene la culpa el ciego sino quien le da el garrote" y para eliminar los problemas de los venezolanos y colombianos en la frontera necesitamos más que buenas intenciones, una auténtica voluntad y acción de Patria a toda prueba para no seguir corriendo la arruga con Colombia.

¡Ha llegado la hora de hacer respetar la Revolución Bolivariana en las fronteras!

¡Amanecerá y veremos!






 



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Marco Tulio Arellano

Jubilado en Pdvsa

 arellanomt@hotmail.com      @Homugria

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