"Quien no conoce su historia está condenado a repetirla". La frase es atribuida a Napoleón, aunque también se le endosa a otros destacados. Lo cierto es que encierra una gran advertencia, tan grande como grande su olvido. El recuerdo viene a cuento por la situación delicada, compleja, que hoy vivimos. Veamos.
Vivimos una catástrofe comparable con una guerra mundial, el país es sometido a tierra arrasada. Los números son claros, inflación con cifras siderales, producción petrolera miserable, el oro saqueado, la industria paralizada, hambre de crisis humanitaria, medicinas ausentes, hospitales cerrados, salario esfumado, empleos reducidos, la inteligencia exiliada.
No obstante, la peor crisis es política y espiritual. Los líderes políticos de todos los bandos no tienen credibilidad, queribilidad, las masas sufren un tremendo reflujo, sólo los raperos mueven un poquito de gente. Los valores éticos son los de la guerra de todos contra todos, el valor principal es conseguir lo que sea a costa de lo que sea, para eso todo es lícito. El egoísmo, el individualismo, la meta personal disuelve a la sociedad, no hay cemento, poco o nada nos une, mucho nos separa, nos fragmenta. Como se puede entender, el país está en situación peligrosa, compleja, como pocas veces antes. Es imprescindible ir a la historia, de ella aprender, a partir de la historia construir la estrategia.
Para entender el momento debemos partir desde la dictadura de pérez jimenez. Influenciada por los frentes antifascistas, la izquierda desarrolló una política de unidad con el objetivo de derrotar la dictadura; todos los partidos de derecha, de izquierda. se unieron en una Junta Patriótica. El resultado fue bueno si se analiza desde la inmediatez, la dictadura fue derribada. Hubo fiesta, jolgorio en la calle, las masas dirigidas por los cándidos dirigentes revolucionarios fueron a liberar a los presos, la burguesía fue a formar la Junta de Gobierno. Con celeridad, la izquierda, los revolucionarios, fueron marginados, el país se enrumbó hacia medio siglo de oscurantismo. Entonces, visto a profundidad, el 23 de Enero fue una trágica derrota. Fabricio, el Presidente de la Junta Patriótica, declaró años después que el 23 de Enero sólo hubo un cambio de hombre, todo siguió igual. Reconoce esa derrota.
Se cumplía así la fase cándida de los revolucionarios, alianza y convivencia con la derecha sin tener la fuerza ideológica ni organizativa, la claridad estratégica para impulsar el proyecto propio. Después vino la guerra de guerrillas que algunos ciegos, como el presidente maduro, califican como un grupo de jóvenes que fueron a la montaña para que le picaran los zancudos. Pero en realidad fue una gesta que mantuvo ardiendo la llama revolucionaria que medio siglo después alimentó la resurrección del 4 de febrero.
Casi un siglo ha pasado y los revolucionarios no aprenden de la historia. Ahora, frente a la dictadura del madurismo, plantean la misma Junta Patriótica que agruparía amplios sectores, aun algunos sectores maduristas. Repiten la fase cándida, retroceden a antes del 23 de Enero. Lo que cabe en esta etapa es partir del legado de Chávez, en todo caso proponer una Junta Patriótica Revolucionaria, única manera de rescatar el vigor espiritual necesario para sanar al país. Fortalecer esa opción, hacerla hegemónica, y desechar las ilusiones de un frente amplio, que nos conduciría a profundizar los males espirituales. Ya las pruebas están en la mesa: la deformación del legado de Chávez, la persecución por parte del gobierno y de la oposición a los chavistas más conspicuos, el fascismo exacerbado. Ese frente amplio en esa Junta Patriótica será una guillotina para el Chavismo auténtico, igual a como fue el gobierno de maduro, que en su primera fase fue un ensayo de la convivencia de varias corrientes con la carnicería ya conocida.
Las masas en reflujo necesitan el latigazo de una opción clara, definida, que rescate al Chavismo auténtico, el del Plan de la Patria, el de ir contra la lógica del capital; una Junta Patriótica Revolucionaria que retome el ciclo donde lo dejó Chávez, no donde lo dejó Fabricio.
Después, bienvenido el que quiera. Y seguro, la derecha no vendrá, ella tiene mejor olfato para identificar sus enemigos naturales.