Venezuela es un caso único e irrepetible en la historia, un país petrolero quebrado en pleno boom del precio del barril, con las máximas reservas de petróleo y sin gasolina, con sus calles abarrotadas de huecos cuando por el asfalto (desperdicio del petróleo) deberíamos tener calles, avenidas y autopistas en óptimo estado, como las que lucen países que no tienen petróleo, pero si una excelente gestión pública.
Padecemos los estragos de una economía devastada por leyes anacrónicas y controles corruptísimos impuestos a la fuerza, mismos que corresponden al linaje del comunismo castrista, por ello, sufrimos el salvaje embate de élites y supra élites que han dado paso a las expresiones más genuinas del chavismo; bachaqueo, contrabando y mafias. Elites inhumanas que descansan sus inconmensurables fortunas en charcos de sangré, lágrimas y sufrimiento de un pueblo oprimido, a quien sus instituciones se le han volteado, dando sustento a este país desnaturalizado, arrastrado a la tragedia.
En lo social la misma historia, se ha calcado el sistema cubano donde el partido y todas sus derivaciones, mal llamado poder popular, han tirado al cesto de la basura la ciudadanía y han impuesto una sola clase social única “militantes”, adoctrinados y sometidos a través de sus necesidades, necesidades que el mismo régimen crea y arraiga para poder controlarlos.
Así, el régimen evadió de la forma más absurda (legalmente hablando) el revocatorio de 2016, forzó una ilegal e ilegítima “constituyente” en 2017 y aguas abajo, con el mismo perfil, un conjunto de pantomimas electorales que le ha labrado el imborrable repudio del que hoy es objeto, no solo en el país sino mundialmente. Hasta aquí, dicho lo dicho, la primera gran lección es: Absolutamente todo lo que hoy posee el chavismo es ilegal e ilegítimo, por lo que no posee ninguna facultad ni competencia jurídica ni legítima para representar algo más que a ellos mismos, sus intereses, a toda su barbarie.
En 2002, 2014 y 2017 los venezolanos fuimos víctimas de presuntos “diálogos” que para lo único que funcionaron fue para distraer la atención mientras que el gobierno redoblaba su proyecto, hoy pretenden convocar otro presunto diálogo toda vez que nuevamente la coyuntura los ha puesto contra la pared, de rodillas, donde solo un enorme milagro o una magnánima torpeza pudiera librarlos de, finalmente, pagar las consecuencias de sus aterradores actos.
La segunda gran lección, los venezolanos nos enfrentamos no a una dictadura común, nos enfrentamos al castrismo cubano, mismo que ha sido sancionado junto a más de cuatro decenas de regímenes totalitarios que aún mantienen el poder desde hace décadas, especialistas en manipular al pueblo a través de la opresión y sus necesidades. De este modo, unos “gobernantes” que todo lo que poseen es ilegal e ilegitimo, que además forman parte de una de las peores dictaduras que ha plagado la tierra ¿Cómo es que pueden imponer diálogo a su medida? ¿Cómo es que pueden exigir condiciones para su dimisión? peor aún ¿Cómo es que se les permite forzar un inconstitucional adelanto de elecciones parlamentarias, dicho sea de paso, única institución legal y legítima del momento? ¡Es insólito!
Para que prevalezca un diálogo debe haber: 1) Reconocimiento de las partes, el chavismo desconoce toda oposición, incluso el Poder Legislativo Nacional. 2) Debe haber demostración de voluntad política, el chavismo día a día afianza su modelo cubano. 3) Debe haber respaldo de legalidad y legitimidad, el chavismo solo se representa a sí mismo, a sus élites. De este modo, un diálogo es una prerrogativa irracional toda vez que en la forma y manera que se propone le da un reconocimiento justo, legal y legítimo a quien ha hecho de estas tres características una burla para timar a un pueblo, a un continente, al planeta entero. La racionalidad, la decencia, la justicia implora dimisión inmediata, reinstitucionalización y, finalmente, elecciones libres.