Mi entrañable compatriota Martín Guedez, acaba de publicar un artículo, el cual recojo en todas sus partes y que me perdone por la utilización del título. Es el caso que la ética no es cuestión de solicitarla a domicilio y mucho menos sortearla en una caja de cereal. La verdad que me gustaría empezar por donde se debe, es decir que es la ética y la moral de un ciudadano cualquiera que advenga al proceso bolivariano. Los conceptos de solidaridad, colectivismo, unidad de propósitos, honestidad, ayuda al prójimo, amor, fraternidad entre muchos otros, deben ser el punto de partida para consolidar la revolución bolivariana. Conciente de la necesidad de transformarnos interiormente y echar por la borda cientos de años bajo cuya influencia hemos recibido inclusive de quienes suponemos la orientación para hacer el bien, el sector clerical católico, inmensas distorsiones de comportamiento ambivalente de obispos y buena parte de la cúpula de la iglesia, dadas estas desconsideraciones acerca del comportamiento humano, no podemos esperar de nuestro pueblo en su cabal expresión que la conducta sea apegada a la moral y buenas costumbres, que el egoísmo y el individualismo que como fatalidad llevamos por dentro, puedan ser deslastrados de la noche a la mañana por arte de magia y que de nuestros dirigentes con la excepción de nuestro presidente, no esperemos una lección del como comenzar a ver las cosas de otra manera.
No quisiera manifestar idea alguna que coadyuve al pesimismo, en esto estoy totalmente de acuerdo con Martín, porque en caso contrario no tendríamos otra salida que cerrar la Santamaría y encomendarnos al Dios creador. El pueblo es sabio pero tambien es vivo y oportunista, diría que es un efecto natural de su propia creación y condición, la historia está repleta de ejemplos, la cosa es tan así, que en caso contrario cada uno de nosotros tendría opción de ser santo o al menos purgatorio nos saldría. Ahora bien, pisando tierrita y continuar el juego, debe ser nuestra preocupación mayor, en qué consiste, sencillo, el asunto está en la inveterada costumbre de los administradores de la cosa pública y que resumimos en una sola frase “seguimiento y control”, lo cual supone además, la asunción de responsabilidad directa con penalización en caso de cualquier irregularidad por parte del(los) receptor(es) de los recursos. Es esto difícil o irrealizable, por supuesto que no, las condiciones las debe poner quien recursos entrega, he allí un caso ejemplar a ser copiado, el Banco de Desarrollo de la Mujer dirigido por esa dama excelsa revolucionaria Nora Castañeda, en cuyo organismo la morosidad es casi cero, a que se debe esto, a un proceso de inducción y selección de las destinatarias del crédito.
Al menos la experiencia me dice que entregar dinero de forma libre no es suficiente y se corren riesgos innecesarios, esa practica no debe continuar, no debemos solo atenernos en la bondad y viabilidad del proyecto, esto es solo una parte del asunto, se debe profundizar en quienes asumirán las riendas para llevar los proyectos a su ejecución e instarlos legalmente a asumir sus responsabilidades, esto es elemental y no se hace de manera orgánica e institucional.
En el caso concreto de los Consejos Comunales estas orientaciones deben estar sumamente claras, la realidad nos dice que se debe modificar el esquema de entrega de recursos, so pena que el proceso nos lleve a un profundo fracaso. En el caso subyacente los bancos comunales deben ser supervisados y controlados por una nueva Intendencia o en todo caso por Sudeban, sino estaremos con unos Consejos Comunales situados a la zaga del oportunismo y el arribismo características que se combaten en el fragor de la continuidad del proceso de cambios que debemos vigilar nosotros mismos, pero perro cuidando carne es mal conseja y hay muchísimos instrumentos que pasan por la condición humana de debilidades y fortalezas como única manera de estar atento a las amenazas que se ciernen en este tipo de actividades.
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