La interrogante planteada en este artículo, para algunos, pareciera una bobería, como diría un cubano, porque la Constitución Bolivariana de Venezuela, en el capítulo II, del Poder Ejecutivo Nacional, del Título V, denominado De la organización del Poder Público Nacional, indica las atribuciones del Presidente o Presidenta de la República.

Para otros sería una osadía propia de quien no tienen otra cosa que hacer que "hablar sandeces" o realizar elucubraciones intelectuales para perder el tiempo.

Cualquiera es libre de pensar lo que le plazca.

Nosotros haremos más bien un ejercicio de fabulación, para lo cual acudiremos a tres corrientes de la literatura latinoamericana. Una, la realidad y la auténtica realidad, un poco a lo planteado por Miguel Ángel Asturias con su novela El Señor Presidente. Dos, el realismo mágico, entendido como lo anclado en la vida cotidiana pero con matices de fantasía o maravilla, expresado muy bien por Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad y lo real maravilloso definido como el estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano, donde lo insólito es cotidiano, cuya representación más conspicua la hizo Alejo Carpentier en su libro El reino de este mundo.

Venezuela, la patria de Bolívar, vive atravesado por estas tres corrientes.

Veamos

La primera, la realidad y la auténtica realidad.

El 20 de mayo de 2018 se realizaron unas elecciones presidenciales y salió victorioso Nicolás Maduro Moros, gobernante en ejercicio, con más de 6 millones de votos (67%), mientras que el principal candidato de oposición, Henry Falcón, obtuvo casi 2 millones de electores (21%). En total participaron un poco más de 9 millones de un total de total 20.626.978 venezolanos habilitados para ejercer su derecho al voto. El nivel de participación llegó a 45%, muy superior, por cierto, al que se da en otras naciones que se colocan como ejemplos de democracia.

Dos días después, el Consejo Nacional Electoral (CNE), procedió a la proclamación como presidente reelecto de Nicolás Maduro, en correspondencia con lo establecido en el artículo 228 de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela

Esas elecciones fueron un acontecimiento observado por toda la comunidad internacional y el hecho de que sectores de la oposición venezolana, incluyendo la mayoría de sus organizaciones políticas, decidieran no participar en ese evento, no constituye óbice alguno para que este proceso no se hubiese consumado.

Procediendo con lo establecido en el artículo 231 de la constitución ya mencionada, y en vista del desacato de la Asamblea Nacional, el 10 de enero de 2019, se procedió a la juramentación, por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), de Nicolás Maduro Moros como nuevo presidente para el período 2019-2025.

El reconocimiento de esas elecciones, del acto de juramentación y del nuevo presidente constitucional y legítimo, Nicolás Maduro Moros, tiene el apoyo o el aval de más de 100 países de los 193 que conforman la Organización de las Naciones Unidas. (ONU).

El presidente Maduro, además es el cuentadante de la administración pública, Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, es el que decreta los aumentos de los salarios y es reconocido por cuatro de los cinco poderes públicos.

Segundo, en una suerte de realismo mágico, con mitos, prejuicios, anécdotas, valores, sueños y voluntades destinadas al olvido con el transcurrir del tiempo, el diputado Juan Guaidó, Presidente de la Asamblea Nacional, haciendo caso omiso de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, que declara al legislativo en desacato, procede, el mismo el 23 de enero de este año, a autojuramentarse como Presidente de Venezuela y lo hizo únicamente ante la presencia de seguidores y simpatizantes de sus ideas. Levantó la mano derecha y juró como presidente, invocando la ilegalidad de las elecciones del 20 de mayo de 2018, calificando al Presidente Maduro de usurpador y sustentando su actuación en el artículo 233 de la misma constitución.

Ha nombrado embajadores en los países que lo reconocen como tal y maneja a su antojo la empresa Citgo de Petróleo de Venezuela (Pdvsa), eso sí, bajo la tutela del gobierno de los Estados Unidos.

Preguntamos. ¿En qué país del mundo eso se hace? En ninguna, pero en el nuestro ocurre y sólo puede ser explicado como parte del acontecer propia de la dinámica de la política venezolana con matices evidentes de fantasía o maravilla

Inmediatamente, por razones de índole políticas, el gobierno de Estados Unidos, los gobiernos de los países del Grupo de Lima (excluyendo a México) y algunos otros de la Unión Europea, lo reconocen como presidente.

Sería posible que un acto de tal naturaleza ocurriera en Estados Unidos, en Francia o en Alemania? Imposible.

Tercero, en una especie de lo real maravilloso tomaremos como referencia el caso de Lorenzo Mendoza.

Lo real: ese personaje es un empresario, integrante de los "poderes fácticos" en Venezuela, no se mide electoralmente, es dueño del grupo Polar, se convierte en referencia para una gran cantidad de venezolanos que lo tienen como especie de "espadachín de la libertad" y del altruismo.

Lorenzo Mendoza tiene la capacidad de utilizar los dólares preferenciales que le otorga el gobierno constitucional y legítimo, el de Maduro, no el de Guaidó, para comprar los insumos y materias primas para la producción de los productos de su empresa para otros fines, entre ellos transferir gran parte de esos dólares a sus cuentas en el exterior. Para ello la sobrefacturación de divisas o la importación fantasma son excelentes instrumentos.

No produce divisas pero tiene una ostentosa fortuna en el exterior. Según un estudio de la revista financiera Forbes, tiene un patrimonio de 4 mil millones de dólares y es el hombre 329 con más dinero en el planeta. Un verdadero "pelucón".

Utiliza el poder que le da su empresa y las relaciones que tiene con funcionarios del gobierno, para imponer los precios a sus productos y en cadena los comerciantes operan en consecuencia.

Lo maravilloso. En el libro El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, hay un personaje, su nombre Mackandal, lo llaman el manco o el negro cimarrón, quien de metamorfosis en metamorfosis, es capaz de transformarse en animal de pezuña, en ave, pez o insecto. El señor Lorenzo Mendoza es una variante, con la diferencia que no es negro, tampoco esclavo y mucho menos pobre, pero tiene la capacidad de mimetizarse, metamorfosearse y convertirse en un cordero, incapaz de hacer daño, vendiéndose siempre como una víctima del "régimen de Maduro".

En nuestro país pareciera está muy lejos de agotarse su caudal de mitología

Conclusión

En los primero dos casos, Maduro-Guaidó, estamos en presencia de gobernantes electos, uno para presidente y otro como diputado, pero en el caso de Lorenzo Mendoza no. Sin embargo, este logra imponer los precios de todos sus productos y son esos los referenciales para toda la economía venezolana.

¿Quién especula con las divisas y dolariza la economía? ¿Quién infla los precios de los bienes y servicios y como consecuencia se deterioran los sueldos y salarios cualquiera sea el nivel?

¿Qué personaje impone precios a los productos de consumo masivo? Es Vox populi, vox Die. Lo sabe el gobierno del presidente legal y constitucional, Nicolás Maduro Moros, lo sabe el autoproclamado Juan Guaidó y lo sabe el venezolano y venezolana de a pie, que todo los días tiene que lidiar con los precios del día.

¿Qué se hace para contener eso?

¿Quién gobierna en Venezuela? ¿Lo real, el realismo mágico o lo real maravilloso? ¿O los tres a su vez?

La interpretación es libre.