1. Nunca olvidaré que ese libro cambió el camino de mi vida. Yo, como casi todos los niños y adolescentes, andaba bobeando alrededor de la religión católica y su cristianismo. Mis padres no se metían, pero el ambiente social, la escuela –a pesar de haber cursado la primaria, la secundaria y andaba en segundo de la Prepa- nunca nadie, ni un profesor, me explicó el significado de las religiones ni el gigantesco peso de los dogmas que cargaba. Fue entonces cuando encontré –casi en la basura- ese libro que por su título me hizo leerlo desesperadamente.
2. En él se hacían muchas reflexiones y preguntas de entrada: "La Iglesia católica apostólica romana, como la católica apostólica griega, como la católica apostólica episcopal, como las católicas apostólicas protestantes, porque todas ellas se llaman a sí mismas católicas y apostólicas, sostienen que la religión cristiana es la única verdadera. ¿Por qué ha de ser cierto lo que ellas dicen? Porque las Iglesias cristianas afirman que su religión tiene por base un libro dictado por Dios, por cuya razón le llaman las Sagradas Escrituras, o sea la Biblia.
3. ¿Quién nos garantiza que lo que dicen esas Iglesias es cierto? Sus propios ministros. ¿Tienen ellos algún interés en engañarnos? Tanto –se dice- que si los cristianos llegasen a comprender que la Biblia no está escrita por Dios, la mayor parte de esos sacerdotes se moriría de hambre si no se dedicaba a trabajar en otra cosa. Y si las Sagradas Escrituras no son divinas, ¿cómo se explica el que los gobernantes, que deben ser personas entendidas, hayan permitido este engaño durante tantos siglos?.
4. Esto me recuerda al anarquista FLORES MAGÓN Y EL AMOR
Así respondió el anarquista Ricardo Flores Magón a un sacerdote que, haciendo referencia al amor, dijo un domingo de 1916: 'todas la mujeres que no se casan por la iglesia, son unas cualquiera'.
"Tiene gracia el curita, porque ¿a quién se le había ocurrido insultar a una mujer por el hecho sensatísimo de no dar cuenta a los curas de su unión con un hombre? En realidad, curita, sábelo: el amor es un asunto privado de dos seres, y es impropio que se lo comuniquen al cura o al juez. El amor pierde su encanto con la publicidad. El amor necesita del misterio, del secreto; sólo así es bello.
El amor pierde su poesía cuando pide a un sacerdote o a un juez que lo autorice. El amor sólo se siente intensamente en la intimidad. Los seres humanos han prostituido el amor al permitir que terceras personas intervengan en asuntos que sólo competen a dos. El amor está bien en la discreción de la alcoba. ¿Para qué interrumpir la sublime música de dos corazones con las amonestaciones del clérigo o la fría palabrería del juez? ¡Eso es echar margaritas a los puercos!
El amor que pide sanción, no es amor. El amor es espontáneo, ¡bendito sea el amor! ¡Amor perfume, luz, alegría: son la misma cosa! ¡Es la vida! Vida sin amor ¿qué vida es? Si hay vida es por el amor. Las plantas se aman. ¿No lo sabes? Pregúntaselo al polen que tiembla en el cáliz de la flor; pregúntaselo al insecto que hace vibrar sus alas en una canción que invita a la caricia sin que tú, curita, la sanciones, ni que el juez la autorice. El amor debe ser libre.
Si quieres echarte algunos pesotes al bolsillo, trabaja, hombre, trabaja; pero no te desquites con los seres libres que rehúsan arrodillarse ante ti o ante el juez para perpetuar la vida".
5. Los comentaristas del libro señalan que los españoles durante miles de años tuvieron religiones muy diferentes; que la anterior del cristianismo se había puesto muy vieja, es decir, después de durar muchos siglos, todos fueron poco a poco comprendiendo que no podía ser la verdadera, a pesar de que también aquella religión había hecho y hacía milagros. Los Gobiernos de aquellos tiempos, que se habían valido de los sacerdotes de la religión vieja para mandar, se encontraron sin aquel apoyo, y después de examinar varias religiones adoptaron la cristiana, la cual, de la manera que entonces se practicaba, era muy superior a la religión antigua. (3/VII/23)