Probablemente casi nadie sepa acerca de un contagioso agente biológico que presuntamente ha sido liberado por accidente de laboratorio, el cual podría ya haberse infiltrado en las aguas y en el aire y que sus efectos podrían comenzar a sentirse de un momento a otro por todo el orbe. De modo parecido a la "bomba solo mata gente", este agente, del cual no se sabe si es un virus, una bacteria o un arma química, tiene la particularidad de que afecta únicamente a los políticos y, bajo su influencia, cualquier político en funciones experimentará una imperiosa e incontrolable necesidad de decir la verdad sin siquiera poder evitarlo y sin reparar en las consecuencias.
Construida como está nuestra civilización sobre la violencia y la mentira es sencillo imaginar las consecuencias de semejante situación extendida por el mundo, sobre todo en esos antros donde se planifica en secreto la actividad financiera mundial y el rumbo o la ruina de la economía de un país para beneficio de unos pocos. Son previsibles las consecuencias de tal flagelo infiltrado en el aire que respiramos, pues podría convertirse en una amenaza global capaz de acabar con la relativa (precaria) paz mundial tal y como la hemos conocido hasta ahora. Sería interesante ver a los políticos acusarse entre ellos, pero esta vez diciéndose las verdades y sabríamos con pelos y señales la verdad verdadera acerca de los paraísos fiscales y las guerras de toda generación que banqueros, corporaciones y gobiernos fascistas han desatado en contra de la humanidad… y, quien sabe, si poniendo al planeta al borde una tercera guerra mundial.
Aquí mismo en Venezuela podrían ocurrir eventos importantes. Por ejemplo, atacado por el virus y, como en un arrebato sin causa, Guaidó comienza a confesar por los medios nacionales e internacionales, con pelos y señales, el turbio caso de las fotos que ya sabemos. Desde cómo cruzó ilegalmente la frontera, los malhadados selfies, hasta la complicidad entre el Uribe, el Duque y el racista Trump en tan bochornoso episodio. Sus cófrades, atónitos y sin poder cerrarle su avara bocaza, contemplan cómo se termina de derrumbar el gobierno imaginario del autoproclamado cuando este cante a rienda suelta el contuntubernio con Guyana y la ExxonMovil, y cómo le pagarán cuando invadan a Venezuela como le han prometido los halcones.
Cuando Maduro vea que algo como eso le pasó al otro "presidente" sabrá que todo está perdido y tratará de poner su bigote en remojo; suspenderá las cadenas por temor a soltar todo lo que sabe del desfalco a la nación, la ruina de PDVSA y el desastre ecológico en el arco minero. Seguramente no volverá a bailar en público ni a declarar sobre perniles y cajas clap ni nada y, de ese modo, desaparecerá del escenario político y habrá que elegir un nuevo presidente para ver qué hacemos con este país.
Esas podrían ser algunas de las consecuencias.
Sin embargo, como casi nadie está enterado o nadie se toma en serio este rumor, la humanidad va quizás desprevenida a un caos apocalíptico o hacia una nueva civilización fundada sobre la verdad y el humanismo y no sobre la explotación de inmensas mayorías por minorías egoístas y depredadoras.
Algunas personas a quienes les he preguntado si saben algo de este asunto han dicho que no y, además, que es realmente difícil que los políticos bien enchufados digan la verdad hasta con una droga.
Esperemos para ver…