A propósito de la nueva fecha mirandina presente en este marzo, la natalicia número 257, deseo expresar ahora una reflexión que me viene mordiendo desde que vi, hace ya algunos meses, el retrato cinematográfico dibujado por el realizador Diego Rízquez. Huelga señalar que se trata de impresiones de simple espectador, sin pretensiones de técnico o de crítico, y que está muy lejos de mí cuestionar al bien reputado profesional, artista y ciudadano creador de la obra. Sólo que con Miranda, cuya existencia equilibra como la de pocos los extremos del esplendor y el infortunio, tenemos mucha deuda de incomprensión los venezolanos, los de antes y los de ahora.
Creo que la cinta tiene valores fílmicos importantes en cuanto a música, color, ambientación, vestuario y actuación general, todo lo cual logra captar la atención del espectador. Seguramente esto es uno de los propósitos de la realización, por lo cual es un mérito atribuible. No obstante, al tratarse de la biografía de un personaje histórico –y de tanta significación--, debió cuidarse con mucho mayor rigor la fidelidad de lo que se narra, tanto en cuanto a los personajes como en cuanto a los hechos. Y al respecto opino:
a) El personaje Miranda aparece sobredimensionado en un aspecto de su vida que fue muy importante, sin duda, mas no el fundamental: el de su condición de amante afortunado, que compartió el lecho con muchas hermosas mujeres, algunas famosas; pero esto queda sólo para la anécdota: no es el legado mirandino del cual hoy extraemos tanta lección y que le ha asegurado la inmortalidad al universal caraqueño.
b) Miranda el Precursor, el creador de la idea de Colombia y de la unidad continental, el maestro de libertadores, el protagonista de tres revoluciones, el autor de una obra escrita monumental que lo signa como gigante de la acción y el pensamiento, ese Miranda pasa desvaído por el filme, no puede impactar ni dejar su impronta en quienes desconocen la historia.
c) El actor que lo personifica, tieso y poco expresivo, está muy lejos de darnos la idea de lo que fue aquel hombre, “el venezolano del fuego sagrado”, “el Quijote sin locura”, como lo denominó Napoleón. Es más bien una como réplica de aquella versión fílmica de Casanova, de años atrás, que tuvo mucho y muy justo éxito porque se trataba precisamente de la vida donjuanesca de ese famoso italiano.
d) El personaje Bolívar (¿?)… Aquel huracán, aquel fuego, aparece como timorato, huidizo y apagado. En Londres hablan Bello y López Méndez, el futuro Libertador apenas balbucea, y así mismo en otras escenas, incluyendo la del 5 de julio, donde, mientras hay una discusión tumultuosa –difícil imaginar como pudieron llegar a un acuerdo--, Bolívar es un mudo medio asustado.
e) El propio 5 de julio: Bolívar no podía estar allí, en el Salón, por cuanto él no era diputado; seguramente se encontraría en la barra, pues su puesto de lucha del momento estaba en la Sociedad Patriótica, donde él y Coto Paúl encendían los debates pidiendo al Congreso tomar la decisión de independencia: “Trescientos años de calma, ¿no bastan?”. Esa escena debió incluirse en la película. Además --lo cual contribuye a mantener un error histórico que se viene arrastrando--, el 5 de julio no se firmó el acta de la independencia: se declaró ésta y por tal hecho ese día es el más importante de la nacionalidad, cuestión que tampoco se pone en evidencia. El acta de la independencia se firmó unos días más tarde y es un episodio secundario.
f) ¿Se intentó acaso resaltar a Miranda apagando a Bolívar? Miranda no necesita eso, y a Bolívar no se le puede hacer eso.
Si he visto mal, con exceso de prejuicio o subjetividad, presento mis excusas, pero creo que tenemos el derecho de exigir mucho cuando se nos invita a asomarnos a los hondones de la historia.
freddyjmelo@yahoo.es