La inflación no es monetarista

En búsqueda de una sana pedagogía sobre este trillado tema, es necesario partir de la Ecuación del Cambio. Esta rige para todos los sistemas económicos de libre tráfico.

Trátase de una tautología, según la cual para adquirir determinada oferta anual es necesario que equivalentemente haya determinada demanda expresada en dinero. Esta última viene dada por el CIRCULANTE que vuelque sobre el mercado la autoridad financiera correspondiente (Banco Central de Venezuela y Ministerio de Finanzas, en nuestro caso), y en concordancia con la Política Económica ejercida por el gobierno de turno.

En términos algebraicos, tenemos: P.Q = M.V,

para P, Índice de Precios al Detal; Q, cantidad de oferta-demanda; M, masa de circulante adquisitivo (dinero) en sus diferentes formas y denominaciones, y V, velocidad de circulación habitual o característica de los consumidores del país en cuestión.

Digamos que modernamente las economías de mercado, no troquetistas, deben disponer de un volumen máximo-mínimo de dinero en circulación, y con las variadas denominaciones que permitan la fluidez cambiaria en tiempo y espacio.

Matemáticamente, resulta obvio que si la producción e importaciones de mercancías se mantienen constantes (Q) y es respetado el librecambio, cuando el circulante (M) sobrepuja su máximo, en un primer momento los precios tienden a subir. A este fenómeno indebidamente suele llamársele Inflación.

Pero si dicho excedente adquisitivo se sostiene en el tiempo o sigue subiendo, la oferta debería subir también, salvedad hecha de figuras monopólicas u oligopólicas de alto poder económico, burguésmente intocables o apoyados por el gobierno de turno ora por conveniencia política, ora por ineptitud de mando, figuras empresariales que vean en dicho incremento de dinero una posibilidad de especulativas sobreganancias, y salvedad hecha de que se trate de excedentes monetarios de bajo poder adquisitivo, dinero devaluado, dinero sin respaldo confiable, o de dinero feble e inorgánico, acuñado y lanzado a la circulación con meros fines políticos o populistas.

De perogrullo, los asomos inflacionarios y su mantenimiento en el tiempo requieren el correspondiente financiamiento que lo facilita el propio gobierno, o va con cargo a los ahorros del consumidor. En esta hecho se afirma la concepción monetarista, muy expedita e irresponsablemente asumida por la mayoría de los gobiernos de los países diplomáticamente controlados por las potencias económicas mundiales, y según la cual para frenar la Inflación bastaría con reducir o represar circulante mediante rebajas salariales, elevación de tasas de interés bancariopasivas, reducción del gasto público, mora en los pasivos laborales, venta de bonos o endeudamiento interno, regulación de precios en el comercio menor, etc.

Esta teoría monetarista, que aconseja reducciones del *excedente* de dinero circulante no va al fondo de las causas inflacionarias, se queda en su expresión dineraria. Porque, de ser acertada, entonces, por ejemplo, podríamos suponer que los asalariados, las ganancias y rentas afines, el gasto público, el incremento en inversiones productivas, etc., debería estar permanentemente frenados, puesto que a mayor contrata salarial, mayor salario, mayores ganancias, mayores impuestos, mayor gasto público, y consecuencialmente mayor circulante en juego.

A resultas, cuando nuestro gobierno se dispone a reducir circulante, mediante retiro de masas de dinero, venta de bonos, rebaja de sueldos y salarios, o reduciendo el gasto público, está directamente contribuyendo con la especulación de los comerciantes e industriales del momento, está frenando los conatos de incrementos en el próximo PTB, y hasta estaría propendiendo a una contracción económica de impredecibles consecuencias dañinas al consumidor de bajos recursos.

La inflación no es monetarista, ya que, entre otras contradicciones, de ser cierta la recomendación de los *monetaristas*, el Presidente Chávez estaría propagando la inflación en varios países, en aquellos a los que les regala o facilita ingentes cantidades de circulante en dólares y sucedáneos medios de compra, y no se trataría de ayudas económicas estimulantes de las respectivas economías beneficiarias de dicha política internacional.


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Manuel C. Martínez M.


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