Desplome de servicios públicos afecta más que el Covid-19

El gran visionario Karl Marx concibió todo el procedimiento de la colectividad en un universo desordenado del comportamiento del ser ante la sociedad, aportando las bases sólidas para dar un cambio trascendental en la lucha de clases. Su trabajo dio inicio a los cambios que hoy llamamos revolucionarios, y por ello sin vacilar expresó que "la clase capitalista sería derrocada y suprimida por una revolución mundial de la clase obrera que culminaría con el establecimiento de una sociedad sin clases". Luego Lénin, compenetrado con Mark, aseguraba que el proceso puesto en marcha por la revolución no debía culminar una vez llevada a cabo ésta, sino que debía seguir prosperando, a través de fases sucesivas en las que poco a poco fuera viéndose superar la dependencia de las antiguas infraestructuras de poder y gestión heredadas del antiguo Estado capitalista. Por la incidencia de los Estados Unidos en América Latina se creyó que la revolución jamás podría instalarse en la región; pero de las manos de Fidel Castro en 1958, se dió inicio a este proceso y cuarenta años después empiezan los cambios en Venezuela bajo la batuta de Hugo Chávez, quien profundiza las transformaciones en todos los ámbitos del país, especialmente en el sector social, siendo este uno de los puntos al que más se sometió en la línea de fuego, pero que supo salir airoso en cada una de ellas: la tragedia del antes estado Vargas, el paro petrolero (que afectó la distribución de la gasolina y el gas en el país) y la crisis energética unida al servicio del agua.

El proceso revolucionario en Venezuela continuó, después del comandante Chávez, con el presidente Nicolás Maduro, quien ha superado las líneas de fuego de Chávez, ya que ha sido subyugado a la peor crisis económica y social jamás vista en la historia del país. Ha sido una crisis estructural inducida por el imperio; por una crisis económica mundial donde el dólar puede perder su hegemonía para dar paso a otros paradigmas economicos; por las crisis técnicos productivas del patrón o modelo global neoliberal y ahora por el fenómeno mundial del COVID-19. Estamos en unas etapa crítica de profunda depresión económica, y su reanimación así como su auge puede llevar muchos años, entre factores externos, por las dependencia aún de un sistema que se apoya en esa contradicción económica. Este colapso económico en el país ha llevado a la caída los servicios públicos y como una cadena éste profundiza al económico. El desplome de los servicios públicos afecta más que el COVID-19, sobre todo en la salud mental, ya que los venezolanos viven estresados, no duermen bien, si ira e impotencia ser han profundizado, sus temores se acrecientan, su poca actividad recreativa ha mermado por no contar con servicios públicos óptimos, su estilo de vida ha cambiado profundamente. Con la pandemia se profundizó la crisis, ya que la ineficiencia de los servicios se acentuó con la cuarentena y el confinamiento ha colocado a los venezolanos en una etapa de inmovilización que se transforma en un estado de frustración cuando no cuenta con servicio eléctrico, agua, gas, gasolina y comunicación. Por ejemplo en las ciudad de Mérida, el Plan de Saboteo de Carga (no informado, no programado, Sí agudizado), es de 16 a 18 horas. Los que vivan en un edificio con un corte en este lapso de tiempo no tienen ni energía ni agua, no tampoco servicio de internet, no ven televisión; algunos corren con suerte de tener gas; los que no, deben buscar las formas para poder alimentarse. Muchas familias recurren al uso de cocinar en leña, generando otros problemas de salud como pulmonar y cardiovascular. Venezuela vive ahora un gran atraso en calidad de vida, parecido a las décadas de los 50 y 60, la época de nuestros abuelos o bisabuelos que cocinaban en fogón, que no tenían comunicación ni TV, se acostaban temprano porque no había luz, o porque la planta que proveía de luz al pueblo la quitaba a la diez de la noche. Escuchar el grito de los niños hoy día cuando CORTOELEC coloca el servicio no tiene precio. Me recuerda los cuentos de mis hermanos que se alegraban cuando colocaban la luz en el pequeño pueblo de Palmira (al norte del estado Mérida), por allá en los años 60.

Según el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos más del 70℅ de los venezolanos han cambiado su rutina diaria producto de los apagones; más del 61℅ estaría de acuerdo con un eventual aumento en las tarifas de los servicios siempre que se convierta en una mejora de los servicios; la actividad económica en Venezuela se contrajo en 40℅ en el año 2019 y tuvo su nivel más bajo durante el primer trimestre del año 2020, debido a los cortes eléctricos. Para dar capacidad resolutiva a esta Crisis es necesario que se revierta las políticas sancionatorias de Donald Trump contra el país, para poder adquirir los equipos, los insumos, los rubros importados para resolver el problema eléctrico, la producción de la gasolina, del gas y renovar el sistema de telecomunicación. Sin embargo, para mejorar los mismos se requiere también invertir y esto sería por la vía de la refinanciación internacional con los países aliados, al mismo tiempo contar con la asesoría de otros países que han vivido en guerra y que han sabido administrar los servicios públicos sin dejar de dar el mínimo de bienestar posible a su pueblo; reorientar la política petrolera (en materia de gas) había la concentración del poder popular y no hacia los gobernadores y protectores cuya administración en esta materia ha sido para crear más corrupción. Este colapso ha generado más desigualdad, menos calidad de vida, más decepción del pueblo venezolano al sentir que sus líderes no pueden resolver este problema. Es cierto que vivimos unas guerra no convencional y la pandemia la ha agravado, que parte de esta crisis se deriva de las sanciones criminales, pero también lo es que existe una gran ineficiencia en el manejo de la conducción la misma. Las crisis no deben ser entendidas como estados crónicos de la vida, sino como momentos de su existencia como mecanismo de regulación y saneamiento del sistema para acceder a una nueva etapa de desarrollo en un estadio más avanzado de su existencia. Los derroteros hacia la revolución no deben desvanecerse con la crisis, sino seguir perfeccionándola deslastrándose de lo viejo, eliminando de raíz todo lo que no permita su avance.

Sólo por dar unas referencia: es inaudito que una empresa gubernamental no pueda hacer un cronograma de corte de carga de energía y que someta a la población tanto tiempo con un corte de servicio. ¿O son parte de esa clase capitalista que se niega a morir porque son parte de esa contra revolución, o son parte de la peor ineficiencia de la administración pública de la revolución? En cualesquiera de los casos culminará con la revolución de la clase obrera con el establecimiento de una nueva sociedad que no será no chavista, ni adeca, ni guaidiotas, será una nueva sociedad consciente que se niega a que sigan jugando a la resistencia del estómago y a la lealtad, a que impongan la tolerancia como una sumisión, a que nos sometan por la fuerza. El pueblo de Bolívar despertó hace siglos y no nos dominarán con medidas anti humanistas, ni ninguna otra. Sólo las verdad nos hará libres.



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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