El pesimismo: trabajar más con mayor inteligencia; con menor triunfalismo y profunda reflexión

1. Optimismo y pesimismo son dos formas de mirar al mundo, pero también de ver las políticas que se ponen en práctica. Dicen que el optimista está siempre contento, siempre alegre y esa actitud prolonga la vida; el pesimismo es lo contrario. Pero lo primero que hay que preguntar: ¿cómo carajos estar contento o feliz en medio de un mundo o país donde el 80 por ciento de la población es pobre y miserable, además de carente de libertad y justicia? Lo seguro es que la gente esté preocupada por la alimentación de la familia, pensando cómo hacerle para vivir. Por ello digo que hay que ser un pesimista con esperanza, un crítico demoledor que debe sumarse a cualquier batalla que busque acabar con la opresión. Estar contento en este mundo es estar fuera de lugar.

2. Pienso que a pesar de la pobreza y la miseria ancestral de la enorme mayoría de la población, por falta de conciencia, de capacidad para razonar, la mayoría es optimista porque "aunque pobre debe estar contento". ¿Para qué han servido el cine, la televisión y demás medios, sino para entretener, para desviar el pensamiento de la gente, para mantenerla manipulada, contenta, al servicio del sistema dominante? Marx y Engels, que desde mediados de los años cuarenta del siglo XIX previeron que el proletariado (casi de manera natural) destruiría el capitalismo, no contemplaron que este con capacidad integraría al proletariado a su dominio alejando la revolución. Los medios de información han cumplido con creces al capitalismo enajenando a los pobres.

3. De manera permanente, desde hace más de 50 años, busco medir las fuerzas de los poderosos, de los opresores, es decir de la clase dominante; en contraposición busco contabilizar nuestras fuerzas como clase oprimida, nuestra avances o retrocesos en las luchas sociales. Esta idea la aprendí como dogma en el espartaquismo y la publiqué en nuestra revista" Autogestión" en 1976, luego en mi primer libro: "Socialismo y partidos políticos" el siguiente año. En el espartaquismo éramos fuertes críticos de la izquierda "amaestrada" mexicana que ilusamente se pasaba diciendo que el imperialismo, la burguesía mexicana y Fidel Velázquez se estaban derrumbando, que el socialismo era más fuerte y que nuestras luchas eran imparables.

4. Desde entonces veíamos que sucedía lo contrario: Hace 50 años el imperio yanqui era muy poderoso con Carter, Reagan y Bush (padre), China y Rusia aún se confrontaban, la CTM de Velázquez seguía siendo una poderosa organización gobiernista y nosotros apenas contábamos con dos o tres sindicatos independientes. Desde entonces, aunque jamás dejé de participar en manifestaciones y huelgas, a todo mundo escuchaba que estábamos avanzando. Veía festejar nuestros falsos triunfos que realmente demostraban debilidad y derrotas de luchas y de huelgas. Parecía que esas falsas victorias no permitían llegar contentos a nuestros hogares. Nunca nos preparamos para hacer más contra el enemigo porque nos autoengañábamos.

5. Cuando veo las grandes batallas antimperialistas y anticapitalistas en Chile, Bolivia, Venezuela, Argentina, Siria, CDMX, sólo pienso en que, de ser posible, me gastaría sumarme a sus manifestaciones y protestas; pero cuando luego hago un revisión de lo sucedido con Cuba y su bloqueo de 60 años, de Rusia y la destrucción de su "socialismo", de China y su construcción capitalista, de los países como Hungría, Polonia, Checoslovaquia y sus "socialismos"; pienso en el EZLN, en López Obrador y Morena, me doy perfecta cuenta de que muy poco puede hacer mientras exista el imperialismo yanqui que interviene en todos lados. Pienso que hay que seguir batallando contra el capitalismo sin descanso, pero usando la reflexión, no la ilusión



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Pedro Echeverría


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