Frente a las fuerzas revolucionarias, chavistas, se extiende un inmenso desierto, es el desierto del reflujo brutal de masas y las elecciones burguesas. El reflujo de masas significa la fragmentación de las masas, que se alejan de objetivos colectivos, sociales, y se refugian en su mezquino entorno individual. La democracia burguesa es la mayor operación de manipulación de las masas, de adormecimiento y fragmentación, que el capitalismo despliega para su perpetuación.
Para las fuerzas revolucionarias el desierto es un gran reto, allí frente a esa travesía por la inmensidad de la adversidad, del trabajo en minoría, se acera el carácter de la dirección y de las masas más conscientes, la convicción en los principios se pone a prueba y es en esa frontera donde surgen los líderes y también se develan las debilidades oportunistas. ¿Se debe participar en las elecciones burguesas? Veamos.
En las elecciones burguesas se expresa la espiritualidad del capitalismo: la competencia, el todos contra todos, el mercado, la mercancía, la falsificación, la mentira, la desconfianza mutua son las reglas de ese juego. Los políticos (mercancías) van a las elecciones como quien va a un negocio más buscando su lucro personal, una posición desde la cual sacar provecho; desde el más alto cargo hasta el más pequeño tienen esta filosofía; los equipos que rodean las candidaturas, todos buscan alguna prebenda. El argumento social es sólo una mampara, una excusa. Es fácil deducir que las elecciones son propias de la domesticación de las masas, del reflujo, una válvula de seguridad para el sistema.
Están hechas para fragmentar más a las masas, para mantenerlas dormidas, para apaciguar la protesta, por supuesto que ir a ellas para buscar desde allí derrotar al reflujo es un contrasentido, es como apagar un incendio con gasolina. Al participar se confunden los revolucionarios con la caterva de oportunistas, las masas no los pueden diferenciar, el discurso se diluye, nada es verdad, todo es posible, no hay responsabilidad por las palabras, sólo cuentan las promesas materiales, la compra de votos.
Las elecciones son un escenario para las direcciones burguesas, para su circo: pelean por las tarjetas, se ponen zancadillas, se dicen barbaridades mutuamente, todo como en una lucha libre mejicana, cuidándose de no hablar del sistema, más bien confinado a lo personal. Salen a escena para distraer a la masa.
Se puede participar en las elecciones burguesas arropado por el precedente de una gesta, una actitud que las contradiga, como el 4F por ejemplo, con un movimiento de masas en efervescencia, un ascenso en las luchas y unas masas que identifican claramente a una dirigencia que en la acción ha demostrado que no es oportunista, que se diferencia por su acción, por su conducta de las claques tradicionales. Haber demostrado en la práctica que se va a las elecciones burguesas pero no se es parte de ellas.
Los revolucionarios no deben ir a las elecciones burguesas, deben denunciarlas en la forma y en el fondo, decirle a la gente las razones por las cuales no ir, y advertirle que después de la embriaguez vendrán situaciones difíciles, y la dirección revolucionaria estará allí para dirigir esas luchas hacia objetivos de real cambio.
En concreto, frente a estas elecciones parlamentarias, se deben denunciar como una distracción, una patraña evidente del madurismo, y advertir que vendrán momentos de más penuria. Proponer la solución: cambiar al gobierno, construir una junta sin maduro y sin guaidó, volver a Chávez, ese debe ser el candidato de los Revolucionarios, volver a Chávez, esa es la elección que necesitamos, y la haremos valer ahora en época de embriaguez electoral y después cuando la difícil realidad toque las puertas.
El desierto lo podemos cruzar con Chávez de guía, ya sabemos el rumbo, tenemos la teoría, no vamos solos, parafraseando a Martí podemos decir: "con una idea justa se puede cruzar el desierto y derrotar a un ejército…" y ver la Aurora…
¡Viva Chávez!
