La enorme diferencia fundamental entre el proceso político revolucionario y
la política de los demás partidos burgueses que se han aglutinado alrededor
del candidato oposicionista Manuel Rosales, nos conlleva a la consideración
objetiva que estos desean reconquistar el poder para continuar con el
pasado, mantener el debilitamiento en la razón social, haciendo caso omiso
de las realidades y creyendo que nuestro pueblo es tan insignificante, que
nuevamente pueden atarnos y entregarnos con todo y nación al dominio
imperial norteamericano. Ellos piensan que somos presa fácil de sus engaños
demagógicos, de su opresión y del oscurantismo en que nos manutuvieron por
espacio de cuatro décadas. Nuestra patria parece, en efecto, como perseguida
por ese anatema, por esos sifilícos dirigentes que solo han amado es a sus
intereses personales y la injusticia en todas sus latitudes. La lucha por el
establecimiento de un régimen verdaderamente democrático y humano en nuestra
nación tiene su origen en las más lejanas aspiraciones de un pueblo que ha
tenido que entregar una elevadísima cuota de sacrificio. De ahí que estos
viejos aventureros, a un con suerte, porque tratan de utilizar el combate
político y preparan descaradamente una encarnizada violencia para asaltar al
poder, tengamos que decirle, que comprendan que nunca jamás volverán porque
existen grandes diferencias y ellos no son más que el auge de una ruina
seudo democrática que levantó la burguesía en todo el medio de sus miserias.
Nuestra política revolucionaria si tiene un fin, si tiene un líder, tiene
todo un pueblo ahora armado de conciencia política y con la firme
orientación de justicia, libertad e igualdad, con un pensamiento que se
sostiene sobre la doctrina de Bolívar. Es decir, que el carácter científico
de nuestra política está al servicio de las acciones revolucionarias que
llevan a cabo las masas y todas las organizaciones impregnadas con este
sentido humanista, desde el punto de vista práctico. Esa es la diferencia
que nos mantendrá en el poder, que unificará a Latinoamérica y el Caribe y
que nos independizará definitivamente de las agallas de ese monstruo
neoliberalista creado y mantenido por el imperio. ¡NO SOMOS LACAYOS!
¡NUESTRA PATRIA, NUESTRA POLITICA, NUESTRO LIDER, TIENEN ESA MODESTIA QUE
SUELEN TENER LAS MADRES DE LOS HOMBRES GRANDES!
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