China sufre un ataque bioterrorista con fines económicos. Dispositivos de aplicación colectiva, permiten a las huestes imperiales construir escenarios irreales utilizando armas de obstrucción y destrucción destinadas a golpear países, moldear la percepción pública e imponer una realidad alterna (ficción de una pandemia), mediante la parálisis cognitiva generada en las mentes de miles de millones de ciudadanos por el shock mediático, impacto audiovisual cuya resonancia se propaga y repercute mundialmente en fracciones de nanosegundos.
Esa estrategia perfectamente calibrada impone la cultura de la inseguridad, el terror, el pánico y la emergencia sanitaria mundial, reconfigurando las fuerzas geopolíticas en pugna en el planeta.
Según Interpol el bioterrorismo es la diseminación intencionada de agentes biológicos o toxinas para hacer daño y causar la muerte a civiles, animales o plantas para intimidar o coaccionar a un gobierno o a la población civil en favor de objetivos políticos o sociales.
El parásito intracelular “coronavirus” es expresión de la más alta capacidad científica y tecnológica alcanzada por el poder imperial en su prontuario bioterrorista con fábricas de armas bacteriológicas.
Ejemplos sobran: Cuba, Vietnam, Guatemala y ahora China.
Bioterrorismo de múltiples propósitos: apagar la economía China, inducir una crisis interna, disminuir el consumo de energía afectando a países productores, destruyendo el “Branding China” (marca China) en fin, afectando la ruta de la seda, ocasionando una recesión económica mundial, es la guerra comercial por otros medios y métodos.
En el pasado el fantasma que recorría el mundo era el comunismo, ahora es la peste China. Ya lo hizo Julio Borges con Venezuela cuando acusa al chavismo de enfermedad contagiosa y peste del siglo XXI.
La Infowar impuesta desde los ministerios del miedo mediático, satanizan y estigmatizan, generan terror y pánico mundial mediante las alertas de pandemia, mientras la instituciones supranacionales del Gobierno Mundial (ONU, OMS), corporaciones transnacionales y ONG´S actúan al unísono e imponen cercos sanitarios, expresados en protocolos de actuación frente a los virus, posicionando el bioriesgo y las consecuentes acciones legales coercitivas (compras de vacunas y vacunaciones masivas).
Activación e impulso de bioeconomía terrorista en favor de las transnacionales farmacéuticas y de la biomedicina, en desmedro de los pueblos. Subordinación de los Estados soberanos y su autoridad a las instituciones sanitarias globales en una suerte de neoglobalización esclavista. Un perverso Interdicto biomédico, debajo de su ropaje de legalidad y protección de la humanidad, esconde una desleal competencia por el control mundial, no sólo comercial, sino eliminando uno de los dos contrapesos geopolíticos a la hegemonía imperial.
En el pasado reciente las coartadas para justificar invasiones se fundamentaron en la protección de los Derechos Humanos (Irak, Yugoslavia, Siria, Libia), hoy desde esas mismas multilaterales, implementan un estado de excepción mundial a través de un apartheid sanitario contra China, sin tomar en cuenta criterios de morbilidad y mortalidad. La ficción fabricando realidades.
Está Guerra sin límites impuesta mediante enjambres caóticos causa daños paralizantes, justificando el exterminio de los otros por considerarlos seres de inferior nivel. Asistimos al inicio de una gran transición integral global, reingeniería social, apocalipsis adelantado por esta élite malthusianista psicópata, que busca disminuir la población del planeta por considerar que los recursos energéticos no son suficientes, derribando competidores y acabando con la posibilidad de un mundo multicéntrico y anulando la pluripolaridad desde la unipolaridad de la ONU corporativizada.
MARIA ALEJANDRA DIAZ MARIN
Constituyente