Recientemente con motivo de las festividades navideñas, abordé el tema de algún incidente internacional provocado que pudiera realizarse con el fin de crear una situación tensa en la frontera, para lograr acercarse a una confrontación bélica mediante una casus belli artificialmente creado. Como indicaba en aquella oportunidad los frecuentes vuelos peligrosamente cercanos a nuestras aguas territoriales y en casos violando nuestros límites marítimos, han puesto a prueba la paciencia, capacidad de aguante y prudencia del Gobierno en el manejo de tales episodios.
Según se desprende de la información oficial proporcionada por Jorge Rodríguez, Vicepresidente Sectorial para Información Cultura y Turismo: una patrulla de nuestra Fuerza Armada, fue atacada en la madrugada del pasado domingo 22, por un grupo de terrorista provenientes de Brasil, con el triste saldo de un efectivo de la patrulla fallecido y la detención de 6 de los terroristas, mientras se continúa en la búsqueda de los otros asaltantes. Este incidente unido a uno similar ocurrido en las proximidades de Puerto Ayacucho hace algunos meses, y que las autoridades colombianas insólitamente atribuyeran a un supuesto contubernio del gobierno venezolano con miembros del grupo guerrillero del ELN., tratando insensatamente de incriminarnos por acciones de sus paramilitares y aplicarnos aquello de que caímos en nuestra propia trampa por parte de los insurrectos del citado grupo guerrillero y novelescamente, según el Servicio Exterior colombiano, se convirtieron en cuchillo para nuestra garganta.
De lo que no cabe duda es que nuestros vecinos del Sur y Oeste siguen en su empeño de sostener un estado de zozobra fronteriza obedeciendo órdenes de su patrón del Norte, que los obligan a crear una situación de inestabilidad permanente detrás del tantas veces citado acto de bandera falsa, del cual acusar a Venezuela, con el fin de profundizar supuestas diferencias con los gobiernos genuflexos ante el Imperio. Hasta ahora el gobierno nacional ha logrado minimizar con éxito los avances pro y pre bélicos de Brasil, donde a pesar de la presencia de un troglodita como Jair Bolsonaro en la Presidencia de una potencia económica y militar con su población de más de 208 millones y medio de habitantes distribuidos en una inmensa extensión de 8.541.400 km2, afortunadamente pareciera existir por parte del ejército brasileño, resistencia a participar en una aventura bélica de la cual no podrían obtener ventaja alguna y posiblemente si recibirían descalabros económicos, militares e innecesarias bajas, además de que dañaría las siempre presentes buenas relaciones con Venezuela, país que como prueba de solidaridad colabora aun a sacrificio propio, cuando hemos tenido problemas en la generación de energía eléctrica, manteniendo intacto el servicio que desde Guri se da al norteño estado Brasileño de Roraima, situado a miles de kilómetros de sus plantas hidroeléctricas que se encuentran muy al Sur del Brasil.
Estas acotaciones a nuestros artículos sobre el mismo tema, las hago ante las serias declaraciones respecto al incidente referido, porque estimo que la forma un tanto beligerante adoptada por el Vicepresidente Sectorial para la Información Dr. Jorge Rodríguez, normalmente en vocero de inteligente mesura y que en esta oportunidad pareciera apartarse de la prudencia con la cual se manejan nuestros asuntos internacionales en pro del mantenimiento de la paz, al acusar directamente al Gobierno de Bolsonaro, sin dejar resquicio para la aclaratoria o el disimulo, que limara la aspereza del hecho en sí mismo, acercara a los países y al no poner en evidencia a la Administración Brasileña, dejara una salida elegante que pudiera comprometer una colaboración binacional, para evitar nuevas agresiones de paramilitares entrenados en Colombia, seguramente de nacionalidad colombiana, y de desertores venezolanos y mediante un avenimiento serio, presionar moralmente al Brasil para que restrinja las actividades terroristas de esos grupos mercenarios provenientes de Colombia en territorio Brasileño, sin prudentemente aparecer como prepotentes y amenazadores en nuestra frontera Sur, Brasil y mantener buenas relaciones con el gigante suramericano, a pesar de las diferencias ideológicas, que en la actualidad existen entre los dos gobiernos y no que, por una ligereza podamos alborotar un avispero al herir la susceptibilidad de un extraño personaje de la política brasileña y latinoamericana, casi que único en su accionar por conductas imprevisibles tanto a lo interno de Brasil como Internacionalmente. La prudencia, la paciencia y el análisis minucioso de los acontecimientos deben estar presentes en las actuaciones de los jerarcas del Gobierno, antes de emitir opiniones o dar declaraciones de forma tal de que se pueda mantener incólume la política de paz, casi que ha todo evento ha mantenido y pregonado el Presidente Maduro.
Pensamos que algo debe mejorarse en el patrullaje fronterizo, porque los ejemplos citados constituyen una clara muestra de que las operaciones de vigilancia de nuestras fronteras Occidental y Sur, adolece de debilidades que ponen en riesgo nuestros efectivos de control de esas sensibles áreas de nuestro territorio y considero injustificable que quienes traspasan nuestros límites ilegalmente, actúen con notoria libertad en territorio venezolano, como lo han hecho quienes son responsables de las agresiones a los componentes de rondas de supervisión, que se movilizan en territorio venezolano aledaño a nuestros vecinos: Colombia y Brasil y que parecieran montar con injustificable facilidad, emboscadas como la citada que ha dejado entre nuestros componentes armados, saldo lamentable de fenecidos y heridos.
Aun más grave resulta el asalto al batallón 513 Mariano Montilla ubicado en Luepa, municipio Gran Sabana en el estado Bolívar, acto casi simultáneo con la emboscada a la patrulla, del que se pudiera decir que impunemente sustrajeron 20 fusiles de gran potencia y 9 lanzacohetes tierra aire, presuntamente para elaborar el planeado falso positivo con el derribo en territorio colombiano de alguna aeronave, quizá unos asesinatos todo con armas del ejército venezolano en su poder y crearían el falso positivo buscado, que sería la yesca que incendie la sabana y dé pie a una intervención militar colombo-estadounidense. No tengo perfectamente claro que se trate de dos actos completamente diferentes; la emboscada a la patrulla y el asalto al cuartel del 513 batallón Mariano Montilla, por tener una serie de coincidencias y el hecho del que el Ministro de la Defensa, general Padrino López no menciona sino este último en su declaración, no obstante todo lo expresado es válido.
Entendemos que nuestro territorio es grande y difícil de supervisar, pero es necesario perfeccionar nuestros servicios de inteligencia y control, porque resulta absolutamente inaceptable que grupos armados calificados como terroristas facinerosos, puedan casi que sin mayor esfuerzo realizar actos vandálicos de terrorismo. no sólo a patrullas en la frontera sino a instalaciones militares que se presumen invulnerables a ataques de grupos supuestamente sin preparación y equipamiento suficiente para efectuar asaltos exitosos a instalaciones militares, que no son un simple puesto con 4 o quizá 6 efectivos, sino que son propiamente unidades bien equipadas, como el fuerte Paramacay de Naguanagua, Carabobo, asiento de la 41ª brigada blindada, que de la cual, para que sirva de referencia informaremos que, 20 civiles que atacaron y penetraron en el fuerte, ingresaron al parque y sustrajeron, según el propio Ministerio de Defensa: 500 fusiles AK-103 con sus 500 cargadores, 50 lanza granadas de 40 mm, 140 granadas de 40 mm, 60 pistolas y una gran cantidad de munición, todo lo cual sacaron del fuerte en un vehículo Toyota sin mayores tropiezos. En este asalto participó en calidad de jefe el capitán Juan Caguaripano dado de baja de la Guardia Nacional en 2014 por abierta y explícita oposición al Gobierno de Maduro, quien se supone debió ser vigilado de cerca por sus llamados a grupos castrenses a sumarse a sus intenciones golpistas, que pudo urdir todo este ataque y que por añadidura formaba parte del grupo, Oscar Pérez, exagente de policía renegado, de reconocida posición antidemocrática, el mismo que robó un helicóptero de la policía, desde el cual atacó el palacio de Justicia y otros edificios oficiales, que sólo pudo ser reducido días después luego de un intenso intercambio de disparos en el cual resultó muerto. Estos acontecimientos hablan mal de la seguridad que según se supone deben proteger nuestras instalaciones militares además de la vida de nuestros efectivos, que por falta de una adecuada preparación defensiva, pudieran poner en riesgo la vida de esos nobles servidores de la Patria.
Aunque me esfuerzo no alcanzo a comprender; sí se conocía todo el periplo recorrido por los atacantes al cuartel de batallón 513, Mariano Montilla ubicado en Luepa, Gran Sabana, desde su salida de Cúcuta a raíz del intento forzado de invadir con supuesta ayuda humanitaria, luego del cual pasaron a Perú, país que los acogió, después regresaron a Colombia donde le facilitaros su ingreso a Brasil, al estado de Roraima, en el cual esperaron 15 días en un Hotel de la localidad, como se desprende del detalle aportado por los voceros del Gobierno Nacional, hasta el momento de ingresar a Venezuela, ¿cómo impunemente atacaron el Batallón 513 y de cuyo ataque sustrajeron cuantioso parque entre lanza cohetes, fusiles y munición? Aunque un número importante de los atacantes fue capturado y las armas afortunadamente recuperadas, esto no desdice el que fueron atacados exitosamente por un grupo irregular, que inexplicablemente los sorprendió, a pesar del conocimiento previo que tenía la inteligencia venezolana de sus movimientos en países fronterizos, por lo cual se debían presumir las intenciones y prepararse con antelación en todos los puestos a su alcance. Indudablemente que el ataque fue sorpresivo porque no pudieron repeler el asalto de un pequeño grupo de posibles paramilitares y desertores venezolanos dentro de los cuales se dice que habían indígenas probablemente de la etnia Pemón.
Me aventuro a expresar desde mi ignorancia en la materia, algunas ideas basadas en los resultados negativos de los ataques: que ha habido una preparación precaria de los oficiales a cargo, sobre las posibilidades y riesgos de un asalto por sorpresa a los puestos de vigilancia fronteriza vulnerables; que no se ejerce con celoso control la seguridad de miembros de la fuerza que tengan comportamientos sospechosos; que el equipamiento parece que no ha sido idóneo, por ejemplo ¡sí fuere el caso!, carencia de visores nocturnos; o los programas no se adaptan bien a las circunstancias cambiantes de la amenaza que representan los grupos de mercenarios que se mueven en nuestro perímetro contra de Venezuela y que una política blandengue y una inadecuada programación defensiva contra actos de sabotaje y ataques débilmente repelidos, podría proporcionar falsa impresión de incapacidad y dar pie a la realización de un ataque mayor, con un bien equipado contingentes, que signifique el inicio de una acción beligerante de preguerra, o que sirva para la creación de un falso positivo en contra de la Paz Nacional. Es oportuno mencionar que esta práctica de atacar puestos fronterizos que parezcan débiles no es nueva y tiene antecedentes aun en la 4ª República, recordemos al asalto al puesto de Infantes de Marina en Cararabo con saldo de 8 fallecidos, en febrero de 1995, atribuido en aquella oportunidad a un contingente de 100 miembros del ELN colombiano.