En mi pueblo cuando muere alguien, dicen: "¡Ay se murió, tan bueno que era!". Aunque haya sido un ladrón, drogo, corrupto, violador, delincuente, en una palabra, rata. No celebro la muerte como alegoría a una mejor vida, ni como la transición de este plano a un mundo astral mejor; "todas las muertes son odiosas", dijo el poeta, "pero son necesarias", por el contrario yo festejo la vida con alegría, risas, felicidad, con amor, respeto, consideración, sin embargo hay muertos que pocos los lloran, dado que en vida se dedicaron a la maldad y a la crueldad. El fallecimiento de un político tiene una arista muy particular, debido a que lo lloran sus seguidores y se alegran sus opositores, aquel fatídico 5 de marzo del 2013 cuando mi comandante Chávez falleció, hubo quienes no ocultaron su alegría, verdad María Corina, cierto Andrés Velásquez, dígalo ahí Lilian, pero también leí por las RRSS a muchos que lamentaban la partida física de nuestro líder y muchos como yo, lloramos su siembra eterna. En contraparte, el fallecimiento del expresidente Sebastián Piñera, producto de un accidente aéreo en helicóptero, ha dejado ver ese asco que tienen muchos de sus paisanos por su figura como primer mandatario nacional, no quiero catalogar o señalar con epítetos su muerte, pero quiero compartir con ustedes unas líneas que escribió el colega periodista y amigo, crítico, cineasta y poeta: Leonardo Herrmann. "NINGÚN LLANTO PARA SEBASTIÁN PIÑERA.
No tengo ni una lágrima para tu justa muerte, las balas de tus carabineros
no me dejaron ojos solo estos agujeros
que festejan tu muerte. Los muertos de la protesta social te saludan
y te envían postales al infierno dónde te sumerges con tú helicóptero al único abismo del cual no te puede salvar la impunidad a todos nos llega
la muerte a veces una abrazada
a los compas en la calle a otros
en la soledad infinita de los billetes manchados con la sangre del pueblo ya no tengo ojos solo estos agujeros
que festejan tu muerte".