El conuco presentaba un paisaje como si fuera un pentagrama musical, pues los árboles entonaban sus notas con sus flores y sus frutos, mientras tanto los pájaros bailaban al son de aquellos inefables arpegios.
El periodista Juancho Marcano había llegado al sembradío con su perro Pipo, que rápidamente se dedicó a recorrer el pequeño labrantío, mientras tanto Juancho le aceptaba a su amiga, la mata de mango, un fruto en su sazón, el cual se dedicó a comérselo bajo la sombra refrescante del árbol, que, como tenía tiempo sin hablar, con el periodista, le comento:
- Amigo Juancho, viendo y viviendo esta peste que hay ahorita, ¿tú crees que el mundo cambiará?
El periodista aún con la miel del fruto en la boca, se apuró en digerirla y manifestó:
- Esa pregunta, amiga, es propia de cualquier periodista que ha estudiado en una escuela de comunicación social y por eso me sorprende, pero te voy a contestar diciéndote que a veces he pensado que esta pandemia es como un castigo o una lección de Dios para que el hombre cambie, sin embargo por lo que he visto y por lo he vivido y sufrido en estos últimos días, me ponen un poco pesimista y por eso creo que si en esta peste, el hombre no ha sido capaz de ser solidario y apoyar y colaborar y ayudar a los amigos que de una u otra forma han sido afectados por la enfermedad, no hay duda que el mundo va seguir igual o hasta peor.
- Pero tú generalizas Juancho, pues no todas las personas tienen ese comportamiento.
- Es verdad, pero la gran mayoría debiera tener un comportamiento solidario y no una minoría, a la cual hay que reconocérselo y así lo hago.
La mata de mango guardó silencio y le ofreció otro fruto a Juancho y también a Pipo, que llegó en ese momento, y le informó a Juancho que todo estaba normal y por eso hombre y perro se regresaron a casa, mientras que Pipo venía contento, el periodista venía sumido en sus pensamientos.