Para construir la necesaria alternativa popular revolucionaria

Previamente se ha argumentado en contra de lo que denominamos «la "catequización" del marxismo», entre otros términos señalando que: «Es una superficialidad –comprensible en algunos casos, pero siempre imperdonableque alguien autodenominado comunista sencillamente se "caletree" enunciados para repetirlos mecánicamente, como si se tratase de recitar versos del Corán o versículos de la Biblia.»

Pero, este planteamiento correcto, en modo alguno debe llevar a denigrar, menospreciar o eludir el estudio constante y el análisis profundo de textos y documentos que constituyen el fundamento imprescindible de nuestras concepciones ideológicas y la fundamentación ineludible de la que debe ser nuestra práctica política[1].

Sobre este aspecto se pronunció autocríticamente el referencial 28º Pleno del Comité Central del PCV (enero de 2009), cuando expresó que: «muchos de los documentos producidos por el PCV en su larga historia, especialmente sus Congresos y Conferencias, […] no son fuente de formación ni de consulta por la militancia para aplicarlos y desarrollarlos […]. No les damos la suficiente importancia, lo que nos lleva a una práctica de improvisación y de rediscusión repetitiva del qué hacer, cayendo en el espontaneísmo, que conduce a privilegiar visiones individuales (en ocasiones incluso caprichosas) en desmedro del Programa o la Línea correcta. […]».

Por eso, quien quiera conocer o recordar los objetivos y las visiones que levantamos y reivindicamos los que sentimos y asumimos conscientemente la militancia comunista en Venezuela, basta con revisar el vigente Programa del PCV (6º Congreso, agosto de 1980), presentado como «Un programa revolucionario para todos aquellos que compartan la idea de la necesidad urgente de emprender transformaciones antiimperialistas, liberadoras y democráticas […]».

Al inicio de este cardinal documento se deja claro que nuestra «ideología es el marxismo-leninismo, teoría científica, probada para guiar a todo el pueblo trabajador en la toma del poder político hacia la construcción de una nueva sociedad, la socialista […]», que «Para llegar a esa nueva sociedad se requiere abolir el sistema de explotación del hombre por el hombre […]», una lucha en la cual «se enfrentan la clase obrera y demás explotados (la mayoría), a sus explotadores, (la burguesía). Este proceso es el de la revolución […] y no puede ser producto de la espontaneidad y de la improvisación.»

Además, se dice sin cortapisas: «La construcción de la sociedad socialista plantea la necesidad de poner en práctica, transitoriamente y en reemplazo de la dictadura de clase de la burguesía, la dictadura del proletariado, […] orientada a defender las conquistas y el poder del pueblo de las agresiones imperialistas y de la clase desplazada de las posiciones de mando del Estado.»

Y enfatiza que el accionar del PCV se asume «sin prepotencia, pero con firmeza, sin exclusiones de las demás fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias que, como nosotros, ansían también un profundo cambio social. […]».

El Programa analiza ampliamente lo que denomina «el campo de la izquierda» más allá del PCV, que «comprende un conjunto de partidos y agrupaciones que expresan el pensamiento de la pequeña burguesía de capas medias radicalizadas e incluso de algunos sectores de trabajadores. […] hay tendencias ultras, socialdemócratas de izquierda, socialistas y hasta liberales progresistas. […]», y alerta que «El enemigo trabaja en este campo […] propiciando las divisiones y ambiciones. Su trabajo ideológico tiende a crear descomposición dentro de las filas revolucionarias y progresistas, desarrollando tendencias al fraccionamiento en los sectores populares […]».

En este sentido, reflexiona «que esta tendencia a la división sólo favorece al enemigo y que es necesaria la unidad, para oponerla al poderío de las clases dominantes y acelerar la descomposición del ya caduco sistema de los explotadores.», destacando la importancia de «lograr un programa revolucionario común alrededor del cual pueden unirse todos estos sectores […]», y que «Las diferencias político-ideológicas de la izquierda no deben hacer imposible la elaboración de este programa común.»

Con visión estratégica, el Programa resalta que: «Los partidos y grupos del campo de la izquierda son potencialmente una vía para la unidad del pueblo». De ahí que señala las clases y capas sociales que «pueden y deben unirse para conducir a Venezuela por una vía capaz de conquistar para el pueblo el progreso a que tiene derecho»: «los obreros, campesinos, mujeres, estudiantes, niños abandonados, jóvenes y demás sectores oprimidos y explotados de la sociedad venezolana.»

No es entonces de extrañar que se insista en que: «El PCV busca y considera indispensable las alianzas con los partidos y organizaciones coincidentes con esta política», dado que «los partidos que designamos comúnmente como de la izquierda, y también las bases y ciertos sectores de otras organizaciones tienen aspiraciones de progreso y bienestar y podemos acordar un programa común para el desarrollo independiente y democrático de nuestra economía. […]».

Claro está, se marcan fronteras con partidos en los que incluso «militan sectores populares» y cuya «votación arrastra masas que incluyen obreros y campesinos», como AD, que surgió «[…] como un partido de contenido popular, enarbolando banderas antiimperialistas, antifeudales y revolucionarias, aunque diferenciándose de los comunistas como una réplica del reformismo pequeño-burgués […]», que «Durante un período siguió el rumbo nacional-reformista para después identificarse con la social-democracia de derecha.». Puntualización que seguramente también tendrá vigencia acerca de organizaciones surgidas con posterioridad.

Asimismo, se subraya el caso de «La ultraizquierda que tiene influencia en sectores estudiantiles y pequeños grupos obreros […]», trazando que: «[…] Nuestra actitud ante ellas tiene que ser de decidido combate ideológico y político, tratando de ganar sus elementos valiosos para el movimiento revolucionario.»

Y, para quienes no lo saben o lo olvidaron, el Programa explica que: «la sustitución del Estado burgués por un Estado de democracia socialista […] no se trata del desplazamiento de un equipo de gobierno, sino la radical sustitución de las clases sociales reaccionarias por otras progresistas en las posiciones dirigentes de la sociedad.»

Incluso, en los «Puntos programáticos» de la revolución de carácter «patriótico y antiimperialista […] por la liberación económica, por la democracia verdadera y por la futura instauración del socialismo» –cuyos enemigos son «el imperialismo y la burguesía monopólica, asociada en condiciones de dependencia al capital extranjero»–, se define: «El Estado Popular y Democrático constituido por las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas […]», que «se apoyará en el poder directo del Pueblo […]» y en el que «Los trabajadores serán incorporados de manera efectiva a la dirección del Estado, de la economía y de los servicios públicos.»

Pero nunca faltan los excusadores de oficio, por lo que no está de más recordar brevemente algunas de las conclusiones que refleja la Línea Política del PCV, que aprobamos en el 14º Congreso (agosto de 2011), al evaluar 12 años de gobierno de Chávez:

«Luego de identificar el carácter y contenido clasista del actual Estado venezolano, queda claro que este no es, de ninguna manera, el Estado que proponíamos y prefigurábamos en nuestro Programa de 1980. Hablábamos entonces, y debemos volver a hacerlo, de un Estado Democrático-Popular Revolucionario, que emergerá como resultado de una revolución protagonizada por una amplia alianza de factores políticos, económicos y sociales, con la clase obrera como vanguardia y fuerza principal. […]

»La esencia del Estado burgués en nuestro país no ha sido alterada. Las modificaciones introducidas a partir de 1999, resultan intentos de democratizar el Estado, ensayos para corregir los vicios y excesos burocráticos de éste y mejorar sus niveles de eficiencia, propósitos que están enmarcados en un proyecto reformista. Esto se debe, en buena medida, a que las fuerzas motrices del proceso iniciado en 1999 corresponden a un perfil clasista de fracciones de la pequeña burguesía, en alianza con sectores medios vinculados al funcionariado estatal incluyendo el estamento militar, y con la intelectualidad radicalizada. […]

»[…] la concepción que se ha impuesto desde el gobierno, aunque dice estimular y fomentar la participación protagónica del pueblo organizado, en la práctica somete al llamado "Poder Popular" a las decisiones y lineamientos emanados del Ejecutivo Nacional. Esto es el opuesto exacto de lo que deberá ocurrir en el Estado Democrático-Popular Revolucionario que proponemos. […]

»[…] existen en la Venezuela de hoy particularidades presentes en la agudización de las contradicciones capital-trabajo y Estado burgués-clase trabajadora, en el marco de una creciente conflictividad laboral. La clase obrera y trabajadora en general, además de enfrentar los efectos propios de la lógica de los capitalistas […], se enfrenta también, cada vez más, a la élite pequeño-burguesa que se aferra al control de instituciones y empresas del Estado contra la resistencia organizada de las y los trabajadores que se empeñan por preservar derechos laborales conquistados […]

»Y algo similar ocurre también en casos en que el conflicto se plantea entre las y los trabajadores y la patronal privada: altos funcionarios, civiles y militares, intervienen en conflictos obrero-patronales a favor de la patronal privada, […] atropellando impunemente el derecho a la libertad sindical y a la negociación colectiva, entre otras conquistas de la clase trabajadora. Todo esto contribuye a profundizar el creciente descontento y frustración entre la masa laboral venezolana […]»

Especialmente en política –sobre todo si somos revolucionarios, y más aún si nos definimos como comunistas–, la coherencia y la honestidad son unas cualidades invalorables y no debemos traicionarlas, indistintamente del precio que haya que pagar.

Por eso, hay que decir sin temores que los referentes o modelos para el futuro luminoso de Venezuela no están en la reedición de gestiones gubernamentales del pasado lejano o reciente –y menos en lo referente a políticas económicas y laborales–, y que el análisis crítico y desapasionado de esas experiencias permitirá extraer importantes lecciones para construir la necesaria alternativa popular revolucionaria de la clase obrera y el pueblo trabajador.


 

[1] FUNDAMENTO: Condición necesaria, que constituye la premisa de la existencia de ciertos fenómenos (efectos) y que sirve de explicación de los mismos. El proceso de indagación y estudio del fundamento y la deducción a partir de él de las conclusiones se denomina fundamentación. […] El punto de vista marxista sobre la dialéctica del fundamento y la consecuencia presupone la remisión a la propia realidad y un análisis tal de la misma que excluya el subjetivismo en la recolección e interpretación de los hechos, así como los fundamentos puramente formales, que crean la apariencia de fundamentación. […]. [Diccionario de filosofía, Editorial Progreso, 1984].

 

 



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Carlos Aquino G.

Dirigente del Partido Comunista de Venezuela PCV. Analista político. Periodista de investigación.

 caquino1959@gmail.com

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