La razón por la que la ética es un instrumento necesario para control máximo de la corrupción, radica en que ésta se orienta al estudio de las acciones humanas por lo cual las explicaciones a las distintas conductas giran en torno a ésta disciplina.
Cada acto que realiza el hombre tiene su fundamento o justificación en la ética. Cuando los hombres públicos responden a una filosofía ética, se autocontrolan al ser responsables de su conducta y de cada uno de sus actos. De esta manera, la ética es el mejor instrumento porque conlleva al autocontrol mediante el uso correcto de la razón a partir de la idea de servicio colectivo, elemento importante en los servidores públicos , ya que como señala Adela Cortina (1998, 65) "El interés del Estado no puede depender de las pasiones del príncipe, ni siquiera de su deseo de ser malo o bueno sino que exige un profundo autocontrol". Todo gobierno, para mantener una eficiente administración, debe contar con individuos íntegros. Es aquí donde la ética cobra importancia al formar, seleccionar los perfiles y reiterar a los servidores públicos. La necesidad de hacer bien sus tareas y actuar con responsabilidad. Por el sólo hecho de hacer una acción con responsabilidad y hacerla bien ya se está cumpliendo con los preceptos éticos. Sin embargo, esta premisa, por sencilla que parezca, es difícil de alcanzar y no todos los que participan en el ámbito público realizan adecuadamente sus tareas.
La ética es el mínimo exigible para asegurar una honestidad y una responsabilidad en el empleo público. Si la administración pública es el instrumento del que se vale la política para contribuir al logro de la pluralidad de intereses mediante el ofrecimiento de bienes y servicios de calidad, los servidores públicos que la integran deben estar motivados y concienciados. Una baja moral y una baja motivación en los individuos fomenta la irresponsabilidad, situación que a su vez se refleja en una baja calidad en la operación de las instituciones. La imagen que se crea de la administración pública, ya sea positiva o negativa, es resultado de la actitud y conducta de cada persona que labora en una organización . Una buena imagen ayuda a creer y a confiar en las instituciones públicas. Una mala imagen genera desconfianza y rechazo. Un servicio es un proceso, no un producto, que se basa en la conducta y actitud de la persona que lo ofrece. Para lograr la sensación de satisfacción al realizar una tarea es importante , la relación de persona a persona. La buena conducta, trato amable y grata comunicación son elementos básicos para establecer buenas relaciones y buen servicio. Sin embargo, a esta tendencia se opone la evolución de algunos funcionarios modernos quienes se han convertido en trabajadores intelectuales altamente especializados, orgullosos de ocupar un cargo público pero poco sensibles al sentir colectivo de una Nación.
Históricamente el tema de la ética siempre ha acompañado a la política como elemento que le complementa. En política las decisiones no se pueden tomar como en la ciencia. En política dos más dos no necesariamente dan cuatro. El papel del político es, como afirma Camps (1996) citando a Borell, "sumar peras con manzanas". Tampoco se pueden sustituir políticos por algunos especialistas técnicos o científicos. De igual manera, las estrategias y decisiones políticas no pueden simplemente sustituirse por más moral, ni el político puede cambiarse por el moralista. Es importante señalar que los extremos son malos y que tanto el sólo poder, o la sóla, la ética en política son incapaces de alcanzar acertadamente los objetivos en un Estado, por lo que es necesario buscar el equilibrio entre la virtud del <ético> y la experiencia del . En virtud de que la política no trata únicamente el poder en sí sino que afecta la vida de los hombres, no se puede dejar esta disciplina sin elementos que le orienten en momentos críticos, por lo que ante los cambios en donde las personas tienen una mayor participación y exigencia hacia sus gobiernos se consolida una nueva forma de hacer política acompañada de la ética.
La valoración del poder en política se halla en fundamental dependencia con la imagen que se tenga del hombre. Aquellos que consideran al hombre como bueno por naturaleza, racional, capaz de aprender y educarse, ven la política como un medio para el progreso humano y para el desarrollo del mundo ,no como un fin . Liderar no es un fin, es un medio. Si los fines y los objetivos son repetidos en voz alta, escritos en todos los lemas, subrayados en rojo en los códigos éticos de conducta, pero no son creídos y compartidos realmente, se convierten en otra cosa.
El liderazgo es la capacidad de convertir los objetivos en resultados, a la vez que crear un consenso general y una participación. Pero para que estos objetivos sean verdaderamente sostenibles deben ser orientados al bien común y los resultados deben ser compartidos con todos los niveles de la organización y, sobre todo, con los menos equipados y educados al resultado. Y este bien común no puede ni debe ser sólo ‘material’. y por tanto ven el poder cómo algo benéfico. En cambio los críticos del deber ser del político , señalado en las teorías filosóficas consideran al hombre como corrompido por su naturaleza irracional y por tanto peligroso. Miran a la política siempre como un negocio sucio, un quehacer inevitablemente inmoral y por consiguiente al poder como algo malo y demoníaco. El mundo es una realidad dual y en el hombre se hallan mezcladas las dos cosas, lo bueno y lo malo. En política no se puede ignorar que el poder, dada la condición ambivalente del hombre, no siempre ni en todas partes ha sido utilizado de manera correcta. La historia de la humanidad está llena de ejemplos que muestran cómo se ha abusado de él. Precisamente por eso, desde los más remotos tiempos han existido individuos que han dedicado sus esfuerzos por intentar controlar ese abuso, sobre todo en lo que respecta a los detentadores del poder político.
De ahí que entre la ética y la política siempre haya existido una relación inevitable. Cuando los hombres están en el poder es importante que se pregunten ¿qué clase de vida quiero para mi País ? ¿qué puedo hacer para que ésta se desarrolle y sea próspera y feliz? De las actividades que realice el político depende la felicidad del Estado. Quienes aspiran a una vida superior a la voluptuosa, es decir los que eligen la vida política, tienen que vencer los desafíos que implica el cargo: la codicia, la avaricia, el anhelo de poder, sobre todo la vanidad.