Cuanto más vivo el proceso de la revolución bolivariana y aprendo de nuestra historia, más me convenzo de que no tenemos estructuras de ideas apropiadas para aprehenderla. Esto no es extraño ya que la revolución fue un hecho totalmente inesperado, no previsible acorde a nuestros conocimientos. Por el contrario rompió ese paradigma abriendo puertas inéditas.
Sobre todo rompió con la ola de escepticismo que reinaba en el mundo abriendo avenidas de participación, protagonismo, alegría y entusiasmo que muy pronto se propagaron por toda América y resuenan fuertemente en el mundo. Es por la misma simultaneidad y ubicuidad de tal fenómeno que yo insisto una y otra vez que este es un cambio humano, global, planetario.
A mi modo de ver estamos presenciando un paradigma completo que se apaga, alcanza su ocaso, muere, es desplazado hacia la periferia por otro entrante, naciente, camino de su cenit. Aunque los acontecimientos de tal transición sean de una intensa y conflictiva dialéctica, que claro está es imprevisible en sus desenlaces puntuales, pero no en su dirección y desenlace final, que es lo realmente significativo.
Acorde con la propuesta del presidente Chávez en la reciente asunción de su nuevo período presidencial, creo que necesitamos un nuevo pensamiento para realmente comprender, acompañar e implementar los cambios necesarios a los tiempos que vivimos.
En el tiempo que llevo intentando difundir nuestra revolución, y cuando digo nuestra hablo de una inclusividad que no excluye a nadie, mi mayor esfuerzo ha sido por transmitir como se siente y vive esto que está sucediendo, porque eso es para mi lo realmente inédito.
Lo demás es un frío recuento de hechos que no puede realmente transmitir lo que es la vivencia que a todos nos ha de tocar inevitablemente experimentar, como le toca a cada pueblo que se suma a la lucha por su libertad. El PIB aumentó 10%, se vendieron muchos vehículos, la gente tiene ahora más para gastar. Eso es importante sin duda, pero no es lo esencial.
Cuando menos no es lo que yo intento transmitir y compartir con los pueblos de todo el mundo. Y el mayor problema con que me encuentro es el lenguaje de nuestra época que no está hecho para transmitir vivencias, calidez humana, sino frías cifras porcentuales, leyes institucionales que rigen la economía y a las cuales es obligatorio adaptarse so pena de represión. Por supuesto detrás de tal lenguaje hay emociones anestesiadas y pensamientos paralizados.
En este artículo por tanto, con el perdón de todos uds. voy a arriesgar esbozar un pensamiento rudimentario, que no tiene la intención de explicar los acontecimientos, porque los hechos hechos son y no necesitan explicarse a si mismos para suceder.
La idea es más bien una forma mental flexible que nos permita comprender y acompañar de modo práctico lo que nos toca vivir y presenciar inevitablemente. Con la capacidad de adaptarse y transformarse acorde a las diferentes circunstancias que le toque interpretar.
Esta idea es coherente con lo que ya vivimos de la Asamblea Constituyente para refundar los poderes, como máxima expresión del Poder Popular Soberano, que no tiene ningún otro por encima de si. Ahora la constitución de allí emanada va a ser sometida a la revisión y reformas necesarias para adaptarla a las exigencias del proceso popular vivencial.
Así pues las ideas-fuerza de la constitución y leyes siempre intentan viabilizar la exploración popular de una dirección de experiencias, en este caso participativa y protagónica, socialista, solidaria. Pero solo señalan en tal dirección y por tanto han de ser continuamente contrastadas y ajustadas a lo que va dictando la experiencia, los hechos.
Afirmando y afinando los resultados positivos y corrigiendo lo que demostró no ser eficiente o las resistencias institucionales que en su camino puso en evidencia. Los consejos comunales, el Partido Unido Socialista, el posible rediseñamiento de municipios, alcaldías y gobernaciones. Son justamente medidas que apuntan a superar la corrupción y burocracia dinamizando las instituciones para adaptarlas a las exigencias de una menos intermediada y más eficiente gestión social acorde al momento que se vive.
Yo comenzaría diciendo que reconozco diferentes ciclos históricos. Nosotros hemos vivido un ciclo histórico que se ha reducido a leer frías fechas y acontecimientos en libros repitiéndolos como loros, sin que nos resultaran de la menor utilidad para comprender y menos aún para transformar nuestra realidad. Es decir cargarnos con conocimiento sin utilidad práctica, fáctica.
Además tenemos estatuas de mármol y bustos de bronce que adornan los espacios centrales de las plazas y alguno que otro espacio institucional, cumpliendo también con la función de servir de apeadero y lugar de necesidades entre vuelo y vuelo de las palomas. A eso ha quedado reducida la historia en nuestra época.
Sin embargo sabemos de las gestas libertadoras de hace solo doscientos años, que en realidad nunca se detuvieron completamente. A veces pienso en las hazañas heroicas de seres humanos de la talla de un Bolívar, San Martín, O´Higgins, Artigas y tantos otros.
En como se sacudieron continentalmente del poder de una potencia imperial en tal condición de inferioridad, peleando con palos, lanzas, perros y lo que hubiese disponible. Creo entonces que si les hubiera tocado vivir sujetos a los paralizantes paradigmas de pensamiento ensimismado e inoperante de nuestra época, en lo que a transformación de la realidad se refiere, todavía estarían sentados reflexionando en los caminos más convenientes.
Evidentemente no habrían recorrido el continente americano a lomos de caballo todas las veces que fuera necesario para liberarlo completamente. Los colonizadores seguirían tranquilamente contemplando sus plantaciones y esclavos, enviando sus productos a la metrópolis imperial. Pero hay etapas como la presente en que la historia parece descongelarse.
Entonces como en el cuento de “la historia interminable” de las páginas de los libros, la memoria y la imaginación viviente irrumpen en el mundo de lo cotidiano y la conciencia colectiva comienza a presentir y soñar un mundo mejor. Las estatuas y bustos cobran vida al encarnar nuevamente los verdaderos hechos históricos que representaban.
Puede olerse y casi palparse la atmósfera electrizante de lo heroico que renace, aflora desde lo profundo, desde el seno mismo de la historia como poderosa correntada que vitaliza el rutinario y apático acontecer social y poco a poco va reverdeciendo las adormecidas culturas milenarias.
Si observas con atención puedes descubrir que toda la superestructura ideológica de una época no intentaba sino llenar el vacío espacio mental, la añorante ausencia de esa memoria viviente, esencial a toda la especie humana que fluye y refluye cíclicamente.
Ahora al comenzar a aflorar esa poderosa vitalidad paradójicamente toda esa infraestructura institucional, todos esos hábitos mentales operan cual resistencia a lo nuevo. Pero obviamente son gradualmente desbordados, transcendidos y recreados en formas de manifestación más apropiadas al dinamismo de la emergente intensidad.
Supongo que habrá muchos modelos que puedan servir de base a este tipo de fenómeno histórico recurrente de flujo y reflujo desde un centro vital hacia su periferia, tal vez el mismo del átomo y el sistema solar. Pero se me ocurre que por ser una experiencia observable directamente ha de ser mucho más simple y útil el de la vida vegetal sujeta al ciclo solar.
Tendríamos entonces una estación primaveral donde la savia aflora desde lo profundo expandiendo las yemas en múltiples formas, colores y aromas que visten de gala a la madre naturaleza. Seguida de otra invernal en que la savia se repliega sobre su centro dejando el mundo desnudo, monótono y triste, lúgubre.
Quedaría solo el recuerdo, la memoria viviente de la explosión vital que se iría apagando, destiñendo poco a poco. Mientras que la conciencia humana intentaría crecientemente llenar ese espacio vacío, esa ausencia. Así por ejemplo inventaría el encendido artificial que le permitiría estimular virtualmente sus sentidos más allá del estímulo natural de las horas solares.
Toda la imaginación humana apuntaría entonces a recrear según memoria las intensas y vitales escenas de la etapa primaveral, incluyendo su búsqueda de eficiencia o ahorro energético, su organización social, sus instituciones. Supongo que no se les escapa la similitud con el mito del paraíso perdido o con el sueño colectivo del nuevo mundo por venir.
Tampoco les debe pasar desapercibida la relación de dependencia o adicción que hemos establecido con la estimulación artificial, que posibilita todo el manejo del espectro electromagnético y la resultante radio, TV, cine, telefonía, satélites, computación.
Y creo que este ejemplo nos ilustra también como esa autoestimulación artificial y dependiente del cuerpo y la conciencia, se convierten luego en resistencia a la hora de que se comienza a descongelar la historia, aflorando desde lo profundo la memoria viviente de la especie, la correntada vital, que es lo que en verdad añoramos e intentamos sustituir en su ausencia.
Es bueno dejar claro en todo caso que ese intento invernal sustitutivo, artificial, no es en vano, porque desarrolla nuestra conciencia y capacidades que en el siguiente ciclaje primaveral servirán para una manifestación más rica y sobre todo más conciente de esa correntada vital.
Muchas veces uso el ejemplo de la experiencia del enamoramiento como comparación con los tiempos de revolución. Y en este caso creo que también ilustra muy bien todo lo expuesto. Irrumpe inesperadamente en nuestras vidas y las llena de colores y sentido que no parecía hasta entonces tener. Vivirlo es sentir que la vida vale la pena, tiene un objetivo
El evasivo e impersonal mundo parece abrirse, hacerse inclusivo, acogedor. Todo lo que hasta entonces fue un presentimiento ahora parece dar testimonio confirmativo de si manifestándose en formas, encarnando en relaciones humanas.
Sin embargo todo este luminoso y significativo mundo comienza a apagarse casi desapercibidamente, a diluirse en los detalles secundarios de lo cotidiano hasta que termina enterrado bajo ellos, convertido en un difuso recuerdo de momentos mejores. Entonces tras un tiempo comienzan a afluir a la conciencia esos vívidos recuerdos.
Queremos revivirlo y realizamos todo tipo de rituales o conjuros de invocación. Nos ponemos la misma ropa, vamos a los mismos lugares, cantamos y bailamos las mismas canciones, cocinamos y comemos las mismas recetas. Pero con o sin el compañero la magia no retorna. El mundo seguirá experimentándose como vacío y sin sentido, algo falta o se perdió, ya nada es igual por mucho que queramos llenar ese espacio con trabajo o aturdidoras distracciones. Solo una nueva activación sorpresiva e inesforzada de la misma experiencia volverá a poner las cosas en su correcto lugar. Y si en el ínterin algo hemos crecido, aprendido, ganado en conciencia, probablemente podamos vivirla con mayor intensidad aún, más participativamente.
Si por el contrario hemos quedado obsesionados con la experiencia anterior, dependientes sexual y afectivamente de la otra persona, y si predomina la frustración acumulada resultante de tal relación y nos toma el miedo a volver a sufrir, la anhelada experiencia resulta bloqueada.
En el caso de la revolución bolivariana la nueva sensibilidad comienza a manifestarse desde el principio mismo en que el Sr.Chávez recorre los diferentes pueblos transmitiéndoles su convicción de que es posible cambiar las presentes circunstancias. Su sinceridad sin dobleces llega directamente a la gente, resuena, se multiplican sus ecos.
Gana fácilmente las elecciones contra todo pronóstico y comienza a cumplir sin demora su palabra dada, comprometida. Demuestra que no tiene ningún interés por el poder como tal, que si está allí es solo para ejecutar el plan votado por el pueblo. Hay un momento crítico donde se pone en evidencia esa sintonía del pueblo con su presidente.
Es en el golpe de estado, cuando todo el pueblo sale espontáneamente a la calle a luchar por su democracia y presidente y gracias a ello retorna con vida en menos de 48 horas. A partir de allí se establece un vínculo indestructible.
El presidente declara que estuvo a las puertas de la muerte, ya no tenía mañana, esos momentos eran todo lo que le quedaba, y con esa enorme energía de los momentos límites reafirma con su vida el compromiso. Ahora la vida que le queda es del pueblo y para el pueblo. Agradece a Dios haberle dado un sentido, un objetivo a su vida.
Allí se consolida y fundamenta la verdadera revolución, en el momento que sientes que tu vida tiene sentido, es valiosa y se establece un compromiso absoluto, sin posible marcha atrás. Y si se observa con cuidado se notará que a partir de allí la revolución se profundiza y cobra otro ritmo. La relación pueblo-presidente es ahora de total reciprocidad.
Es este tipo de vivencias y de compromisos indisolubles lo que rompe las etapas acomodaticias, de relatividad, de doblez de intención y pone un rumbo que unifica las intenciones, fuerzas y capacidades de todos los participantes. Es así como se abre una nueva era de acontecimientos que resultan insólitos para la mentalidad y creencias anteriores.
Es muy difícil desviar y solo se logra temporalmente las decisiones aunadas y comprometidas en una dirección tomada de común acuerdo y lanzadas a su logro. Porque cuando hay transparencia, sinceridad, sencillez, reciprocidad en las relaciones, no hay intersticios por donde penetrar y dividir o contradiccionar.
Esta ética enaltecedora de las relaciones es en realidad la verdadera señal de que estamos ante una revolución irreversible, ante una gesta heroica que llegará a su objetivo pese a cuantos obstáculos encuentre en su camino. Y comienza en el simple hecho de expresarse de corazón a corazón, porque no hay otro modo de llegar y conmover la dura coraza del tiempo.
Cada época tiene sus opresiones de que liberarse, pero lo fundamental de estos momentos es que dejamos de venerar estatuas en las plazas para convertirnos nosotros en los libertadores y héroes de esta gesta, para encarnar nuevamente aquellos ideales por los cuales Simón Bolívar entregó su vida para que pudieran venir a ser en estas tierras.
Los seres humanos somos extraños especimenes. Quién nos vio en nuestras rutinas cotidianas diez años antes diría que éramos criaturas domésticas que recibíamos nuestro sustento cotidiano a cambio de hacer las gracias que el amo o autoridad nos mandaba.
Sin embargo inesperadamente doblamos la esquina del tiempo, escuchamos el llamado de la memoria viviente, nos quitamos el disfraz de oficinistas y quedó a la vista el uniforme de superhéroes que salieron a luchar por la libertad y la justicia en el mundo. No es que seamos nada especial, simplemente somos y nos reconocemos nuevamente seres humanos.
En esta nueva etapa de la revolución vienen el Partido Unido Socialista, la educación para servicio social, la reducción de sueldos para que no haya un desnivel tan injusto entre los que más y menos ganan acelerando así el bienestar de la gran mayoría. ¿Y qué dirección nos da el Sr. Hugo Chávez, qué nos señala y enseña con todo esto?
Simplemente el mismo ejemplo de vida, servicio y desprendimiento que nos ha mostrado desde que asumió la presidencia y se convirtió en figura pública. ¿Qué otra cosa podría enseñarnos, mostrarnos, hacia dónde guiarnos más que hacia lo que el mismo va experimentando, reconociendo, comprendiendo?
La revolución depende de que muchos asumamos e incorporemos ese ejemplo. De que esas relaciones de reciprocidad, transparencia, generosidad, solidaridad, sincero interés por el otro se reproduzcan y resuenen cada vez entre más y más de nosotros.
De nada nos servirá cambiar el mundo de pies a cabeza si no es la elevada y alegre ética la que guía nuestras acciones, si no vamos más allá de nuestros intereses inmediatos para servirnos unos a los otros enalteciendo antes que nada la condición de seres humanos.
Por muy complicadas formulaciones económicas e instituciones que hagamos todo volverá antes o después al punto de partida, hasta que no entendamos que solo somos una gran familia y que la sociedad y el mundo no son más que la resultante de cómo nos tratamos y relacionamos.
En lo profundo de nuestros corazones esto esta claro, aunque se haga difícil recordarlo o descubrirlo bajo tanto escombro. Cuando elegimos ser médicos o políticos fue porque sentimos que queríamos ser útiles, ayudar, aliviar sufrimiento, mejorar, humanizar el mundo. Luego las cosas se complicaron por el camino y perdimos el rumbo.
Pero lo único que hace falta para revolucionarnos es volver a esa pureza de intención y convertirla ahora en acción. Esa es una depuración que irá sucediendo a lo interno de la revolución comenzando en este año. Quienes se aferren a sus acomodaticias conveniencias y a sus viejos sueños de superioridad y consumismo, irán quedando por el camino.
Esto ya se decía hace dos mil años como que el que quiera salvar su alma la perderá, mientras que el que la entregue, el que la ponga al servicio de sus hermanos, la ganará. La revolución solo puede nacer del corazón, del alma, cuando una nueva sensibilidad trasciende la visión de lo que hasta ahora nos parecía posible y se lanza con fe en pos de un nuevo mundo.
Soy plenamente conciente que todo lo aquí esbozado ha de resultar bastante extraño y hasta desconfiable para nuestros hábitos de pensamiento. Lo simple y evidente pese a que lo estemos viviendo nos pasa desapercibido. Estamos habituados a enormes superestructuras de pensamiento, macroproyectos que compensen nuestro vacío y carencia interna.
Nos han educado virtualmente con los reality show que adormecen la delicada sensibilidad. No obstante estoy convencido que todos habremos de crear nuevos lenguajes para expresar y comunicarnos las experiencias que estos intensos tiempos hacen posibles. Una revolución ha de crear sus lenguajes y medios de comunicación o no es una revolución.
Porque no se puede hacer lo nuevo con material viejo. Vino nuevo no va en odres viejos. Y viejo material son los hábitos y creencias con los que hasta ahora hemos vivido, que nos impiden abrirnos a los nuevos tiempos y convertirnos en los inspirados protagonistas de esta nueva gesta de liberación.
Esta transición de criaturas domésticas a superhéroes es la transfiguración que nos toca realizar concientemente, renunciando a nuestros hábitos para abrazar la nueva vida que se abre ante nosotros. Eso es revolucionarse sicológicamente, sintonizar nuestra atención con lo nuevo y sentirlo posible, romper y dejar atrás las limitantes creencias del viejo paradigma.
Tal vez solo algo más quede por decir. Una cosa es realizar una gran hazaña y volver luego a lo mismo de antes. Otra cosa es cambiar para ya nunca volver atrás. Mientras en nosotros aniden la violencia y el temor, mientras necesitemos el estímulo de un opresor para luchar por la libertad, seguiremos girando en eternos ciclos sin fin.
Solo el día en que la memoria viviente esencial a toda la especie encuentre espacio suficiente para habitar en nosotros, podremos vivir en eterna primavera sin necesidad de inviernos, en despierta vigilia sin necesidad de sueños ni estímulos artificiales.
Aunque hoy eso nos parezca un difícil y lejano sueño llegará el momento en que comience a suceder en cadena y se produzcan conversiones masivas del sentido de la vida. Que muchas personas sientan simultáneamente que su vida es valiosa y ha cobrado sentido así como el `presidente dio testimonio tras volver de su experiencia en que le vio el rostro a la muerte.
Es en la intensidad y compromiso absoluto de esos momentos sin posible mañana, que surgen frases tales como ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos! Entonces desde las entrañas de la vida comienzan a fluir y refluir las poderosas corrientes de savia vital y los mustios troncos invernales estallan en multicolores y aromáticas flores y frutos.
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