Si buscamos el significado de la palabra enigma en un diccionario encontraremos lo siguiente: «vocablo de origen griego. Se trata del dicho o de la cosa que no se puede comprender o que no logra interpretarse. Un enigma también es un conjunto de palabras de sentido encubierto para que el mensaje sea de difícil entendimiento».
Mario Vargas Llosa es para mí un enigma. No porque sea de derechas, autotítulándose liberal, o porque sea el más español de todos los españoles siendo peruano, es porque, cada vez que dice algo, ante el público babeante que escucha a un premio Nobel, no sé si es verdad, si está mintiendo sin querer, si se está riendo por dentro de lo que dice o si efectivamente se lo cree.
Este fin de semana el escritor europeo Mario Vargas Llosa dijo en la Convención Nacional del PP, partido del que es simpatizante, además de serlo de Ciudadanos y del extinto UPyD de los «liberales» Fernando Savater y Rosa Díez, una serie de enigmáticos enigmas que contentaron al público allí reunido.
Mario abrió su tanda de disparos contra el nacionalismo (catalán), el mismo que él refuerza cada vez que insufla de nacionalismo español, con palabras, banderas y afrentas, las calles de Cataluña. Aseguró él, que apoya al paracaidista Manuel Valls, que Barcelona se había convertido en una «ciudad provinciana» a causa del nacionalismo catalán, dando a entender que sería más «cosmopolita» si fuese más española, que es la forma de ser menos catalana.
Todo lo anterior es un enigma para mí. Vargas Llosa no quiso terminar de explicar al cosmopolita público que lo escuchaba que estaba feliz por el auge del liberalismo en el mundo consolidado por la desaparición del comunismo y porque «por primera vez en la historia, los países pueden elegir si son pobres o prósperos»… pero no, añadiría yo, elegir si son libres o esclavos; eso molesta.