"En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario". (George Orwell).
Hemos dicho, en distintos escritos, que hoy en día existe una lucha tripolar por la hegemonía del mundo, entre tres "países fuertes", como lo son Estados Unidos, Rusia y China. El primero, con sus históricas ínfulas de superioridad, con su "Estado empresario" (José Saramago) o "Estado Profundo" (Noam Chomsky) y quien siempre ha utilizado, según el historiador Howard Zinn, en el texto Sobre la guerra, el consejo expuesto por Maquiavelo en El Príncipe: "emula al león y al zorro". El león usa la fuerza y el zorro el engaño, cuando la estrategia del engaño no funciona para convencer y lograr sus fines, se acude entonces a la fuerza.
Eso sería una expresión "modernizada" de la visión hobessiana (De Tomas Hobbes) de que: "el hombre es el lobo del hombre" o "el hombre es un lobo para el hombre" (Homo homini lupus).
Los otros dos países (Rusia y China), se identifican más con la visión lockeana (De John Locke) o grociana (De Hugo Grocio) de respeto de las leyes e instituciones en las relaciones internacionales, al sostener que un estado natural no es un estado de anarquía y de guerra de todos contra todos, sino que sí es posible una situación de paz, de buena voluntad y de mutua asistencia entre iguales, donde la convivencia es ordenada por la ley natural.
En definitiva, es mediante la razón que los hombres pueden llegar a conocer el conjunto de mandatos y de prescripciones que integran la ley natural.
Pero se debe tener claro que ambos países se desarrollan como Estados Unidos, bajo la lógica del capital, no plantean un modelo económico alternativo (por ejemplo, el socialismo) y, como diría el filósofo francés Jacques Ranciére, "no están frente del capitalismo, sino que viven en su mundo".
El canal de Panamá en disputa
Como se sabe es una de las principales vías interoceánicas del comercio internacional. Conecta a los océanos Atlántico y Pacífico, y funciona como un atajo marítimo que permite ahorrar distancia y tiempo para el transporte de bienes, ya que evita que se haga un viaje de 7.000 millas náuticas adicionales (13.000 kilómetros) alrededor de la punta de América del Sur.
Esta vía tiene una extensión de 51 millas (82 kilómetros) y atraviesa el centro de Panamá. Su historia se remonta al siglo XIX, cuando se propusieron los primeros proyectos para construir un canal artificial en el istmo panameño, destacando entonces las propuestas de alemanes y franceses. Estos últimos incluso iniciaron, en la década de 1880, la fase de trabajos preparatorios para su construcción, pero no hubo mayor avance.
No fue hasta 1903, luego de la separación de Panamá de Colombia, que este país firmó un tratado con EE.UU. para la construcción de la vía interoceánica para barcos y al año siguiente arrancaron las obras tras comprarles los derechos a los franceses. El proyecto fue terminado en 10 años (1914).
EE.UU. controló el canal desde entonces, hasta el 31 de diciembre de 1999, fecha en la que cedió la gestión de la infraestructura a las autoridades panameñas, según lo establecido en un tratado bilateral firmado el 7 de septiembre de 1977 por el entonces presidente estadounidense, Jimmy Carter, y el jefe de Gobierno de Panamá, Omar Torrijos.
Panamá asumió la responsabilidad total por la administración, operación y mantenimiento de la vía interoceánica.
Sin embargo, los que mandan en Estados Unidos siguen convencidos de que ese canal es de su propiedad. Es tan así que el próximo presidente de EEUU, como buen representante del "estado profundo", ha hablado y lo ha hecho como siempre lo hace: sin tapujo alguno.
Ha dicho que Washington puede exigir la recuperación del control sobre el canal si las condiciones de su transferencia al país latinoamericano siguen incumpliéndose. Eso lo justificó señalando que la infraestructura "se considera un Activo Nacional vital para EE.UU., debido a su papel crítico para la economía y la seguridad nacional".
Comentó también que esta vía es crucial para el comercio y el rápido despliegue de la Armada estadounidense desde el Atlántico hasta el Pacífico, al tiempo que reduce significativamente los plazos de envío a los puertos de su país. Aseguró, además, que más del 70% de todos los tránsitos del canal tienen destino a o desde EE.UU., y que su construcción costó mucho al país. "Cuando el presidente Jimmy Carter lo regaló tontamente por un dólar, durante su mandato, fue únicamente para que lo administrara Panamá, no China, ni nadie más".
En respuesta, el presidente panameño José Raúl Mulino dijo que "cada metro cuadrado del canal de Panamá y su zona adyacente es de Panamá y lo seguirá siendo".
De inmediato, Trump escribió "¡ya lo veremos!" y publicó una imagen del canal de Panamá en la que se ve una bandera de su país junto con el mensaje: "¡Bienvenidos al canal de Estados Unidos!".
Ya hace años el mismo Donald Trump había dicho no estar de acuerdo de que Panamá lograra la recuperación de su soberanía territorial, y que el Canal de Panamá debería volver a manos de Estados Unidos porque fue un muy mal negocio o tratado firmado por Jimmy Carter.
Ante eso, se pronunció una representante de uno de los países que le disputa la hegemonía a EEUU. Lo hizo la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Mao Ning, en una rueda de prensa, donde dijo que "El canal de Panamá es una gran creación del pueblo panameño. Es una vía acuática de oro para la conectividad entre los países. China siempre ha apoyado al pueblo de Panamá en su justa lucha por la soberanía del canal". Al mismo tiempo, indicó que Pekín reconoce el canal como "una vía de navegación internacional permanentemente neutral" y respeta la soberanía de Panamá sobre esa vía acuática.
"Creemos que, bajo la eficiente gestión de Panamá, el canal continuará haciendo nuevas contribuciones para facilitar la integración y los intercambios entre personas de diferentes países y mejorar el bienestar de la humanidad".
Como se puede observar hablaron dos países en disputa y las intenciones están claras. Frente a eso decimos: los que seguimos creyendo en la utopía, la ilusión, el romanticismo y la construcción de un mundo más igualitario, rechazamos, con mucha fuerza, los intentos imperiales de Donald Trump y quien lo manda, pero, no nos hacemos muchas ilusiones ante la presencia del rancio pragmatismo, que ronda por doquier.