Alquimia Política

Juicios de valor

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En días pasados me cuenta un trabajador del sistema educativo universitario venezolano el siguiente argumento: "Desde que entré a la Universidad el supervisor se ha empeñado en adjudicarme responsabilidades por cada situación que ocurre y de la cual él no encuentra explicación. Si se produjo un daño en la infraestructura, es culpa mía porque así se lo dijo fulanito, que si una compañera de trabajo se siente amenazada con tratos insidiosos, es posible que sea yo porque eso asomó un estudiante y ya que los estudiantes están en todas parte debe ser verdad…; y así sucesivamente, todo cuanto viene producto del chisme y de las voces de pasillo es verdad para este supervisor…"

Este caso planteado, en el ámbito del comportamiento organizacional se conoce como "juicios de valor" y son presunciones que piensa un jefe y/o supervisor, pero no son verdad, no vienen producto de un proceso de investigación, de averiguación administrativa que termine en una sentencia o resolución administrativa que adjudique el hecho a la persona afectada con el juicio de valor, por ende emitir ese juicio de valor llega al punto del vilipendio, de la acusación infundada, temeraria y grave, porque un ser humano, por muy débil que sea en cuanto a sus contactos y relaciones públicas, tiene derechos humanos definidos y donde el respeto a su dignidad es el más enaltecido y reconocido por el mundo civilizado.

En la administración pública venezolana de hoy día, sobre todo en el sistema educativo universitario, es muy común apreciar a estos funcionarios que producto de chismes, de algún comentario de alguien de manera ligera, produzca la persecución del trabajador y en ocasiones el sometimiento del mismo a posturas personalistas de una autoridad que partiendo de los juicios de valor busca subestimar el talento y, en ocasiones, la verdad de personas cuyo único problema es no haber coincidido con una opinión favorable que mostrara sus atributos en vez de sus defectos. El materializar esas posturas impropias de un supervisor o gerente, hace que las decisiones entorno a esa situación y que afecten al trabajador, sean de absoluta nulidad frente a las leyes y a las personas. Acciones de perfecta valía para comenzar una querella de tipo personal que termine en sanciones ejemplarizantes hacia ese funcionario que por ignorancia o por viveza, perjudica a un trabajador.

En el 2014, la psicóloga española Tamara de la Rosa, publicó un artículo de opinión titulado "El juicio de valor como delito moral ", en el "Diario de Avisos", de Madrid, que simplifica de manera magistral esa intencionalidad de hacer del chisme y el cuestionamiento, una excusa para privar de beneficios y méritos a un trabajador.

Expresaba la psicóloga que cuando "…hacemos un juicio de valor sobre alguien ¿somos realmente conscientes de las consecuencias que puede llegar a tener? Estos días, a pesar de estar totalmente de acuerdo con la libertad de expresión, reconozco que estoy más que asombrada con la cantidad de descalificaciones y opiniones humillantes a través de redes sociales hacia personalidad. Y yo me pregunto, ¿hasta qué punto todo vale? ¿Tiene que estar penalizado legalmente para establecer unos límites a la hora de opinar sobre otro? Caemos en juzgar a personas que nada tienen que ver con nosotros y por comportamientos y acciones que no dañan a nadie.

"Un juicio de valor, dependiendo de la personalidad y del estado emocional en el que se encuentre en ese momento el acusado, puede actuar como un factor estresante pudiendo derivar en trastornos adaptativos con reacciones como la ansiedad y depresión. No somos conscientes del peso que tienen las palabras. Y es que a veces, si lo que vamos a decir no es más bonito que el silencio, mejor nos callamos.

"Podemos y debemos tener opiniones sobre situaciones, sucesos y defender la postura, pero hacerlo sin incluir un juicio de valor sobre la persona que desde un punto de vista se ha equivocado en algo. Una opinión es ante todo un asunto personal, algo subjetivo, y así es como debiera ser tratado. Tenemos instaurado en nuestra conducta el etiquetar a las personas, atribuirles cualidades y catalogarlas según nuestra percepción y experiencia, a veces sin darnos cuenta del daño e impacto negativo que podemos generar en otra persona. Calificamos subjetivamente lo que hace otro, en base a nuestros valores, creencias e ideas. ¿Te cuesta empatizar? Inténtalo haciéndote esta pregunta: ¿Cómo me sentiría yo si dijeran de mí lo que yo estoy diciendo de otro?

"Siendo jueces de los demás, validamos los juicios de valor como una forma adecuada de comunicación humana y, actuando así, damos permiso a quien quiera para que opine o juzgue lo que hacemos y sí, debemos saber encajar y aceptar las críticas pero, como comencé diciendo al principio del artículo, creo que debe haber unos límites que no debemos sobrepasar. Ese límite se llama respeto, sin etiquetar ni juzgar dañinamente a la persona…Parece que prestamos más interés y nos llama más la atención el que una persona anónima haya mantenido dos relaciones sentimentales con dos personajes públicos que el hecho de que dos representantes políticos hayan hecho una supuesta malversación de fondos, que eso sí que tiene que ver con nosotros al tratarse de dinero público. Se han usado las redes sociales como medio de ensañamiento hacia las personas de manera anónima juzgando su vida personal…"

Todo el artículo de Tamara de la Rosa, muestra lo grave, lo temerario de buscar perjudicar a alguien a través de un juicio de valor; cuestionar el talento de alguien, su capacidad humana de actuar o su conducta, no es una tarea responsable cuando se hace desde un puesto o cargo de autoridad, donde la postura pueda influir en una decisión favorable o desfavorable a una persona. Es algo que no debería pasar pero pasa. Hoy día muchos somos víctimas de ese tipo de autoridad, la cual sin miramientos, sin respeto al trabajo creador y sin un ápice de decencia a la condición humana, busca, a través del chisme y la arrogancia del desafío personal, minimizar el estatus de excelencia de algunas personas, quizás porque ven en ellas el lugar que nunca podrán ocupar por su mediocridad y su falta de espíritu humano para trascender más allá de un cargo o una responsabilidad administrativa de dirección.

Y termino con la fábula de la "Serpiente y la Luciérnaga" que dice: Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Esta huía rápido con miedo de la feroz predadora y la serpiente al mismo tiempo no desistía. Huyo un día, dos días y la seguí…al tercer día ya sin fuerzas, la luciérnaga paro y le dijo a la serpiente:

-¿Puedo hacerte tres preguntas?

-No acostumbro dar este precedente a nadie pero como te a devorar, puedes preguntar, contesto la serpiente!

-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?

-No, contesto la serpiente…!

-¿Yo te hice algún mal?

-No, volvió a responder la serpiente

-Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?

-¡porque no soporto verte brillar!

 

¿Qué significado tiene esta fábula? Muchos de nosotros nos hemos visto envueltos en situaciones donde nos preguntamos: ¿Por qué me pasa esto si yo no he hecho nada malo, ni daño a nadie? Sencillo de responder, porque no soportan verte brillar; cuando esto pase no dejes de brillar, continua siendo tú mismo, continua y sigue dando lo mejor de ti, sigue haciendo lo mejor, no permitas que te lastimen, no permitas que te hieran, sigue brillando y no podrán tocarte. Porque tu luz seguirá intacta. Tu esencia permanecerá, pase lo que pase. Se siempre autentico, aunque tu luz moleste a los predadores.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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