En el capitalismo la explotación de los seres humanos y de la naturaleza son interdependientes. Mientras crece la pobreza de la gente, también crece la pobreza de la naturaleza. Mientras millones de personas mueren por hambre, miles de especies son destruidas; los ríos, los lagos y los mares desaparecen o se convierten en lodazales; los casquetes polares y los glaciares se derriten, el planeta se calienta y el desierto crece, correspondiéndose con el crecimiento del desierto del alma, con la insolidaridad que se impone y la mercantilización de los afectos.
Es el desarrollismo, una de las caras más feas del capitalismo salvaje, que amenaza al proceso venezolano desde sus raíces. Las minas de carbón están acabando con los ríos, con la gente, con la Sierra de Perijá para alimentar desde nuestras venas abiertas al capital transnacional. Los Wayúu, Yukpas y Barí van siendo expulsados de sus territorios, reprimidos y depredadas sus tierras, en beneficio de la minería y la ganadería.
Han llegado como nunca a posiciones públicas y a reconocimientos constitucionales, pero para ellos parece que la conquista colonial no ha terminado.
Los informes de los indígenas dicen:
“Los aceites usados se expanden por el suelo sin muros de protección y sin identificación”, yendo a dar al “Guasare o lo que queda del lodazal tóxico en que lo han convertido”.
“Contrabando de madera presuntamente procedente de la tala ilegal de árboles” en la zona minera.
Corpozulia “encabeza una arremetida final con operadores de las empresas transnacionales contra nuestras humildes familias indígenas para obligarnos por las buenas a venderles nuestras tierras, como hace años nos impusieron por las malas la apertura de la Mina Paso Diablo y Mina Norte en la cuenca del río Guasare, y más recientemente en la mina Las Carmelitas cerca del embalse Los Tres Ríos”.
“No puede haber Socialismo del Siglo XXI en nuestro país sin nosotros los
indígenas”.
Los propios capitalistas hacen a la producción insustentable, pues la ganancia y la productividad económica, crecen inversamente proporcional a la productividad del planeta y de las especies que lo habitan. Así se contamina Guayana, el Orinoco, la Gran Sabana, la costa, Los Andes. Los desarrollistas se están comiendo al planeta.
julio.escalona@gmail.com