A estas alturas nadie, ni siquiera el enemigo, puede dejar de reconocer el valor del presidente Nicolás Maduro así como los esfuerzos que ha hecho y sigue haciendo para tratar de enfrentar la multifacética agresión imperial, de paliar sus efectos en la población y de evitar la intervención franca de fuerzas extranjeras en nuestro país.
Mas, pese al optimismo comunicacional oficial, sigue existiendo un abismo peligroso entre ese reconocimiento y la "pela" diaria que atraviesan los patriotas de a pie sujetos de este escrito. Abismo producto de múltiples factores entre los cuales cabe destacar la Espada y la Cruz, merecedoras a mi entender de un tratamiento frontal, al menos en los medios públicos.
La Espada, la Guerra.
Internalizar que estamos en guerra no es nada fácil, especialmente porque la guerra que nos afecta no encaja en la imagen que nos hemos acostumbrado a ver en pantallas grandes y chicas: fuego, humo, soldados armados hasta los dientes, tanques, aviones, cuerpos mutilados… Tampoco lo es estimar la magnitud de su impacto en la dinámica macro de nuestro país ni relacionarla directamente con el diario vivir.
De allí que no sea raro que compañeros de lucha, aun aceptando que estamos en guerra, responsabilicen indiscriminadamente al Gobierno de todos lo que anda mal o simplemente no anda, y acusen al Presidente Maduro -apreciado, electo y reelecto- de no hacer "nada" al respecto.
¿Qué hacer? Decir la verdad. Dejar de lado explicaciones parciales, omisiones, tapujos que no han servido nunca para orientar y unir. Explicar en forma clara y bien hilvanada el contexto, los alcances y las consecuencias que de la guerra hasta hoy´, las medidas de todo tipo tomadas para protegerá nuestra Nación, éxitos y fracasos. Alertar sobre lo que podría ocurrir en un futuro, destacando el rol que nos corresponde jugar a todos desde hoy mismo para evitarlo y para enfrentarlo, si fuera necesario.
La Cruz, Evangelización malsana:
Como expresó una camarada en estos días "Es muy difícil competir con Dios" visto el éxito logrado desde tiempos inmemoriales por quienes han logrado explotar las inclinaciones religiosas y espirituales de muchos para satisfacer las ansias de poder y riqueza de pocos. Pero igual hay que hacerlo, aunque resulte particularmente complicado para un gobierno que entre otras cosas se define cristiano.
Una vía podría ser dar a conocer el origen, principios y prácticas de la teología de la liberación en nuestra región, su satanización por parte de las fuerzas dominantes y el envío de cruzadas evangelizadoras para combatir, Dios en ristre, a los curas "comunistas" defensores de las mayorías oprimidas. Envío que nunca ha cesado como lo explican los propios teólogos y Jhon Hernández, en un artículo reciente sobre la Iglesia Universal en Argentina.
Guerra avisada no mata soldado