De la Devastación y el Tránsito Necesario

De la Devastación y el Tránsito Necesario

La política es para mí y para muchos venezolanos que hemos militado en ella desde años tempranos, un motivo de orgullo y razón de ser. No me limito, por ello, a expresar desde las gradas, opiniones con rasgos de neutralidad como si el desenvolvimiento en ese campo no tuviese sabor ni color. Por ello, me resulta imposible pasar por alto los acontecimientos que ocurren en el mundo, y en el continente.

LA POLÍTICA ES UNA CAUSA NO UN OFICIO

Particularmente en Venezuela, el devenir de los hechos los encaro con mayor atención y fuerza cuando atañen a la vida pública. Incluso, me involucro de un modo u otro cuando, se trata de la búsqueda del poder, la organización del estado y el modo de rendir servicios públicos dirigidos a la preservación de la vida de los ciudadanos, mediante las garantías de una alimentación provechosa, una salud que preventivamente no se lesiona o bien se recupera en un sistema hospitalario bien dotado, una educación que forma ciudadanos respetables, una actividad laboral libre o subordinada que se lleva a cabo con decoro, y el ejercicio pleno de la democracia, entre otros derechos humanos fundamentales.

Tomo distancia, por los principios que adhiero y los motivos que he expresado, de las conductas personales o colectivas que nadan contracorriente del crecimiento civilizatorio que dignifica al hombre y a la sociedad. No he aceptado nunca la barbarie ni las malas conductas que se justifican con la expresión ¨Es que nosotros somos así¨. Pues no, el hecho de que una pandilla de malvivientes esté controlando al estado, no es una base para calificar a los paisanos del mismo modo.

Venezuela, a pesar de la lesión grave que ha recibido en su tejido social y espiritual, no está conformada por truhanes, forajidos y malhechores, nosotros somos una sociedad de gente decente que expresa con afecto los buenos días o las buenas noches, que se contenta con sus grandes o pequeños triunfos, o los de los compatriotas que reciben un reconocimiento aquí o en el exterior, que extiende la mano al necesitado, y que no discrimina a nadie ni por su color de piel ni por sus preferencias políticas. Tal situación no oculta, sin embargo, que desde un rato ya largo, se exalta lo procaz y ordinario, se elevan a méritos los actos contra natura del acontecer social, se vienen violando las reglas del buen oyente y del buen hablante, y sólo asciende en el escalafón social y político quien muestra las más acabadas artimañas.

Tal vez lo que puede explicar todo esto es que el hecho político de hoy es estrictamente nominal, se experimenta de modo aparente, y el juego no es entre asociaciones que tienen que ver con posturas doctrinarias, concepciones del estado, artes de gobierno ni nada parecido. Se trata, para ilustrarlo mejor, de los acuerdos y diferencias entre carteles non santos que comercian cualquier mercancía. Compran y venden desde metales preciosos, pasando por alimentos, medicinas, plazas y lugares sagrados, hasta sustancias de prohibido consumo. Cualquiera que esté en la alta administración de los poderes públicos, tal vez con algunas excepciones, sólo puede explicar el desempeño de su cargo, porque está conectado de algún modo con los carteles.

Precisamente, los eventos del 21 de noviembre, los planteados durante los meses que lo antecedieron y los resultados ofrecidos, pueden ser entendidos, bajo las premisas que he comentado. Recordemos que el asunto se desarrolla con la actuación de distintos cooperadores en diferentes momentos pero con el mismo propósito: la estafa política continuada.

POR SUS HECHOS Y POR SUS OBRAS PUEDES RECONOCERLOS

Destaquemos al alacranato según el cual, dirigentes de los partidos políticos Acción Democrática, Voluntad Popular, Patria Para Todos, y Primero Justicia, entre otros, fueron débiles cuando aceptaron de la camorra, privilegios y ventajas para romper las organizaciones en las que militaban. Acto seguido, fueron favorecidos con los colores, símbolos, tarjetas y distintivos por el Tribunal Supremo de Justicia. Además, intentaron, y en algunos casos lo lograron, allanarles las casas de partido donde se efectuaban las reuniones. Por si fuera poco, iniciaron y desarrollaron campañas de linchamiento moral contra dirigentes que no aceptaron los actos seductores. A uno de esos dirigentes se llegó al extremo de endilgarle injustamente que era jefe de una banda internacional de prostitución infantil.

En momentos diferenciados, la acción trapisondera se dirigió a determinar la inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos de dirigentes que tenían influencia social en sus comunidades. La iniciativa en la sustanciación de expedientes la llevó a cabo la Contraloría General de la República, la cual, contra toda norma en el derecho comparado, definía escandalosamente quien estaba habilitado para el ejercicio de funciones públicas, y quien no. Todo esto, contraviniendo tratados internacionales ratificados por la República, que disponen que sólo mediante sentencia definitivamente firme puede válidamente declararse la inhabilitación.

Tiempo antes el Tribunal Supremo de Justicia como auxiliador necesario en el acto delictivo, había declarado a la Asamblea Nacional en desacato, inventando, de este modo, un delito que no existe en la legislación patria. Con ese fundamento se despojó a los parlamentarios de sus inmunidades y privilegios, y hasta se les quitó el salario correspondiente. Se llegó a penetrar por bandas armadas el recinto de deliberaciones y se agredió salvajemente a varios congresistas. Por supuesto, la formación de las leyes se paralizó, habida cuenta que cada ley aprobada se declaraba nula por haber sido decidida por un organismo en desacato.

Otra acción abiertamente inconstitucional y en consecuencia punible, fue la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente. Sin atribuciones conferidas, sin consultarle al pueblo, como lo establece la carta magna, sin el objetivo de impulsar un nuevo pacto social, sin ninguna razón fáctica o jurídica que lo justificara, y arrollando sin piedad toda la elaboración teórica desde Hans Kelsen hasta García Pelayo, el Presidente de la República creó ilícitamente ese parapeto con potestades de toda naturaleza, excepto el de elaborar un proyecto de Constitución. De este modo, la conspicua ANC destituyó a la Fiscal General que había tenido divergencias con él y con el TSJ, nombró Fiscal a un hombrecito que hasta hoy usurpa las funciones propias del organismo, e incluso, atropellando la voluntad popular, arrodilló ante sí a gobernadores, y al que no hizo la genuflexión, pues no se ungió. Para asombro de venezolanos y los que no lo son, tales hechos punibles se cometieron a la vista de todos. Para ese momento, ya la República estaba sufriendo un cólico miserere, el cual continúa padeciendo.

Con esa carta parcial de antecedentes patológicos, patéticos y penales, se llama a unas ultra elecciones para el 21 de noviembre, de concejales, consejeros legislativos, alcaldes, y gobernadores, a los efectos de legitimar al poder público mediante el voto. ¿Cuáles elecciones, de qué voto estamos hablando? Los ciudadanos tienen el derecho de participar directamente o por medio de sus representantes en los asuntos públicos. A esos efectos se establece la elección, rodeada de custodia del estado y la sociedad. Así lo establece la Constitución en el Capítulo sobre derechos políticos. Es la forma de participar libremente en los asuntos públicos. Pero es imposible omitir que el asunto inmediato estuvo mal desde el comienzo. Organizaciones que definieron candidatos mediante votaciones para el ejercicio de un cargo, sencillamente desconocieron la elección y nombraron unilateralmente otro candidato. Malos presagios.

Nuestra carta magna establece en su artículo 63, que el sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas y secretas… Pues bien, se ha convertido en un hábito, y esta ocasión no fue la excepción, que ninguna de estas condiciones fueron cumplidas por la agresión al estado de derecho que cometen los organismos del estado o el Partido Socialista Unido de Venezuela, que en definitiva se amalgaman constituyendo la misma masa. Para colmo de males, organizan campañas de intimidación para atemorizar a los ciudadanos , y hasta se llega al uso de la violencia, desde la riña rusticana hasta la amenaza con armas de fuego.

A pesar de lo comentado, la curiosa elección se llevó a cabo cargada de errores, amenazas explícitas e implícitas, uso de los medios de comunicación con sus periodistas palangristas, que simulan cortesías y amabilidades, cierre de centros de votación fuera del horario dispuesto, sin razón que los justificara, y un conocimiento de media noche, sólo de resultados para elegir gobernadores. Por cierto, declararon terminada la contienda en Apure y Barinas, cuando todavía no se había resuelto el escrutinio. Despertamos el día 22, y para asombro de nacionales y extranjeros, el mapa estaba pintado de rojo: tres gobernadores para la peculiar oposición y diez y nueve para el triunfante PSUV. La estupefacción se generaliza, ya que es suficientemente sabido y las encuestadoras serias lo certifican, que el 85% de los venezolanos rechaza al PSUV y a sus gobernantes de cualquier espacio local, regional o nacional. Han obrado de tal manera, que no los quiere nadie.

Imagínense cómo será la condición de indeseables que tienen muchos de esos candidatos pesuvistas, que la gente se alegró por la victoria de los únicos opositores que han ganado, a pesar de que no son ángeles ni arcángeles y, contrariamente se conocen bastante por las administraciones pésimas que han tenido en el pasado tres de ellos, y hay un cuarto todavía en disputa, al que se le cuestiona el comportamiento social y de administración de bienes y dinero en Colombia, a propósito de la ayuda humanitaria enviada desde el exterior. En realidad de verdad, la gente no votó por sus preferencias positivas. Lo hizo, para sacarse de encima a quienes los han agredido sin compasión.

Y MAÑANA…!AY MAÑANA!

Ahora bien, ese 85% que muestra rechazo a la gestión de gobierno (Para usar un término benigno) es comprensible que se sienta confundido, desilusionado, aturdido, y no es para menos. Un contingente importante de ellos, desesperanzados al ver el color de ese mapa, se siente caminando por el páramo de Berlín en espacio fronterizo, buscando abrigo en Colombia, Ecuador, Perú, Chile u otro país que le ofrezca refugio, o se proyecta marchando con hondureños, salvadoreños, cubanos, nicaragüenses o haitianos, procurando alcanzar Chiapas, Oaxaca, Tijuana, y mojarse en el Río Bravo para conseguir techo y alimento en San Diego, Santa Mónica u otra ciudad que le dispense un trabajo remunerado para vivir.

Se justifica plenamente que esos pensamientos nos invadan, toda vez que Venezuela vive una de las peores desigualdades de su historia. Mientras el grupo camorrero en el poder exhibe riquezas como las de los jeques árabes, y ostenta carrozas rodeadas de escoltas, policías con o sin uniforme, y sin pena alguna se ufanan de desayunar en París, almorzar en Roma y cenar en Estambul. Mientras esto sucede, la mayoría de los venezolanos tiene la idea de seguir a los seis millones de migrantes que ya lo han hecho, o permanecer estoicamente sin techo y sin alimento, sin medicinas para recobrar la salud, en fin, con carencias de todo tipo. El hospital de niños en Caracas recibe diariamente niños desnutridos y, muchas veces, sufriendo enfermedades que habían sido proscritas. Por otro lado, nos movió el piso la noticia reciente de dos profesores jubilados de la Universidad, que murieron de hambre.

A quienes pensamos quedarnos y a quienes piensan irse, nos toca recordar que no todo se ha perdido, y que, tanto los números como las afinidades apuntan hacia victorias venideras. No es poca cosa que 4.429.137 votantes, tomando la acumulación de opositores, se manifestaran en las urnas contra Maduro y su claque. Además, buena parte de la población que se abstuvo, manifestó de este modo su rebeldía contra los traficantes de todo, incluso de votos. Por añadidura, yo estoy en la creencia con fundamento de que, de los tres millones y medio que sufragaron por el PSUV, no menos de los dos tercios lo hicieron impelidos por circunstancias personales asociadas al secuestro. Subrayemos que nuestra población ha sido rehén de un grupo absolutamente inescrupuloso que cobra rescate de diferentes modos y momentos, uno de ellos es durante actos electorales.

PERO…Y EL DERECHO

El chantaje es otro medio de delinquir electoralmente. Se infunde miedo y temor a los sufragantes, amenazándolos con perder raciones de alimentos, expulsarlos de la página patria para que no obtengan gasolina y sea imposible desplazarse o trabajar como taxista o como motorista despachando comida elaborada, medicamentos, o mercancías. Se trata de amenazar con grave daño a quien no siga las órdenes que se le dictan y el chantajeado puede perder la bolsa con comida que recibe irregularmente, la dotación de gas doméstico, el empleo, o hasta el beneficio de un inmueble que se le hubiese adjudicado. Casos se conocen de autoridades o simuladores de autoridad que constriñen con la pérdida de la libertad o de la vida a quien exprese resistencia a directrices electorales que se imponen. En su momento estas conductas tendrán que ser objeto de los castigos que nuestra legislación impone.

Poco a poco hemos puesto los sentidos en lo que está pasando. Ni más ni menos es una estafa electoral agravada y continuada, que se configura con la acción engañosa de los carteles que dicen administrar el estado, que utilizan medios de toda naturaleza, ofreciendo construir lo que de hecho han destruido, y así, plantean que habrá un sistema hospitalario que funcionará con la tecnología de punta, alimentación proteica para que se levanten niños y jóvenes sanos, agua potable que saldrá por todos los grifos, educación universitaria que competirá con los mejores centros de investigación y docencia del mundo, empleos bien remunerados y el mejoramiento sostenido del ornato de las ciudades, entre otras obras que llevarán al país a una prosperidad que será envidiada por las naciones del continente. Demagogia que tiene como finalidad sorprender la buena fe de los venezolanos, para obtener el objetivo de preservar el poder del estado para provecho propio.

Adrede he dejado lo concerniente al Derecho Internacional, para desarrollarlo en otro momento, pero no está de más tener presente que la causa Venezuela 1 cursa en el Tribunal Penal Internacional, por la comisión de delitos de Lesa Humanidad. Es oportuno informar que los perpetradores de crímenes de esta naturaleza, aun cuando asistan a la misa dominical, a los primeros viernes de mes, y se impongan las cenizas al inicio de la cuaresma, serán procesados y sancionados porque los delitos que han cometido, no prescriben. No dejemos de lado los documentos importantes de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, los informes de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos en Venezuela de Naciones Unidas, y los Recursos de Queja procesados por la Organización Internacional del Trabajo.

Y ENTONCES… ¿CÓMO HACEMOS?

El 21 de noviembre, un segmento importante de la población votó, y lo hizo exponiendo argumentos que merecen el mayor respeto. Otro prefirió abstenerse, y planteó alegatos válidos para manifestar su rebeldía de este modo. No creo que se pueda analizar la votación o abstención ocurrida ese día con los criterios que han tenido validez en otros eventos. Es un error. Además, es reprochable, a mi juicio, que se entre en descalificaciones recíprocas, e imputaciones por no actuar de un modo u otro. Girar sobre ese examen, distrae e impide lograr el objetivo aspirado, que es el desplazamiento de la administración del estado, de quienes han demolido las instituciones, han causado grave daño a las personas, como lo hemos dicho antes, y han roto el tejido espiritual que representa la venezolanidad.

Lo que impone este momento por las condiciones dadas, es un alineamiento de los actores políticos mejor calificados, sean éstos, jóvenes o mayores, hombres o mujeres, provenientes de corporaciones distintas, con ideas plurales pero coincidiendo en el objetivo que se espera lograr y los métodos combinados que se deben emplear. A esos efectos, es imperativo tener los intercambios más amplios posibles, deslindando a quienes se han movido en una oposición aparente, e incorporando a quienes hayan dado testimonio de una oposición auténtica. No es tarea fácil, pero conviene emprenderla. Sería un pecado mortal no hacerlo. Pienso que el tránsito es ese en la procuración de que se imponga de una vez y para siempre en Venezuela, la civilización sobre la barbarie.



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Freddy Gutiérrez Trejo


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