El senador demócrata Barack Obama deberá postergar sus aspiraciones a la presidencia de Estados Unidos, curiosamente no por ser un joven de color, sino por su desconocimiento de cómo funciona el sistema gringo. Contrario a Obama, la señora Clinton que además de conocer el sistema, sostiene un ataque muy estudiado contra la guerra en Irak, a decir verdad, demagogia. Pero el sistema norteamericano necesita un gobierno que sepa izar la bandera de la retirada en Irak, pero sin retirarse política, económica y militarmente. Sin embargo Obama dijo una gran verdad en el lanzamiento de su candidatura: "Sé que no he pasado mucho tiempo aprendiendo cómo funciona Washington, pero he estado allí el tiempo suficiente para saber que las cosas tienen que cambiar".
Ninguna institución como la Iglesia conoce tanto el valor de comprender cuando es tiempo de cambios. Ejemplos sobran, uno emblemático fue cuando el Papa Juan Pablo II aceptó como probable la teoría de Darwin o al señalar que el infierno no era un lugar en el más allá. Por supuesto ningún Papa se atrevió a decir que el infierno podría estar incluso en Irak. En tiempos de cambios el que un obispo venezolano (monseñor Lücker) acuse de mentirosa a la Secretaria de Estado gringa, la señora Rice, es una señal inequívoca de que se tienden puentes con el gobierno del presidente Chávez y se asumen nuevas políticas en escenarios distintos. La actual oposición, tras más de 50 años de sobrevivir como parásitos de las instituciones gubernamentales, involucionaron hasta un analfabetismo político sin precedentes, ayudados por el caótico sistema educativo que tanto defienden. Se trata de una oposición incapaz de ver los cambios, pues mentalmente siguen anclados en una Venezuela de hace 40 años.
El peligro es que en las filas del gobierno también abundan los parásitos, esos “políticos” que en ningún cargo han funcionado, que no son leales a nada e incluso disfrazan su incapacidad con romanticismo revolucionario y una destreza en la oratoria. No se puede permitir que una persona esté al frente de una empresa del estado para quebrarla, pues aunque se proclame como un gran revolucionario, su incapacidad de gerencia resulta una acción contra revolucionaria. Algunos revolucionarios médicos, abogados, periodistas, guerrilleros, etc. no son ni revolucionarios, ni médicos, ni abogados, ni periodistas, ni guerrilleros, etc. si su desempeño en cargos públicos además de deficiente le reporta pérdidas al Estado.
Y si algo contuvo el lanzamiento del partido único (PSUV), fue la guerra política entre parcelas “seudo revolucionarias”, pero el peligro se mantiene, pues los parásitos de siempre afinan sus estrategias para ingresar al partido socialista. Es imposible apuntar con el dedo, pues ni siquiera existe el “chavezmometro” o el “revolumometro”. Y la contraloría social debe afinarse otorgando poder y responsabilidad, permitiendo mejores diagnósticos y saber a ciencia cierta cuando el barrendero barre bien, lo hace mal o es un jardinero el que le ensucia el trabajo a sus espaldas. Vienen tiempos de cambios y la teoría de Darwin pareciera abrirse espacios en las políticas de la Iglesia, mientras en la Casa Blanca agoniza un dinosaurio.
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