La vía alternativa es construir una "agenda positiva" que implique una profunda revisión de las instituciones interamericanas y vigorice aquellas que tienen que ver con la integración regional. Esta agenda no debe elaborarse con los criterios "burocráticos" tradicionales, sino con las premisas innovadoras y progresistas que enunciamos en esta misma nota. Después de 200 años se ha constituido un organismo multilateral, el Celac, destinado a asegurar la paz, la democracia, el comercio y el desarrollo desde México hasta Tierra del Fuego, con la expresa exclusión de Estados Unidos y Canadá. Por primera vez las "dos Américas" definen claramente sus proyectos geopolíticos y comerciales. Todos estamos conscientes de que una cosa es fundar el Celac y otra es reemplazar a la OE A. Está última deberá ser el foro de diálogo entre las dos Américas, pero jamás el ministerio de colonias de los Estados Unidos como lo fue en el pasado.
Es urgente la pronta institucionalización del Celac, definir sus alcances, dotarla de órganos y definir las condiciones de su funcionamiento y financiación. La próxima reunión a celebrarse en Caracas puede ser el inicio de ese proceso. Como una contribución a la institucionalización de este organismo, sugerimos las siguientes ideas:
1. Que el Grupo de Río se institucionalice como el órgano político multilateral de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac). Ello no implica la disolución de la OEA, que continuaría siendo el foro de diálogo entre los Estados latinoamericanos y caribeños con Estados Unidos y Canadá.
2. Que el proyectado Consejo de Defensa Sudamericano se convierta en el organismo de seguridad colectiva de toda Latinoamérica, como un órgano del Celac destinado a prevenir conflictos intrarregionales, evitar la carrera armamentista y preservar la paz en la región.
3. Que el Banco del Sur, como banca de desarrollo para la integración, incluya a todos los países de Latinoamérica y el Caribe y se institucionalice como el instrumento financiero del Celac. Dicho banco debería integrar su capital inicial con aportes de los tres bancos regionales de desarrollo: el BID, la Corporación Andina de Fomento (CAF) y Fonplata (Fondo Financiero de la Cuenca del Plata), además de los aportes que realicen los países miembros.
4. Impulsar la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura de la Región Sudamericana (IIRSA), para concretar la integración física del continente, fundamentalmente en materia de transportes, energía y comunicaciones.
5. Fortalecer los esquemas de integración subregional existentes como el Mercosur, la Comunidad Andina de Naciones, el ALBA, la Comunidad Centroamericana y el Caricom.
6. Evitar la proliferación de organismos regionales y subregionales de integración. Por el contrario, iniciar un proceso de convergencia que los vaya unificando, complementando y produciendo una sinergia que garantice su sustentabilidad y eficacia.
7. Incorporar reclamos de soberanía territorial y reivindicación de recursos naturales, como es el caso de las Islas Malvinas o el Acuífero Guaraní, como demandas de la región y no sólo de los países afectados.
Asistimos a un momento infrecuente de las relaciones interamericanas. Pocas veces se han presentado condiciones históricas más favorables para que Latinoamérica reduzca su subordinación a los intereses hemisféricos estadounidenses. La oportunidad está presente, su buen o mal uso depende, en mayor grado, de América latina. Estamos en un contexto donde sobresalen muchos líderes con vocación transformadora y visión estratégica. La mayoría de los hombres y mujeres al frente de los ejecutivos en la región poseen un perfil orientado al progresismo, independientemente de la mirada ideológica de cada uno.
El futuro de América latina se decide entre la integración o la fragmentación, entre la profundización de las transformaciones apenas iniciadas o procesos de restauración conservadora. El futuro está abierto. El resultado de las elecciones de octubre en Brasil será definitorio. La disputa por la hegemonía entre neoliberalismo y progresismo desarrollista es una lucha entre lo viejo que insiste en sobrevivir y lo nuevo que encuentra dificultades para nacer. Ese es el dilema que debemos resolver los latinoamericanos.
El tercer despliegue de la crisis hegemónica,
No será la propuesta de un "capitalismo popular", además de ciertos rasgos del "populismo moderno", como la anti política o una visión apocalíptica de la política, una teología política fundada por un líder mesiánico y carismático del pueblo, la idea de que el líder es la personificación del pueblo, la identificación del movimiento con el líder, entre otras. Esta sería la segunda perspectiva: transitar hacia un gobierno populista neoclásico de izquierda, de derecha o extrema derecha. El tercer despliegue de la crisis hegemónica, bastante condicionado por la producción de subjetividades anticapitalistas y la existencia sostenible de un movimiento efectivo en lucha callejera, es la creación de condiciones de posibilidad para un proceso constituyente abierto. Para E. Sader, en nuestra región se ha empezado a experimentar una nueva estrategia para transformar las relaciones de poder, especialmente en los casos de Ecuador, Venezuela y Bolivia, con sus particularidades. Nos referimos en este contexto a la combinación de sublevaciones populares con grandes manifestaciones de masas que transforman las relaciones de poder por medio de la refundación de los Estados; no se trata de partir del poder constituido y sus instituciones existentes, se busca entrecruzar la estrategia insurreccional con la lucha por las reformas, combinando distintas formas de lucha y la rearticulación de la lucha social con la lucha política. No han sido los partidos institucionales de izquierda los que han orientado esta estrategia, sino la autogestión creadora de los propios movimientos sociales que han transitado a partir de la lógica movimientista de la lucha social territorial a la construcción hegemónica de un nuevo bloque histórico de poder social y popular. El caso aún más interesante para el análisis político sigue siendo el boliviano, con sus retrocesos y disputas. La situación actual en Chile y Colombia, aunque ninguna situación es idéntica, podría transitar por estos senderos. Esta es nuestra tercera perspectiva histórica .